Yo diría que casi con toda
seguridad, el PSC no sabe aún qué quiere ser cuando se haga mayor, pero sí parece que sabe ya lo que no quiere ser: el palmero de Mas y Junqueras. Al
menos esto es lo que parece deducirse de los últimos posicionamientos y desmarques
que Pere Navarro ha escenificado en relación con el embrollo de famosa consulta
por la independencia de Cataluña.
No deja de ser curioso, si bien no
tanto en lo que refiere a la posición que hubiera cabido esperar desde un
primer momento por parte de una formación política que, al menos
testimonialmente, sigue llamándose socialista, sino muy especialmente al
dontancredismo que ha ejercido desde los lejanos días en que
perdió las primeras elecciones autonómicas frente a Pujol.
Desde entonces hasta
prácticamente hace unos meses, el PSC ha estado vampirizado por un pujolismo
hegemónico que le inoculó el complejo de no ser lo «bastante»
catalán. Poco importaba que CIU votara,
y siga haciéndolo con harta frecuencia, en Madrid con el PP. O que los
«intelectuales» nacionalistas hayan urdido un discurso «nacional» repleto de
falsedades históricas y de apropiaciones que, prudentemente, calificaremos de ilegítimas,
incorporando a sus alforjas ni más ni menos que a todo el movimiento federalista
del XIX -que mutatis muntandi, estaría
en las posiciones que hoy serían las que defiende el propio PSC-, o que hasta
haya monopolizado la tradición republicana para desembocar en un discurso
legitimador del independentismo, sin que desde la izquierda se haya replicado
lo más mínimo a todo este constructo ramplón y repleto de sesgos, inexactitudes
interpretadas pro domo sua y, en
definitiva, de una ideología ramplona que sería al pensamiento lo que la fe del
carbonero a la Teología.
Tampoco importó demasiado
que en las elecciones catalanas de 1999 y en las del 2002, el PSC se sacara
unos cuantos miles de votos a CIU, a la vez que un sistema electoral pensado para
el nacionalismo, le otorgara en ambos casos 4 diputados más a CIU que al PSC;
o que en el mismo 1999 Pujol formara gobierno con el apoyo parlamentario del PP
durante toda la legislatura. Ni que desde siempre, en las elecciones generales
ganara el PSC por paliza, incluso llegando en ocasiones a doblar, ni más ni menos,
a CIU en votos y diputados. No, ni se supo articular un discurso ni se supo
leer la realidad... O no se quiso.
El PSC se mantuvo en su
dontancredismo acomplejado, convencido de que sus fracasos en las autonómicas
eran debido a sus carencias catalanistas, un diagnóstico tan delirante que hubiera merecido poner de patitas a la calle a todos sus sociólogos en nómina. Y se dedicó a ir promocionando a
líderes con este perfil: Las Tura y las Geli, los Nadal, los Elena y los Ros; los
tránsfugas Mascarell y Maragall... Los mismos que ahora, al ver derrotadas suspropuestas por un 83% de votos, apelan a su conciencia para insinuar que tal vez voten en contra de su partido. ¡Vaya pájaros! Lo del PSC, desde luego, ha sido un problema de
estulticia política como para figurar en los manuales. ¡Y pensar que cuando el
primer tripartito alardeaban de ser los domadores que iban a amansar el
irredentismo de ERC! ¿Se puede estar más ciego?
Ahora, parece al menos que
está reaccionando. Con las encuestas que le sitúan como cuarta o quinta fuerza
política catalana. No sé si tarde y mal, lo ignoro, sólo lo podremos saber con
el tiempo. Pero al fin parece que reacciona. A la fuerza ahorcan.
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