dimarts, 21 de març del 2023

UNA CONTROVERSIA PEDAGÓGICA

El texto que sigue es una traducción al español del artículo en inglés de Jonas Linderoth, traducido a su vez del original sueco escrito por el mismo autor: https://medium.com/@JonasLinderoth/a-translation-of-jonas-linderoths-article-from-2016-3e5e3c629d2b

La traducción al español es de mi exclusiva responsabilidad.

 

TRADUCCIÓN DE JONAS LINDEROTH, DE SU ARTÍCULO DE 2016

 

Esta es una traducción (al inglés. NT) del artículo que en 2016 escribí para el periódico de mayor tirada en Suecia, Dagens Nyheter. Aunque fue el artículo de opinión más leído del año, nunca esperé que llamara la atención internacionalmente. En cualquier caso, un tiempo después de haberlo escrito, Greg Ashman lo comentó en un blog.post, sobre una traducción por medio Google translate, a partir de algunos contactos suecos. Y tuve que explicar los puntos clave del artículo a periodistas internacionales que se pusieron en contacto conmigo. Pensé entonces en una traducción más rigurosa, pero pronto abandoné la idea: el debate parecía haber concluido. Más recientemente, el profesor Paul Kirschner ha colgado el artículo en su blog.  Me siento humillado y sorprendido. En la medida que el post del profesor Kirschner ha generado un cierto interés por el artículo he decidido, casi siete años después de haberlo escrito, traducirlo al inglés (con el concurso de GPT4).

Los lectores extranjeros han de saber que el artículo suscitó un cierto debate en Suecia y que generó un áspera controversia sobre las ideas educativas progresistas/constructivistas. Una polémica que afectó a mi vida y a mi salud. En gran parte por los titulares y los preámbulos tergiversados de que fue objeto el artículo en su práctica totalidad.

Más allá de la traducción escribiré también unas líneas sobre las razones por que escribí el artículo, qué recepción obtuvo y sobre su vigencia en la actualidad. Lo que es en sí mismo una reflexión sobre las ideologías educativas, el poder de los copy editors  y el panorama político del sistema educativo en Suecia.

En cualquier caso, recomiendo que en primer lugar se lea el artículo original en la traducción al inglés del propio autor.

 

Publicado en Dygens Nyheter 2016-08-24

 

[Título propuesto} Las ideas educativas de los años noventa son una razón que explica el bajo estatus actual de la profesión docente.

[Título que le dio el copy editor] Pido perdón por las ideas educativas de los noventa.

[Preámbulo escrito por el copy editor] Lo que hay detrás del bajo estatus de la profesión docente. Las ideas educativas de los años noventa no llevaron a una escuela mejor. A pesar de ello hay un profundo silencio entre nosotros, los expertos educativos que hemos coadyuvado a socavar la profesión docente. Quizás sería el momento de enmendarnos. Podría ser una contribución importante a la recuperación del estatus de la profesión docente en Suecia, escribe el profesor Jonas Linderoth.

 

[Aquí empieza mi artículo]  El inicio del curso ha venido este año acompañado de desazonadoras noticias sobre la falta de docentes en las escuelas suecas. Los profesores más experimentados están abandonando la profesión y muy pocos estudiantes se inclinan por la docencia. Se está buscando por todas partes a alguien que esté dispuesto a hacerse cargo de un aula. La situación es verdaderamente preocupante. En pocos años habrá un déficit de miles de docentes cualificados en las escuelas suecas. Desde la política la cuestión se aborda desde una perspectiva fundamentalmente económica. Se considera que salarios más flexibles y desiguales serían la solución para aumentar el prestigio de los docentes y hacer más atractiva la profesión.

Lo que no parece contemplarse es en qué medida las reformas educativas de los últimos veinte años -tales como la municipalización, la educación por objetivos, la organización en grupos de trabajo, las escuelas F-9, las escuelas a la carta (charter), la libre elección de centro, etc.- han alterado por completo el relato sobre lo que es un buen profesor. No deja de ser curioso, y es conveniente recordarlo, que las reformas escolares de los años noventa en Suecia se publicitaron, fundamentalmente, con argumentos pedagógicos, mucho más que económicos.

