Esperanza Aguirre acaba de
protagonizar uno de aquellos hechos que definen a quien lo protagoniza. Ella,
cuyo patrimonio, entre familiar y consorte, le permite desatender el
enriquecimiento «ilícito» -es un suponer-, apela, sin embargo, a algo tan esperpéntico como a las extraordinarias dimensiones de su coche -para que así
la abuela pueda llevar a sus nietos, Espe dixit- como justificante de haberse llevado por delante una
moto que, hemos de suponer, las dimensiones del coche no le
permitieron esquivar mientras tomaba las de Villadiego. La motocicleta la había aparcado uno de los agentes de la autoridad pública que
la estaban multando por aparcar en el carril bus, en el cual el vehículo de Espe
estaba irregularmente estacionado. A eso se le llama, y así lo define el parte de la autoridad
competente "darse a la fuga". No había sólo un agente, el de la moto
escacharrada, sino seis, con sus transportes motorizados respectivos. Sólo le faltó decir que no se dio cuenta de nada...
Con tan encomiable acto,
propio de pureza hidalga sin par, Esperanza Aguirre se pone a la altura de dos auténticos
«Grandes». Don Lope de Aguirre, por homonimia, la cólera de Dios él, de la templanza, ella; el otro, su correligionario
Carromero, con dilatada experiencia, nacional e internacional, en este tipo de
eventos, al que ella defendió en su momento cargando, por cierto, contra sus propios subalternos, entendiendo que lo que le ha de ocurrir a un ciudadano de
a pie, no podía ocurrirle al presidente de las Nuevas Generaciones de la
Comunidad de Madrid. Que hay quien merece un respeto y que no sabe usted con
quien está hablando.
A ver si nos entendemos de
una vez y que cada palo aguante su vela. Un compositor musical puede ser un ser
abyecto sin que por ello su música quede desacreditada. Al contrario, puede que
sea maravillosa. Lo mismo respecto a un científico; la teoría de la relatividad
o el segundo principio de termodinámica no se ven afectados por el
comportamiento moral de quienes en su momento alumbraran tales leyes científicas. Es sabido que Newton, por ejemplo, era un ser moralmente tirando a repugnante, pero no por ello un físico menos genial. Que Cervantes, Bernat Metge, Thomas Malory o François Villon
fueran en su momento más o menos «chorizos» -dos de ellos acabaron en la horca
y los otros dos pasaron por la cárcel-, no le quita un ápice de valor a su obra. Quien
necesita un buen médico, si se lo puede permitir, consultará y se pondrá en
manos del mejor, sin que le importe si es un putero o ludópata, ni tampoco si,
en lugar de médico es «médica», y en horas libres le da por vivir "La pasión de China Blue". Diré aún más. Hasta un cura, que vende el paraíso de la
otra vida a cambio de contención en esta, si no cumple con los mandamientos que
él mismo prescribe, está vendiendo otra vida y lo que hay que hacer para ganársela. Él a lo mejor ya lo sabe, pero hasta puede que a algunas almas
simples les aporte consuelo existencial. No, lo de "Espe" es muy
distinto.
En un político es distinto,
por más que se empeñen en lo contrario. Si alguien queda fuera de las
exculpaciones morales es, precisamente, quien vende moral pública que luego no
practica, pero por la que se arroga velar en este mundo, no en el otro. Verbigracia:
el político. Y eso afecta directamente a la clase política, uno de cuyos
especímenes más conspicuos es, sin duda alguna, la tal Esperanza. Ejemplo insigne
de toda una recua de acólitos, con absoluta independencia de ideología, lengua u
origen, que pugnan por emularla.
Pero ella es una Grande de
España, y ya se sabe, el estado de derecho no se pensó para los de su casta.
Por eso tanta bravata, tanta bravuconería chulesca y tanto desacato. Por eso
tanta fantasmada. Pero los grandes ya no son lo que eran, ahora han de decir
que su coche era demasiado grande y que por eso no vio la moto que se llevó por
delante mientras se daba a la fuga como un chorizo que acaba de atracar un
supermercado. ¿Pasó la revisión del carnet de conducir o se la regalaron?
Por todo ello, se concede a Esperanza
Aguirre el «Babero de oro», entre cuyos más insignes méritos, no es el menor representar tan
genuinamente el alter ego patrio del inefable Torrente.
Te felicito por la elección de la candidata y por la idoneidad de las circunstancias que concurren para entregar tan merecido galardón (con una sola ele, cuidado). Sin embargo, amigo Xavier, espero me permitas discrepar con la comparación entre la premiada y el sin par Torrente: en mi opinión, es todo un insulto... para éste último, por supuesto.
ResponEliminaEnhorabuena por la entrada.
Es verdad. Torrente no se merece una comparación tan humillante. La belleza de Torrente radica en su condición de obra de arte; la fealdad de Espe en otro tipo de obra, en latín, con mayúscula y el pertinente genitivo. Eso sí, de ser un personaje de ficción, que el mismo Segura hubiera podido imaginar, no le iría a la zaga a Torrente.
ResponEliminaBuenísimo el artículo. Mi Espe "apatrullando la ciudá". No me extrañaría que Santiago Segura intentara su fichaje para Torrente ¿4? Si no me equivoco, en la última salía Paquirrín. ¿Por qué no la marquesa? Si acepta el papel, me comprometo a ir a ver la película. Bueno, no.
ResponElimina