No
sale mucho mejor parado que Roldán el germano Arminio, vencedor de los romanos
en los bosques de Teutoburgo. Su encumbramiento ideológico como encarnación del
Volksgeist alemán corrió a cargo del
II Reich de Bismark. Dejaré de lado los mitos del III Reich porque sólo con
echarles un vistazo se evidencia que nos las estábamos habiendo con un grupo de
tarados. No... Mejor Bismarck, que era más listo.
Después
de la unificación alemana bajo la égida prusiana en 1870, había que
ideologizar, y uno de los aspectos de la ideologización es tirar de mitos.
Haberlos, lo que se dice haberlos, habíalos y sobradamente en la tradición alemana.
Pero estaban en muchos casos excesivamente «romanizados». En otras palabras, demasiado
«civilizados». Carlomagno, por ejemplo, tendría tanto derecho a ser un referente
alemán como francés. Y esto no servía. Había que buscar algo más «alemán», exclusivamente
«alemán». Y a parte de Wagner, le tocó a Arminio.
Arminio
era un caudillo germano, parece que de la tribu de los queruscos, que servía en
la caballería auxiliar romana, a las órdenes de Publio Quintilio Varo, que con
las XVII, XVIII y XIX legiones, se encontraba sometiendo la Baja Sajonia, entre
el Rhin y el Elba. Como las cosas pintaban mal, Varo decidió retirarse a
lugares más seguros. Durante la lenta marcha -tres legiones más todo su
"acompañamiento"- el "olor" a botín fue atrayendo a varios
régulos germanos. Arminio entró en tratos con ellos y acordó cambiar de bando
en el momento preciso, a cambio de ejercer el mando. Y así lo hizo en el bosque
de Teutoburgo, la mayor derrota militar romana desde los tiempos de la batalla
de Cannas.
Pronto
hubo problemas entre los régulos germánicos a raíz del móvil que les había
«unido», el reparto del botín, y contra las ambiciones megalómanas de Arminio.
Arminio fue asesinado poco después por sus propios «compatriotas», los romanos
se hicieron fuertes en la frontera del Rhin, los germanos prosiguieron con sus
trifulcas de siempre y prácticamente nada importante se movió en los tres
siglos siguientes. Eso sí, nunca una legión romana volvió a llevar los números
XVII, XVIII o XIX.
Arminio
tuvo en realidad una intervención que, históricamente no cabe calificar sino de
irrelevante. Qure ver en él a un protopatriota alemán, es como querer ver a un estadista en Fernando VII. Pero 1879 años después, se rediseñó su perfil como el del personaje
ideal para encarnar la nueva parafernalia hacia donde se quería que mirara la
nueva Alemania del II Reich.
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