dimecres, 18 de març del 2015

ASIMETRÍAS AXIOLÓGICAS: VENEZUELA Y MÉXICO



Que Venezuela es una estultocracia no creo que nadie con un mínimo de honestidad intelectual pueda ignorarlo hoy en día. Basta con ver al «presidente» Maduro y a su séquito de acémilas para percatarse. Si además se les oye hablar, las fundadas sospechas devienen certezas incontrovertibles. Tampoco es que goce de gran salud democrática. Y, la verdad, con similares carencias en gobernantes que en opositores, cuyo líder, por cierto –el de la gorrita de béisbol- está en la cárcel. Algo que no es precisamente un ejemplo de democracia.

Hay también algo que acostumbra a pasarse por alto a la hora de acometer la implacable crítica a que ciertos regímenes se ven sometidos por parte de los «independientes» y prístinos medios de comunicación de masas occidentales: la presencia constante de ciertas ausencias. Está muy bien que le echen el ojo a un régimen autoritario o dictatorial y lo machaquen, pero no que a otros, de igual catadura o peor, se les mantenga en el limbo informativo, cuando no en la simple ocultación o tergiversación de sus atrocidades.

El régimen venezolano es grotesco y con manifiestas pulsiones autoritarias y antidemocráticas. Pero que muera gente a tiros en una manifestación no es una exclusiva venezolana, como tampoco que el líder de la oposición esté encarcelado. Una oposición que, por cierto, auspició un golpe de estado militar, con la más que probable complicidad de ciertos países occidentales, atajado por la tropa. Y que desde el poder se manipule no es tampoco ninguna patente venezolana, ni siquiera latinoamericana. Que todo esto sea repugnante, y lo es, no es óbice como para que no deje de llamarnos la atención la saña con que se están cebando con Venezuela los políticos occidentales, sus medios y sus lobbies. No porque no esté justificado tal encarnizamiento, sino por las ausencias y omisiones a que antes nos referíamos.

México, sin ir más lejos, ofrece, desde este panorama informativo global, un curioso contraste axiológico con Venezuela. Veamos.

También bajo una estructura formalmente democrática, el sistema político mexicano no puede calificarse sino de cleptocracia. Como en Venezuela, la corrupción campa a sus anchas hasta el punto que, desde la irrupción de los cárteles del narcotráfico y su componente violento en los noventa del siglo pasado, el Estado mexicano cada vez se acerca más al concepto de Estado fallido. A la oposición no se la encarcela, pero se la asesina en la más absoluta impunidad, y estos crímenes, ya sea de activistas o de líderes molestos, los llevan a cabo bandas de sicarios que con frecuencia están compuestas por policías que se ganan un sobresueldo en horas libres, o hasta incluso por presos a los que se saca de la cárcel en autobús para que los lleven los cabo, siendo después puntualmente devueltos a ella.

Hablo de la oposición, no de la casta política de los partidos adaptados a su porción de poder y subsiguientes opciones cleptocráticas. Unos ya pertenecieron desde siempre a dicha casta, otros, como el PRD, lo entendieron cuando el sistema perpetró el que probablemente haya sido el mayor y más descarado fraude electoral de la historia. Fue en las elecciones de 1988. Con el escrutinio en un 50%, Cárdenas iba en cabeza. Se produjo entonces la famosa «caída» del sistema. Cuando se «reincorporó», unas horas después, resultó que se iba ya por el 85% escrutado y con el oficialista Salinas de Gortari, del PRI, destacado en cabeza. Todo un ejemplo de pucherazo ante el cual Occidente quedó poco menos que indiferente. ¡Lo que hubiéramos oído de haberlo hecho Hugo Chávez! O si se le ocurre hacerlo a Maduro, lo cual, dicho sea de paso, se me antoja harto probable… ya verán.

Pues bien, aquí viene lo bueno. ¿Cómo se enfoca desde los medios de comunicación cualquier noticia de esta guisa sobre México? Estamos hablando de asesinatos de adolescentes durante un guateque a manos de sicarios; de la desaparición, tortura y muerte recientes de más cuarenta estudiantes de magisterio; del secuestro y tiro a la nuca del candidato molesto, da igual que sea candidato a presidente del país –Colosio en 1994- o a cualquier estado o municipio –caso de las recientes elecciones municipales, de los asesinatos perpetrados por el narcotráfico en connivencia con los poderes locales, estatales o federales… Estamos hablando, en definitiva, de un estado corrompido hasta la médula desde sus más altas instancias hasta las más bajas… Pero el tratamiento es distinto.

Venezuela siempre se nos presenta bajo el prisma de un régimen dictatorial corrompido sistémicamente. Todo lo que ocurre allí es por culpa del bolivarismo venezolano. Si muere un manifestante es culpa del gobierno, si se encarcela al líder de la oposición, también, y si baja el precio del petróleo, faltaría más... Y puedo estar de acuerdo en gran parte...

Sin embargo, el enfoque que se nos presenta cuando las mismas atrocidades o,  hasta la fecha mucho mayores, acaecen en México, es muy distinto. Lo que en Venezuela es sistémico, en México es anecdótico, coyuntural… un accidente; trágico sí, claro, cómo no, pero se nos presenta como las desgracias que acontecen en un país desgraciado cuyo gobierno, a pesar de todo, lucha por sacudirse la delincuencia narco y su omnímodo poder, que ha conseguido infiltrarse en las estructuras políticas y administrativas del estado. Pero el sistema queda siempre a salvo. Es decir, lo que falla en México son ciertas personas –el policía demasiado aficionado a darle al gatillo, el alcalde caciquil, el ministro trincón…-, no las instituciones o el régimen. En Venezuela, en cambio, el culpable es siempre el régimen. El rasero de medir no es el mismo en ara uno que para otro ¿Por qué?

Foster Dulles, secretario de estado con Eisenhower, refiriéndose al dictador nicaragüense Somoza –¿o era Trujillo?- y para justificar el apoyo que le prestaban los EEUU, dijo en cierta ocasión: “Sí, es un bastardo, pero es nuestro bastardo”.
¿Será por eso?

dimarts, 17 de març del 2015

LA COMPAÑÍA DE JESÚS SE SUELTA EL PELO (O EL CONTRAGIRO IGNACIANO)



Será que soy un descreído, pero no acabo de creerme la sinceridad de la transformación educativa anunciada por la Compañía de Jesús en sus colegios de Primaria en Cataluña. Y como resulta que, desde luego, no es que los jesuitas sean precisamente tontos, uno ha de pensar entonces que, necesariamente, ha de haber gato encerrado.