Los críticos educativos, los expertos educativos, las autoridades, los sindicatos, los formadores de docentes y los políticos se centraron fundamentalmente en las virtudes de la escuela del mañana. Argumentos, todos ellos, que obviaban y socavaban la identidad y la naturaleza de la profesión docente realmente existente hasta entonces. La intemporal idea educativa según la cual el que sabe algo se lo enseña al que lo ignora, se asoció con el abuso de poder. En su lugar, el buen profesor pasó a ser alguien que fomenta el autoaprendizaje del alumno. El trabajo en el aula tenía que basarse en la motivación «natural» del estudiante. Las barreras entre distintas asignaturas tenían que derribarse. Las aulas tenían que estar físicamente diseñadas para facilitar un mayor apoyo al trabajo independiente del alumno, desdeñando el aprendizaje por instrucción.

Los profesores que no adoptaron estas innovaciones pedagógicas fueron tildados de epistemológicamente problemáticos, de autoritarios partidarios de la disciplina ciega y de regodearse puntuando con bajas calificaciones a sus alumnos. En los estudios de formación docente que yo mismo cursé en los años noventa, a los profesores partidarios de la instrucción se los asociaba al sádico personaje de ficción del Alfs Sjöberg’s fil torment  apodado «Calígula». El contraejemplo con el que se nos adoctrinó y al que nunca deberíamos parecernos. Íbamos a ser los transformadores de las escuelas suecas.

 

En 1993 la profesora Alison King definió en un artículo hoy clásico el nuevo modelo emergente de profesor y sus funciones. El profesor ya no debía ser el sabio subido a la tarima, sino el acompañante al lado del alumno al cual orienta (del sabio subido a la tarima que enseña, al acompañante al lado que orienta). King creía que este nuevo rol del profesor llevaría a los estudiantes a la independencia de criterio y al pensamiento crítico que les facultaría para resolver creativamente sus problemas. Más o menos en esta misma época, el profesor de Matemáticas Seymour Papert, un influyente pionero del aprendizaje digital, proclamó que las clases magistrales eran un muro que impedía el desarrollo de la natural curiosidad del alumno. En su lugar, el objetivo del profesor tenía que ser conseguir en el alumno el mayor aprendizaje posible con la menor instrucción posible.

 

En Suecia, estas ideas se habían formalizado ya en 1992, con el informe sobre el nuevo currículo sueco, Skola för bildning (SOU 1992:94). Lo fundamental sobre las actividades del estudiante en este informe era el aprendizaje por descubrimiento. La función del docente era estimular, apoyar y guiar. Ni una mención al estudiante que escucha y comprende o al profesor que habla, explica e instruye. Poco a poco, la identidad histórica y el estatus de la profesión docente fueron desmantelándose.

 

Yo mismo colaboré inconscientemente en la tarea de erosionar la función docente con estos relatos. Como estudiante de doctorado, intervine en una conferencia en la Kulturhuset (Casa de Cultura) de Estocolmo. Bajo el tema «Experiencia para el Conocimiento» recurrí a citas tòpicas como que “Aprendí más inglés por mi interés por la música que en la escuela”. En mi presentación introduje imágenes de niños felices jugando, mientras sonaba como música de fondo el clásico de Pink Floyd “We don’t need no education”. Hoy me estremezco avergonzado del mensaje simplista y populista que estaba predicando. La verdad de todo esto es que si yo no hubiera tenido profesores excelentes en el Bachillerato, con toda probabilidad no hubiese podido afrontar la Universidad. Los profesores que enseñaban, que explicaban y que demostraban fueron pues, paradójicamente, el prerrequisito para que luego yo pudiera desplegar mi discurso antidocente.

 

