Se les llama «epistócratas» -por lo de la ἐπιστήμη griega, se
sobreentiende- y cuestionan la idea de democracia en su
mismísimo axioma fundante: un hombre, un voto. El problema es precisamente que
cualquiera pueda votar y que todos los votos valgan lo mismo. Surgen sobre todo
a raíz de las victorias del Brexit y de Trump, sugiriendo que la democracia se
está confrontando con sus propios límites. Porque, más allá de que así sea por
convención ¿cómo puede tener el mismo valor el voto de un desinformado, un
desinteresado o un ignorante, que el de un ciudadano responsable, informado e
instruido, siempre meditado y ponderado? Si todos los votos valen lo mismo,
vamos mal. Y lo bueno del caso es que no parece que les falte razón. Su apóstol
más reciente es Jason Brennan, y su provisional Biblia «Against Democracy» (Princeton University Press, 2016), que como en
toda biblia, una cosa son los designios del autor y otra las interpretaciones
de los profetas que se difunden entre los adeptos.
Para empezar, no se trata de nada nuevo, pero sí novedoso; las críticas
a la democracia son tan viejas como ella misma, como el propio Brennan admite,
para desmarcarse de ellas. Lo novedoso estaría en relación al contexto en que
se inscribe dicha crítica y la posición desde la cual se plantea: el recorrido
histórico de la democracia estaría llegando a su punto final como consecuencia
de la inevitable desvirtuación que comporta el despliegue de su propio concepto
en todas sus potencialidades, cuyas carencias se manifiestan con más intensidad
contra más se desarrolle en su aplicación, y a cuya implosión estaríamos
asistiendo en la actualidad. Lo del Brexit o lo de Trump serían los ejemplos de
unas carencias conceptuales de mucho más calado; la punta visible del iceberg.
(El artículo completo, en Catalunyavanguardista, AQUÍ)
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