Alternativamente, podría pensarse también que son sinceros, y hasta que tengan razón. Pero para poder afirmar esto, debería saber previamente si la Orden contempla que sus futuros Prepósitos Generales, Asistentes ad Providentiam y el resto de miembros que constituyen su compleja estructura jerárquica, así como sus ordenados, provengan de este experimento que sus colegios están implantando en Cataluña; o si sólo es para legos. Y como ignoro ese extremo, el juicio sobre la honestidad intelectual de dicho proyecto mucho me temo que lo he de poner en rigurosa cuarentena. Porque, no sé, pero me da en la nariz que se trata de un proyecto más bien exclusivamente pensado para legos y seglares, y con finalidades muy concretas e inconfesables. En fin, volteriano que es uno.

Si realmente consiste en lo que me imagino, he de reconocer que se trata de un proyecto muy inteligente y ambicioso, pero cuyos objetivos no son exactamente los anunciados -en el supuesto que haya algún objetivo explicitado sobre el tipo de individuos que se pretende crear con este modelo educativo, cosa que no he sabido ver del todo, lo reconozco, más allá de los tópicos pedabóbicos ad usum- sino que, muy al contrario, barre pro domo sua y, al cabo de la calle, apuntaría hacia un modelo que podría acabar dejando a los seglares bajo la necesaria tutela de los religiosos. De ser así, se trataría de una curiosa inversión del giro coperniquiano para devolvernos, en una suerte de contragiro ignaciano, a un estado de cosas más o menos neomedieval, en lo intelectual y, por ende, en muchas otras cosas.

Ya digo, tal vez no sea así y puede que, acertadamente o no, los padres jesuitas estén animados por las más nobles de las intenciones, pero uno no puede zafarse sin más de las nefastas influencias que una formación volteriana le imprimió indeleblemente en las entendederas, sobre todo en este tipo de menesteres. Y es que, si de evitar tan nefastas influencias se trata, es más que probable que de este modelo no surjan volterianos, sino, como mucho, esadianos que propaguen e impongan la doctrina diseñada en otras esferas para países semiperiféricos como el nuestro. De ser así, la cosa ya iría cuadrando. Porque, vamos, creérselo, lo que se dice creérselo, no creo que se lo crean ni ellos; algo que, topando con la Iglesia, tampoco es tan raro.

Otra posibilidad, también auspiciada por el infame pensamiento volteriano de la sospecha, sería que se trate de una simple operación de marketing, en la línea de lo que apuntaba, muy acertadamente en mi opinión, Roberto Colom en su blog, a propósito de un proyecto similar, por no decir idéntico, en este caso a cargo de la Congregación de las Misioneras Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret, en el colegio Montserrat de Barcelona.

En definitiva, y de acuerdo con esta segunda posibilidad, la de una operación de marketing, se trataría de un simple cambio lampedusiano: que cambie todo para que no cambie nada. El rico al bollo y el pobre al hoyo. Pero aun así, estaríamos ante una relativa novedad: las escuelas religiosas habrían entendido de una vez, y en una fase superior, el carácter profundamente antisocial de la LOGSE y sus secuelas. Y se preparan para aplicarlo con fruición. La pregunta sería cómo no cayeron antes en tal cuenta. Pero también para eso tengo una explicación. 

Para nadie es un secreto que la LOGSE implantó un modelo que maniató hasta neutralizarla a la enseñanza pública. Gracias a ello, la por entonces agónica enseñanza privada resurgió cual Ave Fénix e hizo su agosto, con la complicidad tácita de las Administraciones permitiendo que, mientras a la pública se la obligaba a aplicar las aberraciones pedagógicas que acabaron con ella, la enseñanza religiosa mantuviera un modelo más tradicional y consistente. Más serio, académicamente hablando. El resultado conocido fue el trasvase de las clases medias de la pública a la privada, y el enriquecimiento y expansión de la enseñanza privada, también gracias al modelo de la concertación, algo inédito en cualquier otro país, o en cualquier otro sistema educativo.

Ahora, con la pública fuera de combate, la escuela religiosa puede pasar de la fase del monipodio a la de la aplicación de un modelo educativo del cual nunca surgirá un Voltaire, sino lo que desde un primer momento se pretendía, pero que pasaba necesariamente por la fase previa de neutralización de la pública: esades en la privada y, como ya ocurre, camareros en la pública. Todos ellos igualmente obedientes y dependientes, cada cual a su nivel y con su destino marcado por su estrato social. Y como en la Edad Media, sólo en los seminarios se custodiará y administrará el conocimiento; eso sí, a buen recaudo y en pequeñas dosis, no se les fuera a desmadrar otra vez la cosa con el Racionalismo, la Revolución Científica y la Ilustración. Y eso que por aquí todo esto pasó de puntillas y de largo. O precisamente por esto.
Será tal vez una interpretación conspiranoica,  y admito que lo vean así, pero cuadrar, lo que es cuadrar, cuadra. Y la verdad, asumiendo que no son tontos, que de lo que requieren es de tontos útiles, y que frente a la inmediatez hoy en boga, ellos saben trabajar para la eternidad, no puedo dar con otra explicación. Ahí queda.

dilluns, 16 de març del 2015

AUNQUE PAREZCA MENTIRA...



Hay una realidad que se acostumbra a pasar por alto cuando se aborda la cuestión de la disciplina en las aulas y su incidencia en el sistema educativo, o mejor, cuando no se aborda porque, siendo como es una palabra prohibida, en su lugar se utiliza el eufemismo “convivencia”, un concepto más amplio y del cual “disciplina” sería, en todo caso, una extensión con dominio propio que, al ser obviada por proscrita, diluye cualquier posible aproximación seria al tema. Y esta realidad no es otra que la siguiente: el modelo educativo vigente pasa necesariamente por la deslegitimación del docente, sin otra finalidad que privarle de la autoridad institucional que debería facultarle para el ejercicio de las funciones que, a su vez, tenía institucionalmente encomendadas.

