La clave radica en que los contenidos de los exámenes los establecerá el propio Estado, al menos en porcentajes suficientemente significativos. De modo que si resulta que un instituto, para que el director reciba una medalla de manos del concejal del barrio, se ha estado dedicando a aprobar masivamente a través de adulteraciones u omisiones del programa, cambiando las asignaturas, amenazando a los profesores o estableciendo en su proyecto de dirección las acostumbradas bobadas destinadas a ocupar a los docentes con trabajos absurdos que les alejan de la impartición de conocimientos, pues puede que lo tenga crudo…
Porque si luego llega la reválida y se cargan al 95% ¿De quién será la culpa entonces? ¿Cómo explicará el director a los indignados padres que, aunque en el programa oficial de bachillerato se contemplaban las derivadas en matemáticas, no se explicaron porque el proyecto educativo del centro consideraba más oportuno que esas horas se dedicaran a que unos botarates vinieran a explicarles a los alumnos como se coloca un condón? ¿O cómo se explicará el consejero o consejera de turno? ¿Dirá que en Madrid las derivadas son distintas que en Cataluña o que en Murcia?
Pensemos, por ejemplo, en el caso de Cataluña, con un decreto de plantillas que liquida la condición especialista del profesor de secundaria y estatuye la “polivalencia curricular” -pensada para que se adjudiquen a dedo plazas de funcionario- ¿cómo se explicará que el profesor de matemáticas era en realidad de la especialidad de música y que no sabía derivadas, pero que impartía también matemáticas porque así lo consideró oportuno el director que le puso a dedo porque era su amiguete aprovechando esta aberración académica que es la polivalencia curricular? O en el caso de Andalucía, cuya “Ley del soborno” ofrecía pagos extra a los profesores que aprobaran más… ¿Qué dirían? Por cierto que en la misma Cataluña se llevó también a cabo algo parecido, pero en lugar de cobrar el profesor, cobraba el centro... es decir, el director.
Pensemos, por ejemplo, en el caso de Cataluña, con un decreto de plantillas que liquida la condición especialista del profesor de secundaria y estatuye la “polivalencia curricular” -pensada para que se adjudiquen a dedo plazas de funcionario- ¿cómo se explicará que el profesor de matemáticas era en realidad de la especialidad de música y que no sabía derivadas, pero que impartía también matemáticas porque así lo consideró oportuno el director que le puso a dedo porque era su amiguete aprovechando esta aberración académica que es la polivalencia curricular? O en el caso de Andalucía, cuya “Ley del soborno” ofrecía pagos extra a los profesores que aprobaran más… ¿Qué dirían? Por cierto que en la misma Cataluña se llevó también a cabo algo parecido, pero en lugar de cobrar el profesor, cobraba el centro... es decir, el director.
En realidad, más allá de las absurdas y ridículas críticas que se están dirigiendo contra la LOMCE, lo que subyace es el sarpulido que produce que haya pruebas externas de graduación cuyos contenidos los determina el Estado. Eso es algo no pueden tolerar… porque entonces, quienes todos sabemos se verán obligados a cortar de cuajo toda una serie de prácticas académicas aberrantes de las cuales habían hecho bandera y que, para mayor insolencia, habían estado presentadas como innovadoras a la vez que les han salido muy rentables a las carreras de los paniaguados que las llevaron a cabo jodiendo al personal. O eso, es decir, o lo cortan o, claro, a envolverse en la bandera tocan, que es lo que por ahora están haciendo.
Pero no nos engañemos, el problema es que sus fechorías académicas saldrían inevitablemente a la luz, y entonces tendrían que dar explicaciones sobre la estafa social que han estado pergeñando a lo largo de los últimos veinte años. De modo que, aunque sólo fuera por eso –por la manta de la que iba a tirar... ¡de la que ha de tirar!-, bienvenidas sean las “Reválidas” de la LOMCE.
Excelente trilogía, amigo Xavier, basada, como siempre, en la profundidad del análisis. Mis felicitaciones por ella. Sólo una reflexión-interrogante, fruto de la atávica manía persecutoria que todos llevamos dentro: ¿no se las arreglarán para manipular las interpretaciones de los resultados con el fin de que el profesor de turno -el honrado, claro- acabe pagando las culpas cuando los resultados de las reválidas sean malos? No puedo quitarme de la cabeza la idea de que las reválidas acabarán siendo un juicio a nuestra labor en el aula. Al tiempo.
ResponEliminaSin duda alguna, es una posibilidad. Es cierto que mis post sobre este tema lo abordan desde una única perspectiva, la más estrictamente académica. Luego, como bien sabemos, puede pasar de todo, y acostumbra a ser lo peor.Aun así,y sin querer ser optimista,creo que inevitablemente tendrán que replantearse muchos apectos relativos al programa de estudios y al modus operandi "pedagógico", más en la ESO que en el Bachillerato.
ResponElimina¿Culpabilización, una vez más, del profesorado? Puede, puede... Habrá que estar al quite, desde luego. Pero lo cierto es que contra más logsero sea el instituto, peor lo tendrá. Al menos visto así, puede pensarse que se vuelva a unos mínimos criterios de exigencia. De todos modos, ya veremos...
Un saludo.