dissabte, 8 de març del 2014

ALGO MÁS SOBRE RUSIA Y UCRANIA









Es bien cierto que nunca sabemos los acontecimientos que se pueden desencadenar a partir del aleteo de una mariposa. Por lo tanto, siempre es prudente mantener una cierta distancia ante previsiones que no contemplen la posibilidad de errar. Pero también es verdad que, a veces, el contexto mismo nos está diciendo que Armagedón todavía puede esperar.

No creo que pase nada del otro mundo con relación a la crisis de Ucrania. Y más bien pienso que ciertos alarmismos son más para consumo interno que otra cosa. Rusia quiere lo que considera suyo y entiende que le quitaron en mala ley. Lo más probable, a ver si acierto, es que Crimea se convierta en algo así como la república turco-chipriota; que nadie, o casi nadie -a ver qué dice China- reconozca la integración o anexión, pero que esta se consolide de facto de acuerdo con los designios de la realpolitik putiniana. El de iure ya vendrá luego, como siempre.

Ucrania, por su parte, puede acabar escindida o, pienso yo que, más bien, convertida en una confederación que, una vez más, de facto, serán dos países que vivirán de espaldas, pero las apariencias, ahí sí cuentan, se habrán salvado.

Los EEUU no agudizarán una crisis que, de perseverar en ella, no les puede traer nada bueno y que, además, les importa más bien poco. Y no sólo porque Rusia sea «algo» más que Irak, Serbia o Irán, sino también porque a nadie en sus cabales le interesa su desestabilización y hay que contar con ella. Al cabo, y ahí sí creo que el pragmatismo norteamericano se impondrá al pangermanismo (¿sólo?) económico de Frau Merkel, lo verdaderamente importante, la Europa del este, está plenamente consolidada en la esfera occidental. Las zonas en disputa son sólo una parte de las que Rusia perdió y las más «suyas». Así que, al final, todos salvarán la cara, menos los que estos mismos decidan que les ha tocado pringar. Así es la política, así es la vida.

divendres, 7 de març del 2014

EL PRIMER ERROR DE LA LOMCE (ENLACE)


 
Lo proclamaba Luc Férry, por entonces ministro de educación francés, en su opúsculo «Lettre à tous ceux qui aiment l’école» (2003). El sistema educativo debe volver a su función primordial de transmisión de conocimientos, y para ello, hay que incentivar el esfuerzo y la meritocracia entre el alumnado. Aquí, con la reforma de la LOGSE a pleno rendimiento, nadie se quiso enterar. Y continuamos, más de 10 años después, cargando con un sistema educativo deteriorado y presa de sus propios tópicos.
Y éste es el primer error de la LOMCE, tanto conceptualmente como secuencialmente. Está en su primera frase...


MARIANO Y LA "DOCTRINA KRUSHCHEV"






Sostiene Mariano que el referéndum de Crimea para decidir su anexión a Rusia es ilegal. Supongo que a Putin se le habrán helado las venas y, ante tan fogosa declaración del presidente español, ya debe estar ordenando la retirada de las fuerzas rusas de Crimea... o llamando a los reservistas. La verdad, Mariano ha perdido una excelente oportunidad de no hacer el ridículo.

Porque para considerar ilegal que Crimea pueda separarse de Ucrania e integrarse a Rusia por medio de un referéndum, sin duda ha de pensar Mariano entonces que sí fue legal la cesión de Crimea a Ucrania, llevada a cabo por Krushchev, medio ucraniano, por cierto, en los años cincuenta del siglo pasado. ¿Les consultó Khruschev a los crimeos? Y si no les consultó ¿Hemos de entender que para que sea legal no hay que consultar?

Porque, a ver, si el referéndum es ilegal por mor de la inviolabilidad territorial de Ucrania, deber ser porque la cesión sí fue legal. Y si la cesión fue legal, entonces si Mariano decide ceder Cataluña a Francia, Ceuta y Melilla a Marruecos y las Canarias a los EEUU, esto sería legal, les guste o no a sus poblaciones, siempre en base a la jurisprudencia establecida por la doctrina Krushchov. ¡Bien por Mariano!

¿De qué referéndum estaba hablando Mariano? ¿Le traicionó el subconsciente?