Se mire como se mire, y por más que les duela a ciertas almas ingenuas, el ejercicio de cualquier función pasa por dos aspectos insoslayables: la acreditación y reconocimiento de la capacidad para ejercerla, y la investidura de una cierta autoridad institucional que faculte para su ejercicio. Y eso es así se trate de un operario de mantenimiento del alcantarillado, de un vigilante de parking, de un guardia municipal, de un revisor de RENFE, de un docente, de un médico, de un ingeniero, de un inspector de hacienda o de un general de división. Y la autoridad pasa por el uniforme, visible o invisible, físico o metafísico, pero uniforme al fin y al cabo, en tanto que investido con unas ciertas atribuciones para la realización de las funciones encomendadas. Y sin uniforme, no hay autoridad que valga.

Sí, cierto, está aquello de la autoridad carismática y la burocrática de Weber, pero se trata de tipos ideales que, si bien nos ayudan a entender determinados aspectos de la realidad, nos alejan igualmente de ella a poco que nos lo tomemos al pie de la letra.

El modelo educativo vigente ha privado a los profesores de su autoridad amparándose en dos presupuestos igualmente falaces. El primero sería un condicionante social, según el cual, grosso modo, las exigencias de una sociedad democrática han de desterrar del sistema educativo cualquier forma de autoritarismo –falazmente identificado con autoridad- en la relación establecida entre docente y discente, ahora asimilados a educador/educando. El segundo sería un condicionante de naturaleza pedagógica, y fundamentado en la idea según la cual el docente ha dejado de ser un transmisor de conocimientos; el conocimiento en sí es a su vez algo prescindible y devaluado, a la misma altura que el agente que los transmitía.

De todo esto surge un modelo insostenible para cualquier sistema educativo digno de tal nombre, y que como modelo en abstracto, se aplique al ámbito que se aplique, sería igualmente insostenible. Verbigracia, imaginemos…

-      Que los médicos tuvieran que consensuar el diagnóstico y la terapia con el propio paciente y con sus familiares y representantes del resto de la comunidad «sanitaria».

 

-      Que las autoridades del ministerio de sanidad y sus consejeros áulicos fueran conspicuos miembros de sectas curanderistas, de asociaciones por la santería, de la medicina «emocional» o de ese nuevo engaño que se llama «biomedicina» -tendrían que estar en la cárcel-, cuyo denominador común fuera, desde el propio discurso del ministerio, criticar la teoría y la praxis de la medicina clínica, obligando a los médicos a aplicar sus nuevos métodos y a recetar sus diademas taumatúrgicos, a la vez que los denostan por la muerte injustificada de los pacientes.

 

-      Que las multas de tráfico requirieran del mutuo acuerdo entre sancionador y sancionado, valiendo más la palabra del presunto infractor que la del agente de la autoridad que le ha multado por saltarse un semáforo en rojo. Y sosteniendo el ciudadano acusado que no es cierto, que estaba en verde y que el policía le tiene manía, viene entonces el superior del policía, desautoriza al número, hace añicos el papel de la multa y le pide disculpas al «humillado» ciudadano, a la vez que sanciona al agente por extralimitarse en sus funciones.

 

-      Que desde la DGT se insistiera, una y otra vez, en que el código de circulación es obsoleto y arbitrario, a la vez que hay que incentivar la creatividad y la espontaneidad de los conductores, que no han de actuar intimidados por la amenaza de multa o retirada de carnet, sino de acuerdo a su propia concepción del autoaprendizaje en la conducción, de forma creativa, innovadora, espontánea y emocional. Y que los ciegos también pueden conducir.

 

-      Que los inspectores de hacienda tuvieran que consensuar con los contribuyentes las cantidades a pagar de acuerdo con su disponibilidad emocional, y que desde la propia Administración se proclamara el carácter arbitrario de la recaudación y de las subsiguientes sanciones, que pueden provocar ulteriores depresiones en el contribuyente, con el fatal resultado de eventuales trastornos psíquicos irreversibles, que hay que evitar a toda costa, a la vez que se critica a los inspectores de hacienda por la falta de ingresos en el tesoro público.

 

-      Que en los barcos, el oficial de máquinas pasara al puente y el capitán a la sala de máquinas, el cocinero a radio, el radio a cocinero, el servicio de limpieza a marinería, la marinería al servicio de limpieza, y que los pasajeros decidan en asamblea el parte meteorológico del día siguiente. Porque como, total, la información está al alcance nuestro en internet… Y que el cuerpo de prácticos quede suprimido para facilitar la libre entrada en cualquier puerto. Y, last but not least, que en atención a la diversidad multicultural de nuestra sociedad, y para evitar los agravios que para ciertas culturas pueda significar la contaminación lumínica de los faros, éstos queden suprimidos, porque como ya tenemos el GPS, para qué diantres los necesitamos. Y si el cocinero del barco tiene GPS en su coche ¿qué diferencia hay en que lleve también un superpetrolero? ¿No lo hace todo el GPS?

 

Pues aunque les parezca mentira, todo eso es lo que está ocurriendo aplicado al mundo de la enseñanza. Y más ejemplos que les podría dar.


diumenge, 15 de març del 2015

TICS CARPETOVETÓNICOS, TACS DE LA DERECHONA



La derechona no tiene remedio. Y no hace falta matizar derechona española, porque no hay otra. Habrá otras derechas, civilizadas o incivilizadas, en cualesquiera otras partes del mundo, pero derechona sólo hay una. Es como es y no hay más cera que la que arde. Recuerdo que el egregio Pizarro –no el conquistador, el otro-, afirmó en su momento, ante la posible compra de Endesa por parte de la Caixa, que él no quería ser un empleado de la Caixa. Como Aguirre –no el de la cólera de Dios, sino la otra- prefirió ser alemana antes que catalana. Y Endesa quedó para los alemanes, claro. A eso se le llama ser patriótico. Un patriotismo exclusivista y auténtico alter ego del independentismo más montaraz.

Recuerdo que una vez, y sin que mediara el menor incidente previo, un pelanas me espetó que preferiría ser cojo y tuerto a catalán. Le respondí que estábamos de acuerdo: yo también le prefería cojo y tuerto antes que catalán. No acabo de entender por qué, pero no le gustó que coincidiera con él.

Pero lo más desternillante ha sido lo de un tal Antonio Sanz, al parecer delegado del gobierno en Andalucía, quien, presa sin duda de un visceral arrebato de españolidad, ha afirmado, refiriéndose a C’s –Ciudadanos-, que no quiere que a Andalucía se la mande desde Cataluña de la mano de un partido llamado Chiutadans y por alguien que obedezca al nombre de Albert. O sea que el problema para estos cabestros no es que uno sea independentista o no, sino el simple hecho de ser catalán, como el pobre Albert Rivera. O sea, más claro, agua.

