Es indiscutible que las nuevas
tecnologías han venido para quedarse y que dejarán su impronta en el sistema educativo.
Otra cosa es cómo y en qué medida. Para algunos son la panacea que va a
resolver todos los problemas del sistema educativo y arrollará con todo lo que
en él pervive de obsoleto. Una afirmación, ésta, más ideológica que otra cosa,
y propia de ciertos relatos pedagógicos cuya fascinación por las nuevas
tecnologías se limita a pretextarlas en provecho propio.
En esencia, lo que desde estos
relatos viene a decirse es que el sistema educativo deberá adaptarse a la
propia lógica de estas nuevas tecnologías, lo que comporta una transformación a
fondo que afecta también a los contenidos. No se trata solo de substituir las viejas
pizarras y los libros de texto, por pantallas digitales y ordenadores o móviles,
además de al maestro por no se sabe muy bien qué, sino de algo de mucho más
calado: la aplicación de las nuevas tecnologías al sistema educativo no afecta
solo a «cómo» se aprende, sino también a «qué» se aprende.
Tampoco es que estemos
ante ninguna novedosa primicia (...)El artículo completo, en Catalunya Vanguardista, aquí.
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