CABALGANDO CON "EL TETE"




Dudosa maniobra la de Junqueras fichando a Ernest "tete" Maragall para su candidatura a las elecciones europeas. Dudosa porque está introduciendo en su casa a un personaje que no sólo no aporta nada, sino que resta. Como mínimo entre los docentes catalanes, no van a aumentar los votos a ERC porque lleve a este individuo en sus listas, sino todo lo contrario. Además, Ernest Maragall nunca ha representado a nadie más que a sí mismo. Eso sí, se auguran días movidos sin ocasión para el aburrimiento. Maragall no viene a hacer de comparsa de Junqueras, por quien no creo que sienta sino un desprecio de clase sólo comparable con su arrogancia.

Si Terricabras es el teórico del «masoverismo» como forma catalana de estructuración social, Maragall es el señoritismo propio del nepotismo anti ilustrado. Menudo tándem. Ha afirmado ser economista y analista informático sin tener, ni éstas, ni ninguna otra titulación universitaria. Eso sí, trabajó en el área de economía del Ayuntamiento de Barcelona, del que es funcionario municipal sin que conste que ganara ningunas oposiciones. ¿Cómo entró, entonces, en los tiempos de Porcioles?

Su carrera política transcurrió siempre a la sombra de su hermano en el PSC, aunque otras fuentes afirman que era él quien le aupó y siempre movió los hilos. Convertido en consejero de educación como compensación familiar por la defenestración de su hermano, su etapa al frente de la educación catalana fue, simplemente, nefasta. Luego, una vez sin cargo, abandonó el PSC, eso sí, dejando su «cagadita», la LEC. Claro que, al menos en temas educativos, ahí sí que encaja en ERC, que han sido sus más entusiastas seguidores. La diferencia es que ellos se lo creen, él no. El sólo cree en Ernest Maragall.

No sé, pero tengo para mí que a Junqueras pronto intentarán moverle de la silla. Si no, al tiempo.

dimecres, 5 de març del 2014

LA VENGANZA DE MNEMÓSINE (Μνημοσύνη) (¿MEMORIA O INTELIGENCIA?) III de III

 
Desde una lectura superficial, podría decirse de ambas obras que se apuntan al linchamiento de la memoria... Nada más falso. Más bien el mensaje que nos dejan es que la memoria, sin la inteligencia, no es nada. Entendámonos, no es ni memoria. Porque la memoria es información, y es sobre esta información que construimos nuestro conocimiento, poniendo los hechos en relación, negligiendo lo prescindible, construyendo conceptos...
Se diría que los detractores de la memoria han confundido la memoria mecánica, la simple acumulación de datos en la mente, con la memoria significativa, la capacidad de organizar estos datos con una intención concreta. Y al hacerlo, no solamente denostan a la primera arguyendo que dicha información se puede hoy en día obtener por otros medios, como por ejemplo internet, sino que a la vez confunden la segunda con la imaginación, la creatividad o la espontaneidad. Los hechos significativos se guardan en nuestra memoria y son los que nos permiten explicar en dos minutos la trama de Hamlet o del Quijote; son los que la inteligencia busca y extrae de nuestra memoria dentro de un contexto, para construir sus tramas de significado. Y este significado lo es para un sujeto cognoscente, no para un loro, por ejemplo.
La patochada, con perdón, pero sólo puedo definirlo así, de pensar que las facilidades actuales de acceso a la información nos dispensan de la necesidad de memorizar, sólo pueden fundamentarse en dos suposiciones igualmente extravagantes, a la vez que contrapuestas. La primera, que la simple información, los hechos, contienen en sí mismos una cierta significatividad que los hace cognoscentes. El sujeto, en cuanto a tal, no tiene entonces nada que entender porque ya está todo entendido en ellos. Se trate de simples hechos o de las teorías más complejas. Con ello, se está negando al sujeto cognoscente como requisito para que haya conocimiento.
La segunda, en las antípodas de la anterior e igualmente extravagante, presupone todo lo contrario: que el individuo es depositario y contiene formalmente en sí este conocimiento; que cualquier información que obtenga podrá ser procesada y sistematizada sólo con seguir sus impulsos espontáneos. Vamos, que hasta la «anamnesis» se queda corta. O sea, algo que ni el más delirante de los innatismos se atrevió a postular jamás. Porque no hace falta ni esfuerzo para recordar.
 
