dijous, 8 de gener del 2015

EL CHANTAJE DE LA CASTA


Una cosa es que la política sea el arte de lo posible, y otra muy distinta que lo real se dictamine como lo único posible. Menos aún si quien lo dictamina es juez y parte. Algo así ocurre hoy en día con la clase política, gestora de unos intereses, acaso algo abstractos, pero con nombres, siglas y acrónimos muy concretos. Con el tema de la crisis y su pésima gestión, por ejemplo, se nos ha estado diciendo durante todo este tiempo, y se nos sigue diciendo, que no hay más cera que la que arde, o lo que es lo mismo, que los de siempre, a tragar, que para eso estamos.

Y cuando la gente se harta de tragar y empieza a tomar en consideración otras opciones, entonces vienen las amenazas y los chantajes. Ellos, la casta, son la garantía de la democracia y de que la respeten sus valedores –los intereses a los que sirven-. Y sin ellos, el caos. Si Grecia no traga, por ejemplo, y Siritza gana las elecciones, la echarán del euro. No hará falta que se vayan, simplemente se la echará y aquí no ha pasado nada. Lo que hace dos años se antojaba un desastre, hoy se presenta incluso como una medida sanitaria. Lo ha dicho Frau Merkel, que de esto sabe mucho.

Es posible que Grecia haya estado sumida en una corrupción galopante, pero es la misma corrupción que les permitió a los banqueros alemanes hacer pingües negocios hasta que la cosa no dio más de sí. Y en esto no tuvo nada que ver Siritza. Pero Siritza es ahora el demonio y a los griegos se les advierte sin contemplaciones: si votáis a Siritza, os quedáis fuera; si votáis a los «nuestros», es decir, a los mismos que perpetraron el dislate, ya veremos… a lo mejor hasta os dejamos quedaros. A esto se le llama democracia…

En realidad, lo de Grecia no es sino una advertencia a fenómenos como PODEMOS en España, o a otros de variopinto signo que están proliferando en Europa, desde el Frente Nacional en Francia hasta Beppo Grillo y sus estrellas en Italia, cuyo factor común es el hartazgo con una clase política inoperante, sujeta a directrices que se ven como lejanas, tendenciosas y siempre a favor de los mismos, y unas políticas de lo «posible» que, desde la caída del muro en 1989, pasaron de ser el talismán del capitalismo de rostro humano a económicamente insostenibles, y llevan camino de cargarse lo que en su momento se llamó el estado del bienestar. Si no se lo han cargado ya.

Será una exageración, pero las alarmas que en su contra se están activando en España, desde la izquierda oficial domeñada, hasta los nacionalistas de uno u otro signo, son claramente indicativas de este miedo a perder la poltrona como casta. La poltrona desde la cual se gestionan los intereses a los que sirven. Luego, los que vinieren, acaso sirvieren también a estos intereses o no, eso ya se vería, pero no serían ya «ellos». Y esto les pone nerviosos. Son parte del establishment y quieren seguir en él, les va muy bien en él…

Ahora nos dicen que ellos son la garantía de la democracia, y que si vienen los otros, los bancos no darán créditos –como si ahora los estuvieran dando-, los empresarios despedirán a sus trabajadores –como si ahora no lo estuvieran haciendo cuando peligra el beneficio-, los ricos se llevarán del dinero a paraísos fiscales –como si ahora no lo hicieran también ellos mismos- y que, eso es lo importante, la democracia peligra –como si lo que tenemos ahora no fuera sino remedo de democracia. En definitiva, ellos, la casta, se presentan como garantes homologados de un orden que está saltando por los aires en gran parte por sus propias culpas. Y sin ellos, nos dicen, la demagogia y el caos. Mientras los alternativos sean unos pocos, vale, y si sólo se preocupan por el medio ambiente o el matrimonio gay, mejor que mejor. Pero si son demasiados ¡ay! esto ya es harina de otro costal. En definitiva, los pirómanos que  incendiaron el sistema se presentan como los únicos bomberos posibles.