Hoy puedo constatar los resultados de la «Ilustración» pedagógica de los años noventa. Informes como PISA o TIMSS nos aportan evidencias irrefutables del deterioro de las escuelas suecas, sin parangón en los estudios internacionales. Los investigadores Jan-Eric Gustafsson, Sverker Sörlin y Jonas Vlachos han dejado muy claro en su informe Policy Ideas for Swedish Schools que hay razones para pensar que “los modelos educativos que han dejado al estudiante a su propia iniciativa, han arrojado peores resultados que aquellos en los que los profesores tienen un papel más activo”. John Hattie, el profesor que está detrás de uno de los metaestudios más notorios sobre los resultados escolares en los últimos años, apunta que el método que deja al profesor como un mero orientador, con una mínima intervención, está en relación inversa con respecto a los métodos educativos de éxito. No hay ninguna duda de que los métodos pedagógicos de los años noventa no han llevado a una escuela mejor. A pesar de esto, o quizás debido a esto, apenas hay debate entre los expertos educativos que han estado minando la profesión docente. Quizás deberíamos examinarnos a nosotros mismo y al debate escolar que hemos estado llevando durante los últimos veinte años. Una revisión crítica sobre las ideas de los años noventa sobre lo que es un buen profesor podría contribuir a la recuperación del estatus de los docentes en Suecia. Podría restañar las heridas entre los profesores y los expertos educativos que forman a los docentes. Podría contribuir a la rehabilitación de los docentes que se resistieron a las tendencias pedagógicas que enfatizaban el papel de mero orientador del profesor. Y podría comportar que los profesores volvieran a sentirse orgullosos de su identidad profesional y de su sentido histórico.

 

Lamento profundamente la presentación que hice en su momento en la Kulturhuset y quiero disculparme ante los profesores suecos por ello. En consecuencia, espero predicar con el ejemplo y quedo a la expectativa de que más colegas asuman su responsabilidad por el clima pedagógico que contribuyeron a crear. Si empezaran por hacerlo los autores de Skola för bildning SOU 1992:94, serían bienvenidos.

 

Hoy me siento avergonzado cada vez que pienso en el mensaje simplista y populista que contribuí a propagar. La verdad es que si no hubiera tenido excelentes profesores en mis tiempos del Bachillerato, difícilmente hubiera podido proseguir en la Universidad.

 

Jonas Lideroth

Profesor de Pedagogía en la Universidad de Gothenburg y professor retirat d’Arts i Ciències Socials.

Autor de ‘Lärarens återkomst — Från förvirring till upprättelse’ (El retorn del professor. De la confusió a la reconciliación

 

 

Traducció al català de Xavier Massó, del text original en anglès: https://medium.com/@JonasLinderoth/a-translation-of-jonas-linderoths-article-from-2016-3e5e3c629d2b

UNA CONTROVÈRSIA PEDAGÒGICA

Aquest text és la traducció al català de l’article en anglès de Jonas Linderoth, traduït al seu torn de l’original suec escrit pel mateix autor: https://medium.com/@JonasLinderoth/a-translation-of-jonas-linderoths-article-from-2016-3e5e3c629d2b

La traducció al català és de la meva exclusiva responsabilitat.

 

TRADUCCIÓ DE L’ARTICLE DE JONAS LIDEROTH, DE 2016, A CÀRREC DEL PROPI AUTOR

 

Aquesta és una traducció de l’article que vaig publicar el 2016 al diari de més tirada a Suècia, el Dagens Nyheter. Malgrat que va ser l’article d’opinió més llegit al llarg de l’any, mai no havia esperat que cridés internacionalment l’atenció de ningú. Tanmateix, un temps després d’haver-lo escrit, Greg Ashman el va comentar en un blog.post, a partir d’una traducció amb Google translate, arran d’alguns contactes suecs per mitjà dels quals en tingué notícia. I vaig tenir que explicar els punts clau de l’article als periodistes internacionals que es van posar en contacte amb mi. Vaig pensar aleshores en fer-ne una traducció més rigorosa, però vaig abandonar la idea molt aviat: el debat s’havia esvaït. Més recentment, el professor Paul Kirschner ha penjat l’article en el seu blog. Em sento humiliat i sorprès. Per tal com el post del professor Kirschner ha generat un cert interès per l’article, he decidit, quasi set anys després d’haver-lo escrit, traduir-lo a l’anglès (amb el concurs de GPT4).

Els lectors estrangers han de saber que aquest article va crear en el seu moment un cert debat a Suècia i que va generar una aspre controvèrsia sobre les idees educatives progressistes/constructivistes. Una polèmica que va afectar la meva vida i la meva salut. En gran part pels titulars i els preàmbuls tergiversats de què fou objecte l’article en gairebé la seva totalitat.

