De entre las intervenciones
y los correos recibidos a propósito del post del referéndum, destacaré el de Jorge, no sólo por su siempre lúcido pesimismo, sino también porque recoge un
sentir general que se sintetizaría en la exclamación final: ¡Lástima que la
miopía política de las clase políticas españolas sea incurable!.
Ya dije en cierta ocasión
que si el nacionalismo catalán carece del sentido del humor, el español carece
del de la ironía. Por ello, la autoestima del nacionalismo catalán se resuelve
en auto compasión, de ahí su victimismo constitutivo; la del español, por su
parte, en auto odio, de ahí su arrogancia, también constitutiva. Estas
carencias manifiestas son, por supuesto, la expresión de otras que subyacen
latentes.
Sí, como afirma Jorge, casi
seguro que la miopía de la clase política española es incurable, porque tal
miopía es constitutiva e inherente al modelo de España que se ha construido.
España aparece como nación política con las Cortes de Cádiz. Allí empieza un
proceso al final del cual los legitimistas, los dinásticos y, en general, los
partidarios del viejo orden, se envuelven en la bandera de la nación y en el
nombre de España que, de tanto haber combatido, acabaron apropiándose haciendo
de su capa un sayo.
Este es el gran problema de
España, que de la capa se hizo un sayo. No debemos olvidar que mientras los
Riego y los Torrijos decían ¡Viva España!, sus enemigos gritaban ¡Viva el Rey! Este
proceso culmina con la Restauración, se consolida definitivamente con la guerra
civil y supone el secuestro de la idea de nación política, y su impostación escenificada
por un simulacro grotesco de ella, amplísimamente arraigado por toda la
geografía española. Los descendientes de los que gritaban ¡Viva el Rey!, o lo
pensaban, son los actuales nacionalismos español, vasco y catalán. Sus élites
políticas están hechas a la realidad de un sayo hecho con una capa; para poder
medrar y sobrevivir en este entorno, los políticos necesitan ser miopes. Es un
tema de adaptacionismo darwiniano; de lo
contrario, no podrían sobrevivir en este entorno.
Que con estos mimbres no se pueda hacer un cesto no significa que no sigamos necesitando un cesto.
Mucho me temo, Xavier, que posturas ponderadas como la tuya no abundan ni por aquí ni por allá. Enhorabuena por los artículos sobre la cuestión catalana: excelentes.
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