divendres, 22 de maig del 2015

PODEMOS CATALUÑA: ¿SECUESTRO POR ENTRISMO? (I de II)




El mayor problema de «PODEMOS» en Cataluña no es la improvisación de candidaturas que hubieran debido realizarse bajo unas mínimos requisitos de implantación orgánica previa en el territorio, algo que también les ocurre en el resto de España y que afecta igualmente a C’s, aunque en otro sentido. Tampoco, aunque algo más, el perfil bajo acreditado por sus dirigentes catalanes. No, el gran reto de «PODEMOS» en Cataluña, el mayor peligro que afronta ahora mismo esta formación es, en la mejor tradición trotskista, el entrismo por parte del independentismo radical, que puede acabar desdibujando su discurso en torno a este tema, y vampirizarlo hasta el punto de relegarlo a mera anécdota entre las miasmas de las CUP y la izquierda oficial catalana que abreva en los corrales nacional/independentistas. Las acusaciones de lerrouxismo por un lado, y el entrismo decidido a combatirlo poniendo el hecho nacional por delante, por el otro, convergen en un proyecto destinado a neutralizar un discurso federalista y superador que, como no podía ser de otra manera, es el peor enemigo del nacionalismo catalán, en cuyo universo sólo encaja una España excluyente que justifique la necesidad de la inevitable secesión.

En principio, la decisión de no presentarse con sus siglas a las elecciones municipales fue un acierto. «PODEMOS» se constituyó, como mínimo después de su puesta de largo en las elecciones europeas de ahora hace un año, como una marca con votos y al alza, pero sin estructura para metabolizarlos en tan procelosos océanos como los de unas elecciones municipales. Estaban en condiciones de afrontar unas elecciones autonómicas y, por supuesto, unas generales, pero no unas municipales. La renuncia a participar en ellas me pareció, pues, una opción táctica de inteligencia política poco habitual.

El problema, en mi opinión, es que la renuncia fue a participar directamente con su marca, pero no que los círculos, asambleas, células, colectivos o como se le llame, que iban surgiendo de «PODEMOS» en los distintos territorios, renunciaran a participar también bajo otras coberturas electorales. Este ha sido, creo yo, el gran error, sobre todo en el caso de Cataluña, dado el particular enrarecimiento de su atmósfera política. También han tenido problemas en Madrid, aunque allí, al estar más arraigados, también en el tiempo, lo han sabido reconducir con algo más de tino. No así en el caso de Cataluña. Porque aquí, el discurso de «PODEMOS», se mire como se mire, choca frontalmente con el independentismo, y ello no sólo porque pueda arrebatarle amplios sectores de independentistas sobrevenidos, sino también porque en el plano teórico del discurso político, para el independentismo «PODEMOS» es su mayor enemigo.

Porque el hecho es que, al no haber aquí elecciones autonómicas,  sólo municipales, los distintos grupúsculos que deberían haber constituido la base –y la semilla- de «PODEMOS» en Cataluña, se han integrado en candidaturas de «unidad» en las que han quedado diluidos como formación, con discursos demasiado frecuentemente contradictorios con el que, al menos, parecía el discurso oficial podemista con respecto a la llamada cuestión nacional catalana; ello con el añadido que, a la vez que abducidos en los más variopintas candidaturas, tal abducción contribuye a la vez a aupar candidatos y formaciones cuyo discurso es claramente independentista. Y ello no sólo genera confusión, sino que hipoteca el futuro de «PODEMOS» en Cataluña y amenaza convertirlo en subsidiario de ICV o las CUP, adscritas al independentismo más descerebrado, cuando no hace mucho las encuestas le auguraban ser la primera o segunda fuerza más votada en unas generales, y la segunda o tercera en unas autonómicas.

Hay muchos casos que podría citar, pero vayamos al que, quizás sin ser el más grave, es ello no obstante el más emblemático y significativo: Barcelona. En la capital catalana, «PODEMOS», aunque aquí no participe con las CUP, como en otras localidades, sí lo hace con ICV-EUA, donde, muy especialmente en las primeras siglas, anida la izquierda oficial independentista y empesebrada, amén de otras formaciones ideológicamente heteróclitas. Es decir, una candidatura de la izquierda «nacional» a la izquierda del PSC.

La número uno y candidata a la alcaldía de Barcelona por esta coalición –Barcelona en Comú, Guanyem Barcelona-, es ni más ni menos que la ínclita Ada Colau. Para muestra, un botón. La señora Ada Colau proclama que no es nacionalista ni independentista, pero a continuación afirma que en el referéndum/barbacoa del 9-N votó Sí-Sí. ¿Se puede entender esto?
Vaya por delante que me parece tan respetable un sí-sí, como un sí-no, un no-no y hasta, si lo hubo, un no-sí (aunque sea un atentado contra la lógica). Pero lo mínimo que se le puede exigir a alguien es que sea coherente en sus afirmaciones. Y Colau no lo es. Porque no se puede votar sí-sí, es decir, votar a favor de la independencia, y a continuación manifestarse como no-nacionalista y no-independentista. Y si eso resulta que lo entiende un niño de teta, pues que me traigan al niño de teta. O que se lo lleven a la señora Colau.
(Continuarà...)

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