Més enllà d’aquesta traducció escriuré també unes línies sobre les raons per les quals vaig escriure aquest article, quina recepció va obtenir i sobre la seva vigència actual. Tot plegat, una reflexió sobre les idees educatives, sobre el poder dels copy editors i sobre el panorama polític del sistema educatiu a Suècia.

En qualsevol cas, recomano que es llegeixi en primer lloc l’article original en la seva traducció a l’anglès, feta pel mateix autor.

 

Publicat al Dygens Nyheter 2016-08-24.

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[Títol proposat] Les idees educatives dels anys noranta són una raó que explica el baix estatus social de la professió docent.

[Títol que li va donar el copy editor] Demano perdó per les idees educatives dels anys noranta.

[Preàmbul escrit pel copy editor] El que hi ha darrere del baix estatus de la professió docent. Les idees educatives dels anys noranta no van portar a una escola millor. Nogensmenys, es manté un silenci pregon entre nosaltres, els experts educatius que hem coadjuvat a deteriorar la professió docent. Potser seria el moment d’esmenar-nos a nosaltres mateixos. Podria ser una contribució important per a la recuperació de l’estatus de la professió docent a Suècia, escriu el professor Jonas Linderoth.

 

[Aquí comença el meu article] L’inici del curs ha vingut aquest any acompanyat de notícies inquietants sobre la manca de docents a les escoles sueques. Els professors més experimentats estan abandonant la professió i molt pocs estudiants opten per la docència. S’està buscant desesperadament algú que estigui disposat a fer-se càrrec d’una aula. La situació és preocupant. En pocs anys hi haurà un dèficit de milers de docents qualificats a les escoles sueques. La preocupació política és fonamentalment de caire econòmic. Es considera que salaris més flexibles i desiguals serien la solució per a recuperar el prestigi docent i fer més atractiva la professió.

El que no es contempla, en canvi, és en quina mesura les reformes educatives dels darrers vint anys –com ara la municipalització, l’escola per objectius, l’organització en grups de treball, les escoles F-9, les escoles charter, la lliure elecció de centre, etc.- han alterat completament el relat sobre què és un bon professor. No deixa de ser curiós, i per això cal recordar-ho, que les reformes escolars dels anys noranta a Suècia es van publicitar, de manera sistemàtica, amb arguments pedagògics, molt més que no pas econòmics.

Els crítics educatius, els experts educatius, els alts càrrecs, els sindicats, els formadors de docents i els polítics es van centrar fonamentalment en l’escola del futur. Arguments, tots ells, que negligien i minaven la identitat i la naturalesa de la professió docent realment existent fins aleshores. La idea educativa intemporal segons la qual el que sap alguna cosa l’ensenya a qui no la sap, es va associar amb l’abús de poder. I el bon professor va passar a ser algú que fomenta l’autoaprenentatge de l’alumne. El treball a l’aula s’havia de centrar en la motivació natural de l’estudiant. Les barreres entre les diferents matèries s’havien d’enderrocar. Les aules havien d’estar físicament dissenyades per a facilitar un major suport al treball individual de l’alumne, tot menystenint l’aprenentatge per instrucció.

Els professors que no van adoptar aquestes innovacions pedagògiques van ser qualificats d’epistemològicament problemàtics, de carques autoritaris que gaudien amb la disciplina cega i suspenent llurs alumnes. Durant els meus temps de formació docent en els anys noranta, als professors partidaris de la instrucció se’ls associava al sàdic personatge de ficció de l’Alfs Sjöberg’s fil torment, per renom Calígula. El contraexemple en què havíem d’evitar convertir-nos i que se’ns va ensenyar a defugir. Annàvem camí de convertir-nos en els transformadors de les escoles sueques.

L’any 1993, la professora Alison King va definir, en una article que s’ha esdevingut un clàssic, el nou model emergent del rol del professor i les seves funcions. El professor ja no havia de ser el savi a dalt de la tarima, sinó l’acompanyant que va al costat de l’alumne i l’orienta (Del saberut que ensenya l’alumne des de dalt, al guia que des del costat l’orienta). King creia que amb aquest nou rol del professor, els estudiants serien més independents i adquiririen el pensament crític que els facultaria per a la resolució creativa dels seus problemes. Més o menys en aquesta mateixa època, el professor de Matemàtiques Seymour Papert, un influent pioner de l’aprenentatge digital, va proclamar que les classes magistrals eren el mur que impedia el desenvolupament de la curiositat natural de l’alumne. L’objectiu era ara aconseguir el major aprenentatge possible de l’alumne, amb la menor instrucció possible.