Pero lo bueno del caso no es que la grosera alusión a tópicos tan manidos y ramplones fueran dirigidos ni más ni menos que a C’s y a su máximo dirigente por sus orígenes catalanes, máxime cuando se da el caso, como es bien sabido, que C's es la bestia negra de los independentistas, sino el estrepitoso ridículo en que incurrió el tal Sanz cuando se le replicó que el candidato a la presidencia de Andalucía de su propio partido, el PP,  Moreno Bonilla, compartía con Albert lugar de nacimiento, Barcelona, y madre malagueña –eso sí, distinta, paisanos que no hermanos-. Y luego van y lo único que se le ocurre a la acémila de Fátima Báñez fue terciar en la polémica admitiendo que sí, vale, es cierto que Moreno Bonilla nació en Barcelona, pero que en su caso se trata de una persona afable y sencilla; virtudes que sin duda le diferencian del resto de nacidos en la ciudad condal y alrededores.
Y he de decir que, como en el caso anterior que citaba, hay acuerdo una vez más, al menos parcialmente. Como dijo Churchill de Atlee, hay que reconocer que Moreno Bonilla es una persona muy sencilla... y que le sobran razones para serlo.

En cualquier caso, de todo esto se infiere que, con independencia del lugar de nacimiento, la patente de españolidad la da la derechona. Siguen con la España y la anti-España, sin solución de continuidad. Pobrecillos, como les luce la caspa. En fin, sólo cabe esperar que la derechona ocupe cuanto antes el lugar que le corresponde en el estercolero de la historia. Ya urge. Tic-tac, tic-tac, tic-tac…


dimecres, 11 de març del 2015

ALGO MÁS A PROPÓSITO DE FORMACIÓN E INFORMACIÓN




Diga lo que diga el Sr. Garicano, a cuyas afirmaciones aludíamos en la anterior entrega, de la formación que uno tenga dependerá lo que pueda aportarle el acceso a una determinada información. Podemos decir que de ella dependerá el procesamiento que se haga de los nuevos datos al enmarcarlos en contexto, o la digestión intelectual que haga de ellos. Digámoslo en el registro que nos dé la gana: cualquier información tiene significado en la medida que pueda incorporarse al conocimiento que uno tenga, ya sea de una materia concreta en particular, o de cuestiones más generales o abstractas; o para cuestionar lo que pensábamos acerca de algo.

En definitiva, hay una condición necesaria sin la cual carece de objeto cualquier ulterior disquisición sobre el aprendizaje, ya sea de lo más interesante y solvente, o pura charlatanería: sólo podemos entender aquello con respecto a lo cual disponemos de un cierto conocimiento que viene dado por una previa formación. Y esta formación previa ha de haberse adquirido de forma sistematizada, porque el conocimiento humano es un saber sistematizado. Discutir esto, o cuestionarlo, como tan de moda está de un tiempo a esta parte, es negar la circularidad del círculo o la cuadratura del cuadrado.

Entiendo que en íntima relación con el tema, Gregorio Luri explicitaba hace poco como Pensar es fácil, pero pensar bien no”. Y proseguía más adelante: Existe una jerarquía en el conocimiento. La supuesta horizontalidad de las relaciones en Internet hay que tomarla con precaución, al menos mientras siga habiendo una jerarquía notable entre cualquier cuarteto de cuerdas de Beethoven y las obras completas de Georgie Dann. (…) en la edad de la sobreabundancia de información, precisamente porque hay mucha, la información vale muy poco. Lo que vale, y valdrá cada vez más, es el conocimiento relevante (…)”.

En la misma línea, doy con una excelente entrevista a Inger Enkvist en Magisterio, que no puedo enlazar por ser de acceso restringido, en la cual a propósito de este idólatra culto a la información, y subsiguiente desdén, cuando no proscripción, de la formación y el conocimiento, nos describe un experimento realizado con alumnos norteamericanos. Transcribo textualmente esta parte de la entrevista:

“Se hizo en un grupo de adolescentes, como los de la ESO españoles, y se les dio a leer un texto de unas ocho líneas en el que se les decía que “los generales Lee y Grant”… Luego un espacio vacío y luego la palabra “negociación”. Los estudiantes tenían que averiguar cuál era el sentido de ese texto.
Los más rezagados pensaron que era algo militar. Los más avanzados pensaron: “Ah, Lee y Grant… Debe ser algo de la Guerra de Secesión. Eso es más o menos en 1860. Si se menciona la palabra “negociación” será que el texto se refiere al final de la guerra en 1865; y las últimas batallas se dieron en Virginia. Si los alumnos flojos hubieran tenido un ordenador, habrían buscado “Lee” y les habrían salido muchos “Lee”; lo mismo habría ocurrido buscando el apellido “Grant”. Si hubieran sido más listos, habrían puesto general Lee o general Grant. Pero lo que tenían que buscar es Lee y Grant juntos porque son una pareja de adversarios en la historia. Claro, eso lo sabemos los que sabemos quiénes son. El grupo avanzado entendía cosas que no estaban en el texto porque tenían conocimientos previos. Y así es casi toda la comprensión lectora; hay cosas que se sobreentienden en un texto porque tenemos conocimiento de ellas.
Por ello, eso de que no necesitamos leer porque ahora tenemos internet es falso, falso, falso. A los alumnos rezagados no les sirve de mucho un ordenador. A la tecnología debemos dedicarle el tiempo necesario para saber usarla, pero nada más. La tarea de la escuela es dar a los niños ese conocimiento y ese vocabulario necesarios para la vida adulta (…)”.

Y una tercera referencia, resultado de mis actuales relecturas de Isaac Asimov. En un mundo futuro hipertecnologizado, un programador de alto rango descubre casualmente a un técnico que conoce algo así como lo que hoy (todavía) llamamos las tablas de multiplicar: 3 x 9 = 27. Al principio piensa que hay algún truco; 7 x 8 = 56… Bueno, piensa el programador, después de todo, es posible que se haya dedicado a la absurda tarea de memorizar algunos resultados viendo los que arroja el ordenador si se le ordena hacer esta operación, pero no llegará a operaciones más complejas porque es imposible. ¿24 x 35? Y entonces se queda literalmente atolondrado cuando ve que el hombre coge un papel, un lápiz, y empieza a dibujar extraños signos, después de los cuales anuncia: 840. Y descubre que puede hacer lo mismo con divisiones: 136/4 = 34. Y hasta divisiones cuyo cociente no es entero… ¡con decimales!