Más trivialmente: Lo que hoy ofrece internet es lo que antes eran, y siguen siendo, las enciclopedias y las bibliotecas. Que la cantidad de información accesible sea mucho mayor no es relevante para el caso, porque seguimos sin estar eximidos de memorizar, ni aunque luego gran parte la olvidemos, para suprimir lo irrelevante y las diferencias, para distinguir lo significativo en relación a lo que queremos entender o conocer... lo que se le llama procesar la información. Y esto sólo lo puede hacer un sujeto cognoscente, es una operación del intelecto. Y sin ella, no hay sujeto cognoscente. Por eso, como decíamos en la primera entrega, se hubiera reído tanto Descartes.



dilluns, 3 de març del 2014

RUSIA Y LOS NUESTROS


Como ya indicó hace tiempo Pérez Reverte a raíz de la polémica que suscitó la película «300» -cuya segunda parte se estrena, si no recuerdo mal, este próximo viernes- y su supuesta incorrección política, que tantos sarpullidos levantó entre el buenismo biempensante, no deberíamos olvidar, se mire como se mire, que los griegos eran «los nuestros».

No creo que se trate de ninguna simplificación, sino, en todo caso, de una evidencia. Digo esto a modo de exordio antes de empezar una breve y modesta reflexión sobre lo que está pasando en Crimea, entre Rusia y Ucrania. No ignoro quienes son «los míos», o mejor «los nuestros», pero no creo tampoco que esto deba enturbiarnos el juicio. Así que allá va...

La asimetría con que desde siempre se ha juzgado a Rusia, con razón o sin ella, en eso no entro ahora, más bien me parece construida como legitimación de ciertos intereses, que no desde una más que dudosa convicción en los valores y libertades democráticas, desgraciadamente tan escasas por aquellos pagos. En otras palabras, pienso que a nuestros creadores de opinión les importa un higo que en Rusia o en Ucrania haya o no democracia. Ellos sabrán por qué...

No seré yo quien rompa una lanza en favor de Putin. A quien así lo interprete, ya le anticipo que se equivoca. Pero creo, aun así, que hay ciertas cuestiones que no deberíamos perder de vista, aunque sea sólo para constatarlas y poder hacernos una mínima composición de lugar.

Primera. La política exterior rusa no distingue entre zares, soviets y su actual y carnavalesca democracia.

Segunda. Desde siglos, Rusia pugnó por conseguir dos salidas marítimas, al Báltico por el norte y al Mediterráneo por el sur. Por el norte lo consiguió Pedro el grande al establecer allí su capital, San Petersburgo. Pero aquello en invierno se hiela. Luego vinieron las actuales y recientes repúblicas bálticas y, después de la segunda guerra mundial, la Prusia oriental alemana. Königsberg, la ciudad de Kant, es hoy Kaliningrado y pertenece a la Federación rusa.

La salida hacia el Mediterráneo fue a través del Mar Negro, y su base fundamental la península de Crimea, hoy territorio en disputa. Tras muchos avatares, el sueño de los zares lo realizó ni más ni menos que Stalin.

Tercera. La única vez que Rusia estuvo "bien vista" por Occidente fue cuando se involucró en la primera guerra mundial, con Francia e Inglaterra, contra Alemania, los malos por aquel entonces, impidiendo con ello una rápida victoria alemana que hubiera dejado al Káiser sin rival en el continente. El precio que pagó fue muy alto; millones de muertos y la revolución bolchevique. Lo de la segunda guerra mundial es otra historia...

Cuarta. Más que bien vista, Rusia fue menospreciada, mutilada, sañudamente humillada y puesta a subasta pública internacional tras el colapso de la URSS. Eran los tiempos de Yeltsin, cuando bombardeaba el parlamento con el aplauso de las democracias occidentales.

Quinta. Guste o no, Ucrania es una denominación genérica y geográfica, no política, donde se ha creado un estado que incorpora la antigua Galitzia -imperio austríaco en su momento- y una parte de la Rusia histórica. Kiev fue la tierra de los primeros zares -«zar» significa «césar», en ruso, al igual que «káiser», en alemán- y se la consideró «la tercera Roma», después de la misma Roma y Constantinopla -actual Estambul-, condición que perdió en favor de Moscú.

La creación de un estado ucraniano sólo se puede entender, como la de Bielorrusia, desde el contexto de los sucesos que llevaron a la implosión de la URSS, desde los planes de expansión alemanes o, también, como cordón «sanitario». Lo demás es filfa.

