No. No se trata de
ninguna némesis que irremisiblemente persiga a los chorizos y les lleve a dar
fatalmente con sus huesos en la cárcel; ni tampoco hay en todo este mamoneo
ningún elemento romántico que evoque la obra que el titulo de este post
toma parcialmente prestado. Pero sí es cierto que, cada vez más, este tuno lleva
camino de convertirse en un héroe trágico de Eurípides, de los que decía
Nietzsche que, no creyendo ya en el destino urdido por las moiras, se lo
planifican a su conveniencia y si, como siempre ineludiblemente, al final la
cosa les sale mal, más bien parece que sea por un error de cálculo como, por
ejemplo, haber sobrestimado sus propias posibilidades. Que se lo creyeron demasiado, vaya.
Ciertamente no hay
en el sino de Bárcenas inapelabilidad trágica alguna, sino más bien la suerte del
chorizo que se pasó tres pueblos convencido de su invulnerabilidad. Su soledad,
vista así, abandonado por los suyos, más bien evoca un fatum de
naturaleza corleonesca: la del que creyó tener agarrados por los huevos a los
más poderosos miembros de “la familia” y que ahora empieza a constatar la
inanidad del individuo una vez ha sido abandonado por ésta. No hay vida fuera
de “la familia”. Y hasta puede que sea el “elegido” para el aquelarre catárquico
que se avecina. Muy buenas bazas habrá de tener para salir bien parado de este
trance. No digo que no las tenga, pero lo dudo.
En realidad, su
historia tiene algo de entrañable por su extrema cutrez, la de tantos y tantos
personajillos como él, que siendo en principio una simple pieza de ensamblaje
del sistema, acabaron poniéndolo a sus servicio hasta creerse invulnerables por imprescindibles. Recordemos,
por ejemplo, su famosa peineta a los periodistas. Pecado de hybris, diría un griego; la avaricia
rompe el saco, diríamos acaso hoy. Nadie, nadie es imprescindible.
Sea como fuere, lo
cierto es que Luis Bárcenas dispone actualmente de todo el tiempo del mundo para meditar sobre
lo efímero de la gloria mundana. Fortuna
audaces iuvat, debió pensar en sus tiempos de gloria. Sic transit gloria mundi, puede que piense ahora desde Soto del
Real. Aunque tengo para mí que acaso no quiso entender , cuando se lo dijeron, aquello de ubi patronus imperat nauta minus, lo
cual le llevó a comprobar que extra
eclesia nulla spes. Y es que incluso
osó robarle a “la familia”, por cierto, en proporciones tan brutales que, a juzgar
por lo que él mismo dice, más bien parece que el comisionista fuera “la familia”
y Bárcenas el destinatario de los óbolos.
Su problema consiste en que al ser
dichos óbolos a su vez de procedencia más negra incluso que su propia
conciencia, lo tiene crudo para probar nada. A menos, claro, que además de
corruptos fueran necios y hubieran firmado un “recibí”, lo cual no parece ser
el caso, como mínimo, de aquellos hacia los que apunta. El dinero negro tiene esas cosas.
Sí, sin duda un caso de Hybris. A veces, no haber leído a los griegos tiene sus cosas.
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