A Suècia aquestes idees s’havien formalitzat ja el 1992 amb l’informe sobre el nou currículum Skola för bildning (SOU 1992:94). Segons aquest informe, allò fonamental en les activitats de l’estudiant era l’aprenentatge per descobriment. La funció del docent era motivar, donar suport i guiar. Ni una sola menció a l’estudiant que escolta i comprèn o al professor que parla, que explica i que instrueix. Poc a poc, la identitat històrica i l’estatus de la professió docent es van anar diluint.

Jo mateix vaig col·laborar inconscientment en aquesta tasca d’erosió de la funció docent amb aquesta mena de relats. Com estudiant de doctorat vaig intervenir en una conferència a la Kulturhuset d’Estocolm. Amb el títol “Experiència per al coneixement”, vaig recórrer a cites tòpiques com ara que “havia après més anglès gràcies al meu interès per la música que a l’escola”. A la meva presentació vaig introduir imatges de nens feliços jugant, mentre sonava com a música de fons el clàssic de Pink Floyd “We don’t need no education”. Avui m’avergonyeixo del missatge simplista i populista que estava difonent. La veritat de tot això és que si no hagués tingut grans professors al Batxillerat, amb tota probabilitat no hauria pogut prosseguir a la Universitat. Els professors que explicaven, que ensenyaven i que raonaven van ser doncs, i paradoxalment, el requisit per tal que després jo pogués desplegar el meu discurs antidocent.

Avui puc constatar els resultats de la «Ilustració» pedagògica dels anys noranta. Informes com PISA o TIMSS ens aporten evidències irrefutables del deteriorament del sistema educatiu suec, sense parió als estudis internacionals. Els investigadors Jan-Eric Gustafsson, Sverker Sörlin i Jonas Vlachos han deixat molt clar a l’informe Policy Ideas for Swedish Schools que “hi ha raons per pensar que els models educatius que s’han centrat en la pròpia iniciativa de l’estudiant tenen pitjors resultats que aquells en què els professors tenen un paper més actiu”. John Hattie, el professor que hi ha darrera d’un dels meta estudis més notoris sobre els resultats escolars en els darrers anys, apunta que el mètode que deixa el professor com un mer orientador, amb una mínima intervenció, està en relació inversa amb els mètodes educatius d’èxit. No hi ha cap dubte que els mètodes pedagògics dels anys noranta no han portat una escola millor. Tanmateix, o potser per causa d’això, gairebé no  hi ha cap debat entre els experts educatius que han estat destruint la professió docent. Potser ens hauríem d’examinar nosaltres mateixos i el debat escolar que hem estat difonent durant els darrers vint anys. Una revisió crítica de les idees dels anys noranta i del relat sobre què es un bon professor podria coadjuvar en la recuperació de l’estatus dels docents a Suècia. I podria ajudar a cicatritzar les ferides entre els professors i els experts educatius. Així com a la rehabilitació dels docents que van resistir davant les tendències pedagògiques que emfasitzaven el paper dels docents com a mers orientadors. I tal vegada els professors podrien recuperar el sentir històric de la seva professió i se sentirien orgullosos de la seva identitat professional.

Lamento profundament la presentació que vaig fer a la Kulturhuset i vull disculpar-me’n davant dels professors suecs. Espero poder predicar amb l’exemple i resto a l’espera que els meus col·legues assumeixin llurs responsabilitats pel clima pedagògic que van contribuir a crear. Si comencessin per fer-ho els autors del Skola för bildning SOU 1992:94, serien benvinguts.

Avui em sento avergonyit cada cop que penso en el missatge simplista i populista que vaig contribuir a propagar. La veritat és que si no hagués tingut excel·lents professors durant el meu Batxillerat, difícilment hauria pogut tenir èxit a la Universitat.

Jonas Lideroth

Professor de Pedagogia de la Universitat de Gothenburg i professor retirat d’Art y Ciències Socials.

Autor de ‘Lärarens återkomst — Från förvirring till upprättelse’ (El retorn del professor. De la confusió a la reconciliació)