Sexta. Más allá de la controversia -lo admito- que pueda suscitar la anterior afirmación, lo cierto es que Crimea nunca perteneció a Ucrania, ni cuando ésta no existía, por razones obvias, ni cuando se constituye en república soviética. Fue Krushchov quien, en una noche de farra al borde del coma etílico, decidió escindir Crimea de Rusia e integrarla a Ucrania.

Séptima. El sentido y las convicciones democráticas, así como su tradición, brillan igualmente por su ausencia entre los dirigentes pro occidentales que entre los rusófilos. Pretender ver en unos los valores democráticos occidentales y en los otros el bigote de Stalin, es o capcioso o ingenuo.

Octava. Si algo demuestra lo que está pasando en Ucrania -y ojo a otros países del nuevo «cordón sanitario»- es que no se puede gobernar contra una «minoría» del treinta, del cuarenta o del cuarenta y nueve por ciento. Y esto es lo que ha estado sucediendo en Ucrania bajo cualquier gobierno, de cualquier color, desde su fundación.

Novena. No me cabe la menor duda de que Rusia no es lo que fue en cuanto a superpotencia, pero no es ni la Serbia de Milosevic ni el Irak de Saddam Hussein. No se la puede humillar así como así, sin más. Cerrar en falso ciertas cuestiones tiene este problema, acaban reapareciendo, si cabe más agravadas. Pasó en la «paz» de Versalles y está volviendo a pasar con la liquidación de la URSS.
Décima (y última, a modo de conclusión). Si Rusia y su pulsión expansionista representan realmente un peligro, que se diga claramente y por qué. Que se proceda a la partición de Ucrania o a lo que sea, pero por favor, que no nos vendan motos. Menos aún en nombre de la libertad y la democracia. No queremos motos «vendadas». Mucho me temo que "los nuestros" se están equivocando.

FUNES Y EL LORO (¿MEMORIA O INTELIGENCIA? II de III



El genial Borges nos brindó en su inolvidable «Funes el memorioso» una maravillosa fabulación sobre la memoria que, pienso yo, debería ser de lectura obligatoria en el Bachillerato. Resulta que el tal Ireneo Funes dispone de una memoria tan excepcional que, para él, recordar un día de su vida le lleva 24 horas. Funes vive postrado en un camastro como consecuencia de una caída de caballo que le había dejado paralítico y que, a su vez, pudo ser la causa de tan colosal memoria. Y trata de entretenerse fabulando con ella de manera algo extravagante.
Una vez, Funes trató de elaborar un sistema numérico propio, en el cual «el negro Timoteo» era el 23437, y «la locomotora», pongamos por caso, el 39271... Y así. Al cabo de un tiempo abandonó su proyecto ante lo inconmensurable de la tarea que se había propuesto. Cuando el narrador -el propio Borges- trata de convencerle de lo absurdo de tal sistema numérico, entre otras razones porque no es un sistema, sino más bien todo lo contrario, obtuvo por respuesta una mueca de indiferencia. Para Ireneo Funes, la nube de hacía cinco minutos no era la misma que la de ahora, ni el perro de ayer era el de hoy, ni cualquiera de nosotros el mismo de un minuto antes. Aquello que en los demás es imperceptible, no lo era para Funes. Su sistema neurosensorial era probablemente el mismo que el del resto, pero en él toda la información permanecía fatalmente retenida sin que pudiera realizar las operaciones intelectuales propias de la mente humana, de la cual salen constructos teóricos como el sistema numérico... o los propios conceptos. Vamos, las operaciones propias de la inteligencia.
A primera vista, el ejemplo de Funes podría parecer una prueba fehaciente de que la memoria no sirve para nada... claro, si no hay capacidad de abstracción. "No creo que fuera muy capaz de pensar" afirma el autor, porque pensar es abstraer, es suprimir la diferencia. Y eso Funes no lo sabía hacer.
Para Funes, relatarle a alguien «Ana Karenina» no podía consistir en otra cosa que en la declamación de la obra entera. Para los humanos no es así. No podemos recordar de memoria la obra entera, por cierto, como lo hacían los antiguos aedos con la «Ilíada», pero podemos entender su trama, su desarrollo y su desenlace. Pero para ello hemos de recordar algo, no todo, sin duda, pero sí lo «esencial». Y eso es memoria. Es nuestra memoria.
En una obra mucho más ligera, pero a la vez extraordinariamente simpática, nos topamos con algo parecido, pero en otro ámbito. Se trata de «El teorema del loro», de Denis Guedj.
Un viejo matemático que vive en una recóndita mansión en la selva del Amazonas, ha conseguido el objetivo de su vida: la demostración del teorema de Fermat. Sabe que hay obscuros poderes que se quieren hacer con ella y que su propia vida está en peligro. Antes de su muerte, para preservar su descubrimiento, hace que su loro favorito memorice la demostración y lo envía, sin informar de ello, a un viejo amigo suyo en Paris, al que no veía desde los tiempos  de la Sorbona de los años treinta. Estamos a finales de los noventa...
Después de sucesivos avatares en forma de persecuciones y asesinatos por mor de un loro que todo el mundo supone que encierra un secreto, pero que sólo una persona sabe cuál es -otro antiguo compañero, convertido en mafioso y que codicia el secreto-, el loro acaba de nuevo liberado en la selva del Amazonas, esta vez en una memorable escena con la que finaliza el libro: en plena jungla, rodeado de congéneres con los cuales, en coro, recitan de memoria una de las demostraciones más buscadas de toda la historia de las matemáticas. Pero ninguno entiende nada. Y en realidad la demostración se ha perdido irremisiblemente. Porque no hay sujeto cognoscente para entenderlo.