El programador lleva al técnico ante el estado mayor para una demostración. Tras el escepticismo inicial, se cae en la cuenta de la extraordinaria importancia del «descubrimiento». Resulta que el cerebro humano puede ser capaz de realizar todas y cada una de las operaciones que hace un ordenador. Con más tiempo, eso sí, y a veces con mucho, muchísimo más tiempo. Pero eso no importaba: iba a permitir prescindir de los ordenadores para cierto tipo de operaciones. A esta nueva ciencia se decide llamarla «grafítica», y se crea un proyecto generosamente dotado para desarrollarla, al frente del cual están el programador y el técnico.

Por razones que corresponden al desarrollo del relato y que ahora no vienen al caso, el técnico descubre que los objetivos que el poder perseguía con el desarrollo de la grafítica eran de moralidad más que dudosa. Abyectos, en una palabra. Lo que para él había sido un simple pasatiempo, se había convertido en una cuestión de estado. Y cuando el proyecto estaba ya consiguiendo realizar manualmente raíces cuadradas, el técnico decide quitarse la vida. Así concluye el relato:

“Todos rodeaban la tumba del pequeño técnico, rindiendo tributo a su grandioso descubrimiento.
El programador Shuman mantenía la cabeza inclinada (…) –Nueve por siete son sesenta y tres- se dijo Shuman, con honda satisfacción-, y maldita la falta que me hace una computadora para saberlo. ¡Tengo una computadora en la cabeza!

Y era sorprendente la sensación de poder que eso le producía.”
El relato de Asimov tiene por título “Sensación de Poder”. Es la sensación de poder que les estamos negando a las futuras generaciones cuyo único objetivo hemos decidido que sea la información sin formación. Cierto, la información nunca es neutral, y el procesamiento que hacemos de ella de acuerdo con nuestra formación, seguramente que tampoco. Pero el paradigma de la información sin formación, no es que no sea neutral, es simplemente perverso.

diumenge, 8 de març del 2015

FORMACIÓN O INFORMACIÓN, HE AHÍ LA FALACIA (EL CASO GARICANO)



Después de elaborar el programa económico de CIUDADANOS, el ilustre economista y profesor de la London School of Economics, Luis Garicano, parece que ha decidido adentrarse en el proceloso terreno de la educación. O como mínimo, eso es lo que puede colegirse de su artículo  publicado hoy en El País «¿El fin de la clase magistral?», en el cual responde afirmativamente a la pregunta que él mismo se planteaba.

Ignoro la originalidad y la solvencia innovadora del programa económico que el Sr. Garicano ha elaborado para su partido, aunque por lo que he podido saber, no sólo no contiene precisamente ninguna fórmula magistral ni innovadora como las que exige a la educación, sino que lo más relevante del informe parece ser que no es el propio informe, sino que él es su autor. Tampoco es nada original la propuesta educativa que se sigue de su artículo. Muy al contrario, todo indica que el Sr. Garicano ha tirado de los tópicos pedagógicos al uso, a la vez que incurre en confusiones conceptuales que, tratándose como se trata de un prestigioso economista, lo menos que se puede decir es que sorprenden.

Empieza fuerte el Sr. Garicano: “¿Cuándo empezaremos a adaptar los contenidos, y (mucho más importante), la forma de estudiarlos y presentarlos, a las necesidades de un mundo conectado, en el que los jóvenes disponen de todo el conocimiento?

Poco después, y tras describirnos las maravillas del proyecto final de bachillerato en un instituto técnico holandés, concluye que lo que hay que hacer es abandonar la clase magistral,

“(…) en la que el profesor, desde lo alto de su podio, predica a los ignorantes estudiantes cuya obligación es callar y tomar sus abominables apuntes (…)”

Y esto, prosigue, es una estupidez, porque

“(…) en un mundo en el que Google nos permite inmediatamente conocer la respuesta a la pregunta más absurda o complicada, nuestro sistema continúa insistiendo en conseguir que los alumnos memoricen largas listas de datos que, usando esos teléfonos móviles que no salen de sus manos en ningún momento del día, cualquiera de ellos podría encontrar en segundos.”

Bien por Garicano; se puede decir más alto, pero no más claro:

“(…) Una buena lección magistral de álgebra, o de historia griega, se puede ver en vídeos profesionales y clases en línea, y tendrá dibujos, diagramas, mapas, fotos, pequeños test para asegurar el progreso, etc.”

Además, al parecer del Sr. Garicano,

“(…) De este modo, el tiempo en clase se puede usar para aplicar el conocimiento y recibir críticas del profesor (…)”.

Es decir, si hasta ahora se hacían los deberes en casa y se aprendía en clase, ahora debería ser al revés. Todo ello gracias a internet. A la vista de todo esto, diríase que hay ósmosis directa entre el cerebro y la pantalla del ordenador. 

“(…) Los estudiantes pueden leer un texto (preferentemente una fuente primaria, no un libro de texto) y discutir en clase bajo la dirección del profesor. Una discusión bien preparada sobre Karl Marx y su influencia en los nuevos partidos, por ejemplo, tendrá muchísimo más impacto en los estudiantes (¿Qué diría Marx de “la casta”?) que una aburrida lección sobre el materialismo histórico (…). Total, para concluir que el “(…) énfasis en lo que se aprende restringe la innovación en cómo se aprende. Debemos liberar las energías de los profesores y de los colegios para innovar, y adaptar los curriculums (SIC) a las nuevas posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías.

Y dale con las nuevas tecnologías. Así que no sólo hay que acabar con las clases magistrales, sino también con los libros de texto, porque todo lo que pueden ofrecer las primeras y todo lo que pueda haber en los segundos, está ya en internet. La verdad es que a uno le recuerdan estas argumentaciones las de Mahoma cuando ordenó quemar la biblioteca de Alejandría: si lo que contienen los libros que hay allí dentro es contrario al Corán, han de ser quemados, y si está de acuerdo con el Corán, entonces son innecesarios porque ya tenemos el Corán, por lo cual deben ser quemados también.

En realidad, nos hallamos ante un planteamiento falaz que no discrimina entre información, conocimiento y formación. Para empezar, no sé qué entenderá el Sr. Garicano por conocimiento cuando afirma, como lo hace, que los jóvenes de hoy disponen de todo el conocimiento. Más bien me temo que está confundiendo, en primer lugar, el acceso a la información, con su posesión como conocimiento; y en segundo, mucho más grave, se confunde también la información con la formación, quedando esta última confundida y asimilada a la primera.