A uno todo esto le recuerda una vieja película que pasaron por TVE hace muchos años. Lo protagonizaba el inefable Telly Savalas, también conocido por su epónimo "Kojac". Se corresponde a lo que en su época se le llamaba un "telefilme", palabro que, técnicamente, refería más a lo que no era que a sus contenidos propios. Filmación de metraje -en tiempo- de sala de cine, pero para la televisión. Aventuraría que el argumento se basaba en un relato de los "Completely Unexpected Tales”, de Roald Dahl, pero no me atrevería a asegurarlo. El tema era el que sigue.

El gurú de una secta de tarados y sus adeptos, entre espiritualistas y terroristas a lo Charles Manson, se infiltran como turistas en un transatlántico de lujo. Una vez en alta mar, se hacen con el control del buque, matan a parte de la tripulación para demostrar que la cosa va en serio y exigen una serie de condiciones, básicamente dinerarias, para liberar a los rehenes que han tomado. Las autoridades acceden a sus peticiones. Llega entonces el momento de abandonar el barco y cubrir debidamente la retirada.

Pero el gurú no es tonto, sabe que si la banda de secuestradores se larga en los transportes que les han facilitado, irán a por ellos. Para evitarlo, cada miembro de la banda toma un rehén para la fuga entre los pasajeros del barco. Si eran treinta terroristas, pues treinta rehenes. Y huelga decir que al menor atisbo de persecución o represalias ni aun insinuadas, los rehenes cascan. El acuerdo es que cuando la banda llegue a su Arcadia particular, ya a salvo de represalias, liberarán a los rehenes. Pero hay trampa ¿Cuál?

El paranoico gurú -paranoico no es sinónimo de tonto- había urdido un ingenioso  plan. En realidad, no eran treinta los terroristas que habían subido a bordo, sino sesenta, y cada uno de los treinta elegía a un rehén que, en realidad, era también de la banda. Con ello se aseguraban la impunidad hasta que, como mínimo, se descubriera el pastel, si es que se descubría. Y para entonces estarían ya todos a salvo. A su vez, dejan en el trasatlántico una bomba que se lo llevará para siempre al fondo del mar. El ardid, ciertamente, y dicho sea de paso, acabó fracasando. El factor humano, ya se sabe…
A mí, lo que me evoca esta situación de falso secuestro y de ampararse en supuestos rehenes que son en realidad cómplices, es su analogía, acaso algo estrambótica, con la actitud de la casta política frente a PODEMOS. Dicen que sin ellos peligra la democracia, como si la tuvieran secuestrada, pero en realidad los supuestos rehenes son sus prebendas y privilegios, a la vez que han puesto también una «bomba» en la democracia: sus prácticas corruptas y la milonga de que sin ellos, el caos. Lo que nos están diciendo en realidad cuando nos advierten contra PODEMOS, es que los que de verdad mandan no aceptarán a otros  interlocutores que a ellos.  Ya veremos si les sale bien…

2 comentaris:

  1. Permíteme felicitarte, Xavier, por este brillante artículo. En mi opinión, recoge con fidelidad máxima la situación política actual; o mejor dicho, las bambalinas de la misma. Suscribo cada idea, incluso la que dice que "se presentan como garantes homologados de un orden que está saltando por los aires en gran parte por sus propias culpas". Yo creo que en la frase sobra la expresión "en gran parte", pues su responsabilidad en los males del país es total. En democracia, la soberanía reside en el pueblo y cualquier intento por obviar el alma del estado de derecho es una perversión. Me hace gracia cómo los que se escandalizan por el asunto de Charlie Hebdo y reivindican a voz en grito la libertad de expresión (soberanía de expresión, en realidad) son también los mismos que no cejan de demonizar a Podemos, Syriza o a cualquier "underdog" que, como bien dices, amenace su poltrona. En tan flagrante contradicción se refleja su verdadera naturaleza. Felicidades de nuevo por el artículo. Me ha parecido excelente.

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  2. Gracias, Manuel, por tus observaciones. Cuando decía "en gran parte" es porque la otra parte, toda la sociedad, transigió "mínimamente", claro. A lo peor es que los pueblos tenemos los gobernantes que nos merecemos, por desidia, por irresponsabilidad... o por complicidad, que siempre hubo clases.

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