dissabte, 1 de març del 2014

LA FRIVOLIZACIÓN DE LA MEMORIA (¿MEMORIA O INTELIGENCIA? I de III

 
 
Tengo para mí como algo insólito que tanto emboscado como hay siempre acechando y dispuesto a criticar el ejercicio y la incentivación de la memoria en el sistema educativo -empezando, por cierto, por el propio sistema educativo que padecemos-, nunca se les "olvide" de arremeter contra dicha facultad psíquica a la menor oportunidad. De ello debo inferir que, o bien estamos entendiendo cosas distintas bajo el mismo término, en cuyo caso estaríamos ante un malentendido, o alguna de las partes no es consciente del uso que hace de la memoria que tanto critica. Sí, ya sabemos que la memoria nos engaña, hasta que la estamos editando en cada momento, y que olvidamos. Pero supongo que tampoco nadie renunciará a andar porque «descubra» que sólo dispone de dos piernas y preferiría tener cuatro.
Literatura filosófica, psicológica y neurológica la hay en abundancia para, si se trata de un malentendido, enmendar este error mediante el estudio y la lectura. Si se trata, en cambio, de una actitud auto legitimadora, porque esté de moda o porque se vendan libros denostándola, digamos entonces que puede tratarse de actitudes comprensibles, pero no demasiado honestas. ¿No será que estamos proscribiendo aquello en lo que no destacamos? Ya se sabe, de noche todos los gatos son pardos o, como decía Hegel, todas las vacas, grises.
Viene tal vez a cuento de todo esto la perplejidad de Descartes cuando se sorprendía al constatar que había conocido a mucha gente que proclamaba sin el menor empacho aquello de "No, si inteligente yo ya lo soy, lo que ocurre es que tengo una memoria fatal" y, en cambio, no haber topado nunca con nadie que le dijera "yo tengo una memoria excepcional, pero soy muy poco inteligente".
Sí, el mismo Descartes que luego, en aquel arsenal de ideas brillantes que son las Regulae, nos recordaba -cito de memoria- que no por haber memorizado la República de Platón o un tratado de geometría, seremos filósofos o matemáticos. ¿Significa esto que Descartes compartía los despectivos criterios sobre la memoria que sus detractores actuales? No, claro que no. Simplemente que la memoria es una condición necesaria, pero no suficiente. Añado de propia cosecha, si hay entendimiento sin memoria, es decir, sin datos que procesar, no puede haber inteligencia. Exactamente igual que un procesador de última generación no nos servirá de nada sin un disco duro de memoria. Se puede externalizar, dicen los detractores de la memoria, y entonces entra en escena la majadería papanatas de los fascinados por las nuevas tecnologías y el acceso a la información. ¡Como se reiría Descartes!
¿Y la memoria sin inteligencia? Bueno, de eso vamos a hablar en la próxima entrega, a propósito de Funes y el loro.