“Los niñatos de Pujol”, les llamaba Pepe Borrell cuando
se dieron a conocer. “Els masovers” era, por su parte, el calificativo que les
dedicaba un otrora crítco Xavier Bru de Sala. Desde entonces, han pasado unos
cuantos años y un par de cohortes generacionales convergentes. En realidad, su
ascenso a la primera plana de la política va de la mano del retiro del Amado
Lider y el consiguiente dedazo que ungió a Artur Mas como nuevo edecán. Cuando
en el 2010, después de ocho años en la oposición, CIU accede de nuevo al poder,
el estado mayor de Mas elabora una estrategia que hoy, tres años y medio
después, puede estar a punto de relegar a CDC a la marginalidad y cambiar
radicalmente el escenario político catalán. Y todo gracias al “talento”
desplegado por este “equipazo”.
Confieso que soy de los que pensaba que CDC iba a
hundirse sin remedio a la que perdiera unas elecciones y se la desalojara del
poder. Y no fue así. Pero, contumaz que es uno, la situación se me antoja ahora
harto más complicada y truculenta. Sobre todo si tenemos en cuenta la
extraordinaria capacidad de estos caballeros para complicarse la vida.
En un primer momento, y con una propuesta soberanista más
o menos encubierta según los tradicionales patrones de ambigüedad que CIU venía
utilizando desde siempre, se quedó a cinco diputados de la mayoría absoluta. La
crisis golpeó duro y la amenaza de la bancarrota empezó a cernirse sobre el
gobierno catalán. Al día siguiente de conseguir por primera vez ganar en Cataluña
unas elecciones generales, Mas empezó a aplicar la política de recortes, muy
especialmente en sanidad y educación. A esto se le añadieron varios casos de
corrupción, el buque insignia de los cuales fue el “Caso Palau” com Millet al
frente. Aun sin haber llegado al ecuador de la legislatura, Mas se encontraba
en una situación extremadamente precaria.
Con la legislatura políticamene agotada antes de llegar a
su primera mitad, Mas relanzó entonces la propuesta del “Pacto Fiscal”, que iba
a ser el talismán que nos haría salir de la crisis. Ante la negativa del
gobierno español, la alternativa fue la convocatoria de elecciones con un
programa ya abiertamente independentista y con referéndum incluido.
No lo puedo saber con certeza, pero tengo para mí que no
sólo nunca contempló la posibilidad de entrar a negociar el pacto fiscal o una mejora
del sistema de financiación, sino que tampoco lo hubiera deseado en caso de haberse
prestado el otro. Porque bravuconadas de cara a la galería a parte, no parece
una muy buena estrategia negociadora presentarse reclamando un modelo de pacto
fiscal y estar diciendo a la vez, a cualquiera que quisiera escucharlo, que
dicho pacto iba a ser un peldaño más en el camino hacia la plena soberanía.
Sea como fuere, el resultado de las elecciones fue un
fiasco de dimensiones elefantiásicas. De pedir una mayoría excepcional pasó a
perder 12 diputados y se quedó como rehén de ERC. No sólo hubo un importante
trasvase de votos de CIU a ERC, sino que todas las encuestas indican que la
fuga de votos sigue produciéndose y que, de haber elecciones ahora, ERC conseguiría
incluso obtener más diputados que CIU, que sufriría una auténtica hecatombe.
Y aquí viene el gran problema, Cómo salir del embrollo en
que se han metido y salvar a la vez los muebles. Por un lado, es evidente que
CIU ha perdido fuelle y que quien está marcando el calendario independentista
es ERC. Parece que si las propuestas de uno y otro confluyen, el electorado
independentista prefiere el original a la copia. Por el otro, hacer ahora un amago,
por ejemplo en el tema de la consulta, le reportaría al equipo dirigente de CIU
un ridículo estrepitoso así como la inevitable y consiguiente pérdida de credibilidad
política, con todol lo que ello conlleva.
Después de haber enardecido a su propia parroquia,
resulta que una parte significativa de ésta, la más nacionalista y convertida
al independentismo, migra hacia ERC, el partido independentista de siempre. Y
tampoco parece que por ahora vaya a entrar ERC en una de sus crisis cíclicas
que, de darse, acaso CIU podría aprovechar para recuperar parte de sus votos
tradicionales. Y ahí es donde corre CDC el riesgo real de desaparecer del mapa
político, al menos desde la perspectiva de lo que ha venido siendo los últimos
treinta años.
No parece que, en conjunto y a la vista de como van las
cosas, haya valorado previamente el independentismo catalan sus propias fuerzas
en un contexto de correlación. Pero tampoco parece que Mas y su gente
consideraran la posibilidad de fuga masiva de votos hacia ERC, una fuga que
parece lejos de concluir. Y también por otros frentes puede CIU, o más
concretamente CDC, perder aún más clientela.
El nacionalismo de CDC y sus propias características, han
propiciado un electorado más heterogéneo de lo que a simple vista podría
parecer y con varias fronteras siempre susceptibles de moverse en varias
direcciones. De una parte, estaría la frontera compartida con ERC, la del
sector más recalcitrantemente independentista, una frontera que por ahroa
parece estar haciendo aguas y que le puede representar a CDC, si por ejemplo
acabara dando marcha atrás en el tema de la consulta, calculo que entre un 15 y
un 35% de su electorado actual. Las diferencias entre CDC y ERC son hoy en día
prácticamente inexistentes en lo político. Sí las hay todavía en lo social y en
lo antropológico, pero con una ERC cada vez más derechizada, estas diferencias
pueden tender a reducirse.
Por la otra parte, los sectores socioeconómicos más
poderosos de CIU no parece que sean precisamente los más nacionalistas, así que
de proseguir CDC su actual deriva independentista, pueden acabar abandonando el
barco y recalar en otros con menos veleidades soberanistas, como la UDC de
Durán o el propio PP. Calculo que la franja de CDC que estaría en esta frontera
se situaría entre el 10 y el 20% de su electorado. Pero cuidado, ahí están
precisamente algunos de los empresarios y poderes económicos faáticos
catalanes. Perderlos podría tener para CDC consecuencias fatales e irreversibles.
Finalmente, aunque hoy por hoy sea un supuesto meramente
testimonial dada la situación del PSC, tampoco se puede descartar a una franja
que podría oscilar entre el 5 y el 10% del electorado. En cualquier caso, sí
parece que, se mueva hacia donde se mueva, CDC quedará sensiblemente tocada. Y
si a eso le añadimos su particular naturaleza constitutiva, no es descartable
pensar que en un escenario que ERC acabara superándola, pudiera entrar
definitiva e irreversiblemente en barrena. Dependerá mucho, supongo, de
cómo se mueva UDC y Durán, cuyo protagonsimo irá inevitablemente al alza, siendo este otro
nuevo problema con el que seguramente tampoco habían contado antes de iniciar
una singladura que más bien parece llevar a la actual cúpula dirigente
convergente hacia un callejón sin salida. Ya veremos, ya veremos…
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