Porque una cosa es el acceso al conocimiento como posibilidad, y otra muy distinta su posesión. Si tengo en casa un libro de física cuántica, podría decir en rigor que tengo acceso al conocimiento allí contenido, pero no puedo decir en absoluto que posea este conocimiento o disponga de él. Lo mismo con internet. Pero es que además, detrás del sofisma del Sr. Garicano según el cual los jóvenes disponen de todo el conocimiento –gracias a la conexión-, se esconde la negación de la necesidad de una formación previa como condición de la posibilidad de poder acceder a cualquier tipo de conocimiento que me permita asimilar la información que estoy recibiendo. Y parece que el empeño de toda la pedagogía moderna consista precisamente no sólo en negar la necesidad de un docente que instruya, sino también la de una formación previa que medie entre el sujeto y la información que adquiere. Es decir, se presupone una secuencia inmediata entre el acceso a la información, la adquisición de ésta y la posesión de conocimiento. Y el problema es que la realidad dista mucho de funcionar así.

Una cosa es que nadie en sus cabales niegue la importancia de la revolución que el acceso a la red comporta en lo referente a la posibilidad de acceso a la información. Pero esto es algo muy distinto que el conocimiento. Con anterioridad al mundo conectado, el acceso a la información era ciertamente mucho más limitado y sujeto a restricciones materiales mucho más severas. Lo que internet supone es la superación de estas restricciones y la posibilidad de tener en casa la biblioteca universal, pero no la posesión del conocimiento universal. Y cuando confundimos ambas cosas y obviamos el concepto de formación, frente al de información, entonces nos despachamos con ejemplos tan falaces como el planteamiento inicial del que cuelgan.

No hay información sin formación previa, porque toda información se procesa de acuerdo con una categorías sin las cuales dicha información no es nada. Como no es nada la información que yo pueda adquirir de griego antiguo o de física cuántica, ya sea a través de internet o en papel, si carezco de la formación previa para procesarla.

Otra cosa es que a partir de unos ciertos niveles de formación, el individuo pueda aumentar su conocimiento adquiriendo información por su propia cuenta. Por supuesto que sí, sólo faltaría. Pero la adquisición de una formación pasa necesariamente por un proceso de tutorización que, genios autodidactas aparte, requiere de una mediación en la cual la figura del docente es esencial. Y una lección magistral de álgebra presencial, se diga lo que se diga, no es lo mismo que estudiar esta materia a través de internet. Otra cosa es que internet sea un complemento fundamental, pero no el substituto, al menos en la fase de formación, que es de la que estamos hablando. El conocimiento humano está, además, sistematizado, y debido a ello sólo se puede adquirir a través de un proceso debidamente estructurado y orientado hacia ello, no a través de improvisación espontánea o creatividad. Esto vendrá en todo caso luego, y con todas la reservas de rigor. En fin, tal vez la ciencia de la economía sea un caso aparte, pero el resto de disciplinas funcionan mucho más a base de rigor metódico y rutina, que de creatividad o improvisación.

Y suponer, como hace alegremente el Sr. Garicano, que una discusión bien planteada (?) sobre Karl Marx resultará más provechosa que un libro de texto donde se nos introduzca sobre este autor, el contexto de su obra y su pensamiento, es simplemente truculento. Porque si no conozco el pensamiento de Marx, la información que pueda adquirir de un simple texto suyo será, en el mejor de los casos, sesgada. La verdad, desde la perspectiva del Sr. Garicano, no se acaba de entender cómo no aprendemos a leer y a escribir solos frente al ordenador.
La formación es anterior a la información. Cierto también que no hay formación pura, sino que consiste en categorizar la información que vamos adquiriendo. Parafraseando a Kant, diríamos que la formación sin información es vacía, pero la información sin formación es ciega. Y la confusión entre formación e información tal vez no sea tan inocente como a simple vista podría suponerse. Puede serlo, ciertamente, en algunas almas ingenuas, pero el Sr. Garicano no es un ingenuo, de eso sí que estamos seguros.

divendres, 6 de març del 2015

MÁS ALLÁ DE LA RELIGIÓN



Un estudiante de filosofía se presenta al examen oral ante un tribunal que le requiere para que explique el pensamiento de Santo Tomás de Aquino. “Pues miren”, replica impávido el examinando, “la filosofía de Sto. Tomás de Aquino no me la sé, pero eso no tiene filosóficamente ninguna importancia, porque lo relevante es conocer su refutación, que sí conozco a la perfección y que les desarrollaré a continuación”.

Siempre me han parecido unos perfectos imbéciles los supuestos laicos que, por estos pagos, te felicitan la Navidad deseándote un buen solsticio de invierno. Y si denostar a la izquierda orate implica que lo pongan a uno de facha sin más preámbulos, muy probablemente la consideración de imbéciles para tan heroicos laicos conlleve ser puesto al mismo nivel que el cura Merino, Torquemada o Torras i Bages. La mezcla entre estupidez y esnobismo es letal de necesidad.

Decía en un post anterior que el tema de la religión -tal como se plantea desde la izquierda orate como desde la Conferencia Episcopal-, me parece uno de los problemas más secundarios y menos urgentes de entre los muchos que tiene planteados en estos momentos el sistema educativo; un sistema educativo al que si representáramos metafóricamente como un buque, hace años que ya sólo podríamos considerar un pecio. Y discutir sobre el tipo de chaleco salvavidas que hay instalar en un pecio carece de sentido.

Por su parte, el siempre atento Gregorio Luri ponía el dedo en la llaga cuando contrastaba las airadas reacciones que ha suscitado entre el elenco progre la publicación de los contenidos de la materia de religión católica, con la indiferencia y el silencio que ha merecido la publicación del currículum de religión musulmana. Un contraste que a la vez que delata, también retrata. Él le llama las fobias electivas, por oposición a las afinidades de Goethe, entiendo, obra basada en esta noción de la química del siglo XIX aplicada a la vida social.

Porque vamos a ver. Una cosa es lo que ya a finales de los ochenta denunciaba Fernando Savater en un brillante artículo en “El País”, concluyendo que, en materia de enseñanza de la religión, España estaba igual que la «bendita república del Irán». Es decir, en materia de religión estamos como si en materia de historia los profesores fueran nombrados en Cataluña por el inefable Institut de la nova Història, o en el resto de España por el consejo de administración de Intereconomía. Eventualidades que, por cierto, ya se dan o se pueden dar si los elige el director del centro sin más criterio objetivable que una normativa que le encumbra como «norma» a él mismo. Y conozco casos. Pero esto es una cosa, o mejor, una aberración, y otra muy distinta que la religión no se agote en sí misma. No saber ver esto me parece una torpeza.

Es ciertamente rechazable que el Estado pague a unos profesores que no elige, con unas titulaciones que no regula, para que hagan proselitismo de su credo en las escuelas e institutos públicos. Ahora bien, es igualmente rechazable, y por idénticas razones de higiene intelectual, que se pretenda ocultar o escamotear el fenómeno religioso  -el católico, claro-, igual que se les pretende ocultar a los niños de hoy que Bambi quedó huerfanito y que a la abuelita de Caperutica se la zampó el lobo feroz.

Porque miren ustedes y sin ir más lejos, no estoy hablando de fe ni de convicciones religiosas, quien siendo occidental desconozca la Historia Sagrada, siento decirlo así, está culturalmente castrado. Porque hay categorías que impregnan todo el universo cultural y le dan forma. Y que están más allá de la creencia o no en unos determinados dogmas. Occidente no se puede entender sin el cristianismo, así como tampoco sin Grecia ni Roma.

Y si como decía Max Weber, cultura es una urdimbre consistente en tramas de significado que dan sentido y que permiten al individuo orientarse en su interacción social a partir de este sentido, desde en lo más trivial hasta en lo más complejo, entonces no basta con ser ateo para poder prescindir de la religión, porque de elementos religiosos está impregnada dicha urdimbre. No en cuanto a confesión o creencia, claro que no, sino en aquello que está más allá de la religión. Ni siquiera ser ateo es una justificación para eludir el fenómeno religioso o ignorarlo. Hasta puede que todo lo contrario.
Exactamente igual que con la refutación de la filosofía de Tomás de Aquino no basta para que deje de ser necesario estudiarla, contra lo que pensaba el infeliz estudiante. Aunque hoy, con tanto Wert y sus curricula para formar futuros tarados, y con tanto psicopedabobo que lleva a cabo la faena, probablemente, la mayoría pensaría lo contrario. Claro que, como filosofía ya no habrá, gracias a los autonómicos y a los centralistas, el tema ya no se planteará. Y en cualquier caso, mejor no preguntárselo.

dimarts, 3 de març del 2015

LOS PROCESOS DEL «PROCÉS»



Empieza uno a detectar que, efectivamente, el «procés» está perdiendo fuelle. Sobre todo intersubjetivamente. El hechizo que en su momento galvanizó a cerca de un 35% de la población catalana en torno al proyecto independentista ya no parece ejercer su influjo con la misma fuerza que hace tan sólo unos meses. Y van apareciendo otras consideraciones, no sólo de carácter objetivo, como la eventual inviabilidad de la independencia de Cataluña, ora por razones políticas, ora económicas, sino también de naturaleza alternativa, aquellas que permiten salvar la cara sin reconocer explícitamente haberse equivocado.

No me estoy refiriendo a los independentistas de toda la vida, muchos de los cuales siempre fueron algo escépticos ante el aluvión de conversos que iba engrosando sus filas, sino precisamente a estos independentistas sobrevenidos que ahora, frente al principio del placer, empiezan a considerar la inexorabilidad del principio de realidad con sus consiguientes sublimaciones, que van desde la substitución del objeto de deseo, hasta la racionalización de su inalcanzabilidad.

No cabe duda que las trifulcas politiqueras surgidas en el seno del movimiento han influido en este desencanto, y cierto también que la administración de la tensión ha sido pésimamente gestionada. El bochornoso espectáculo que han ofrecido los dirigentes del movimiento, desde sus cúpulas políticas hasta sus ramificaciones «civiles», ha sido como para echar para atrás al más entregado; y en cuanto a la tensión, a menos que creyeran de verdad que Cataluña iba a ser independiente para el próximo Sant Jordi, estaba claro que no podía sostenerse. Pero si bien ambos factores pueden haber sido el detonante que conjuró el sortilegio, lo cierto es que luego han ido surgiendo otro tipo de consideraciones.

Sea como fuere, no deja de ser significativo que quienes (para mi sorpresa) hace sólo unos meses estaban en posiciones furibundamente independentistas, ahora se planteen, aun sin abjurar del todo, que para llegar a la independencia se requiere de una mayoría social mucho más amplia que el millón ochocientos mil que fueron a votar el 9-N, a la vez que admiten que nunca se llegará a esa masa crítica necesaria; es decir, que el proceso, o ha abortado o está condenado, en el mejor de los casos, a una situación de estacionariedad a la baja.  O que otros pongan ahora en primer plano sus redescubiertas inquietudes sociales y sus convicciones de izquierdas, preguntándose entonces uno si se trata del efecto PODEMOS o si, por el contrario, PODEMOS es el objeto de deseo substitutorio de la frustración con el anterior. Puede que sólo sean indicios microscópicos, sin ninguna significatividad social, que uno cree haber detectado recientemente su propio entorno. Pero lo macroscópico, hasta donde podemos saberlo, también parece apuntar de forma sostenida un repunte de estas tendencias. Es decir, hacia un reflujo del «procés».

Superestructuralmente se vende como un descanso para recobrar fuerzas, mientras tanto se asegura estar profundizando en la creación de unas supuestas estructuras de estado que, a la vez que se presentan ahora como totalmente ineludibles, entretienen y justifican el quehacer cotidiano de los políticos implicados y de sus paniaguados. Pero se percibe un cierto debilitamiento del discurso: la misma escenificación, pero más forzada, como si de un paripé se tratara. Resulta ahora que, por lo visto, no basta con la constitución elaborada por inefable juez Vidal –posible nº 2 por ERC-, y se requiere de una segunda que ya se ha encargado a quien debidamente corresponda. Se insiste en la creación de una agencia tributaria catalana inviable, legal y operativamente, pero que ofrece acomodo a los fieles untados por la causa. Un cachondo propone la creación de una Banca Popular Catalana -quítenle lo de popular y a ver qué queda-. Los medios ¿qué decir? Siguen a la suya, pero también con síntomas de agotamiento, de hastío…
No sé… Igual sí que se trata solamente de un interludio, pero sigo pensando que intersubjetivamente, la cosa ha perdido fuelle.

dilluns, 2 de març del 2015

RELIGIÓN Y MAJADERÍA



Ya la tenemos liada otra vez. Hay gente que no tiene remedio. Ahora resulta que el currículum de la materia de Religión en el Bachillerato evaluará aspectos como la comprensión del origen divino del universo o los problemas bioéticos relacionados con el origen, el desarrollo y el final de la vida. Y ya han saltado por legiones los majaderos de siempre poniendo el grito en el cielo y rasgándose las vestiduras ante tal tropelía. ¿Y qué se pensaban que iba a decir la Iglesia al respecto? Desde luego, hay gente de una aparente ingenuidad exasperante…

Vaya por delante que, exactamente de la misma manera que pienso que en un sistema educativo lo esencial es que los alumnos aprendan matemáticas –por ejemplo-, mientras que me parece secundario en qué lengua se les enseñe, -o me lo seguirá pareciendo hasta que no se resuelva lo primordial: que efectivamente aprendan matemáticas-, pienso también que el tema de la religión es en estos momentos uno de los problemas más insignificantes y menos urgentes que nuestro sistema educativo tiene planteados.

No voy a entrar, por lo tanto, a debatir sobre la conveniencia o no de que la religión como doctrina confesional forme parte de nuestros programas de estudio como materia optativa, ni de que su oferta sea obligatoria en todos los niveles y etapas con independencia de la demanda –a diferencia, por ejemplo, del latín o del griego o de tantas otras-, ni tampoco en si ha de ser evaluable o no para el expediente. Y ya digo, no voy a entrar en ello –acaso otro día- porque hacerlo me parecería eludir culpable y cínicamente los temas principales y de mayor gravedad que afectan a nuestro sistema educativo, y siendo consciente de ello, incurriría en una frivolidad que no estoy en condiciones de permitirme.

No, con quienes me voy a meter es con los majaderos que parecen escandalizarse porque un texto de religión católica sostenga el origen divino del universo, o que afirme que la persona no puede alcanzar por sí misma la felicidad. O que se relativicen los casos de Galileo, Servet o Bruno ¿Pero se puede saber de qué se sorprenden? ¿O qué pretenden que expliquen los curas? ¿Que digan que el universo no tiene sentido? ¿Es que son tan extremadamente ignorantes que no saben qué es una religión ni qué es la Iglesia o en qué consiste?

El único de los entrevistados que da en el clavo es Fernando Savater -sin que sirva de precedente-, que elude entrar a valorar los contenidos y afirma que:

“El problema es la existencia misma de una asignatura confesional organizada por el obispado, con profesores elegidos por los obispos y pagados por el Estado”
Ahora bien, si resulta que nadie considera esto un problema, y cabe suponer que es así porque ningún gobierno ha denunciado el concordato con la Santa Sede de 1979, y éste establece que la materia de Religión la organiza el obispado y a los profesores los elige el obispado ¿A quién le puede sorprender que luego digan lo que dicen?

MARIANO EL RUMBOSO


 
 
 
 
Hay que reconocer que las irrupciones de nuestros gobernantes en la escena internacional son de lo más glorioso. Sin llegar a la mojiganga de Ansar poniendo las herraduras encima de la mesa de Bush jr cuando lo de la segunda guerra del golfo –sí, con minúsculas, golfo: mangante, chorizo…-, lo de Mariano ahora irrumpiendo como un elefante en una cacharrería contra Grecia, la verdad es que se le acerca. Ahora resulta que la culpa de los recortes de aquí es por el dinero que les prestamos a los griegos.

Veintiséis mil millones de euros, 26 x 109 € es lo que, según Mariano, nos adeuda Grecia. Y sostiene Mariano que aquí las deudas se pagan, que lo que no se puede hacer es votar a las izquierdas porque no cumplen y generan frustración entre la población engañada con promesas que luego si te he visto no me acuerdo. No como la derecha, incluida la griega, los colegas de Mario, esos sí son gente seria. Obsérvese si no en qué estado han dejado a su país… y lo bien que les ha ido a ellos ¡Muy bien, Mariano! Así se habla. De modo que mucho cuidadito conque ese Varufakis se lleve a Angela al huerto y ella, agradecida, les dé cancha a los helenos. Que tiemble Grecia y toda Europa, que Mariano se ha soltado pelo y va a por todas, como ha de ser. Aquí no se perdona ni un céntimo.

Claro que, pensándolo mejor, uno se pregunta quién le ha dado a Mariano vela en este entierro. Porque es evidente que en todo esto Mariano no pinta nada, ni está ni se le espera. Lo que se haya acordado entre Grecia y la UE, es evidente que no ha sido con el concurso de Mariano, a quien nadie parece haber ni siquiera consultado. Así que, una de dos, o está mosca por el ninguneo y por eso amenaza ahora con echarse al monte, o tal vez Mariano esté hablando en clave interna, que el problema sean las  elecciones de aquí y que donde dice Siritza esté diciendo Podemos.

Claro que lo peor es si nos dejamos de coñas y nos tomamos las declaraciones de Mariano en serio, porque entonces surgen una serie de preguntas a las cuales Mariano debería responder... y no lo hace.

Por ejemplo, sostuvo Mariano que debido a la deuda griega contraída con España, se vio obligado a congelar las pensiones y a aplicar otros recortes igualmente dolorosos a la población española. Bien, si fuera así estaríamos ante un acto de solidaridad que le honra y enaltece, a la vez que le sitúa en la categoría de los pocos políticos rumbosos que en el mundo han sido. ¿Pero fue Mariano, o sea el Estado español, el que prestó este dinero a Grecia? ¿O fue la banca privada española? ¿La misma que compraba deuda española al 6% y al 7% con el dinero que el BCE les prestaba al 1% de interés? Porque el BCE no presta a los estados, sino a los bancos privados.

Y la duda que ahora mismo tiene uno es cómo, cuándo y  quién le prestó esos dineros a Grecia. Y a quién, claro. ¿Y cómo fue entonces que una España endeudada y con la prima de riesgo por las nubes les prestó dinero a los griegos? Porque a lo mejor, si con lo que les prestamos a los griegos nos hubiéramos podido ahorrar los recortes ¿Por que lo que nos inyectaron no se lo daban directamente a los griegos y nos ahorrábamos intermediaros?
¿Acaso nos endeudamos para prestar dinero? Francamente, esperpéntico.