Que Colón fuera o no catalán
es en el fondo un tema anecdótico. Lo que no es anecdótico, en cambio, es lo
que nos cuenta en una entrevista Juan Meléndez, autor del altísimamente
recomendable "De Tales aNewton". Todavía en tercero de carrera, la mayoría de alumnos creen
que en los tiempos de Colón se pensaba que la Tierra era plana y que él era el
único iluminado que defendía su forma esférica. Según esto, claro, la discusión
con los sabios de Salamanca consistió en que, mientras Colón defendía la
posibilidad de navegar hasta lo que hoy es América, los otros se agarraban a la
imposibilidad de tal viaje porque la Tierra era plana, Y no es anecdótico
porque es gravísimo. Gravísimo porque quien piense esto está irremisiblemente
condenado a no entender nada de lo que allí se estaba ventilando.
A mí lo que siempre me ha
interesado de este debate es el enigma que sugiere. Es bastante verosímil que
Colón, siguiendo a Posidonio, considerara la Tierra más pequeña de lo que es en
realidad y que por esto considerara viable el viaje en carabela hasta Cipango y
Katay, y que, por contra, los sabios de Salamanca se basaran en las mediciones
de Eratóstenes, casi idénticas a las actuales, y supieran, en consecuencia, que
tal viaje era imposible. Y no sólo llegar, sino también y muy especialmente,
volver.
Según esto, los que tenían
razón eran los sabios de Salamanca y Colón jamás hubiera regresado de su viaje si
entre Finisterre y Japón no se hubiera topado con América. La «suerte» de Colón
habría sido su error al pensar que la Tierra era más pequeña y, al no ser
así, en el lugar donde podía esperar, más o menos, encontrar Katay, se encontrara
con América. Porque nunca hubiera llegado a Katay.
De todas maneras, hay
algunas cosas que no acaban de cuadrar en el sentido que hay ciertos indicios
que dan a pensar que Colón sabía muy bien la ruta que iba a tomar. Cuando
emprende su primer viaje a las Indias, desciende hasta las Canarias, donde
reposta y aprovecha para estar con su amante, esposa del gobernador de la
Gomera. Que descienda tanto al sur demuestra que sabía muy bien lo que hacía y
que tenía un conocimiento muy claro, como mínimo, del sentido rotatorio de los
vientos en el hemisferio norte. A esto se le ha llamado, considerando el sentido
inverso que seguían en el hemisferio sur, el ocho portugués. En el hemisferio
norte el sentido era el de las agujas del reloj, en el hemisferio sur, el
contrario. Por eso descendió hasta las Canarias, para coger vientos favorables,
y por esto regresó por el norte.
Que Colón tuviera
conocimiento del ocho portugués puede no ser sorprendente si consideramos el
tiempo que pasó allí, aunque no se sepa tampoco muy bien a qué actividades
marinas o de estudio cartográfico se dedicó. También hay que tener en cuenta
que en aquella época, y sobre todo para los portugueses, las cartas náuticas
eran un secreto de estado cuya custodia correspondía exclusivamente al capitán,
sin que ni la oficialidad ni el piloto tuvieran acceso a ellas. Simplemente,
después de realizar sus cálculos, el capitán indicaba el rumbo a seguir al
oficial de guardia, quien a su vez se lo trasmitía al piloto.
Los portugueses llevaban
más de cien años con un proyecto de estado consistente en establecer una ruta
que llevara hasta las Indias orientales por el este, doblando el cabo de Buena
Esperanza. Bajaban hasta Cabo Verde, y de allí se orientaban hacia el sudoeste
para seguir los vientos favorables, describiendo un círculo hasta el Cabo de Buena
Esperanza. La ruta de regreso era inversa, desde Buena Esperanza se bordeaba la
costa africana hasta que, llegados a Cabo Verde, se dirigían hacia el noroeste
y norte, en el sentido de las agujas del reloj, hasta las Azores y, de allí,
hacia el este de regreso a Portugal.
Cuesta pensar que, vista la
ruta y lo cerca que pasaba en ciertos momentos de las costas brasileñas, los
portugueses no tuvieran noticia de ello. Y todavía cuesta más creerlo si
pensamos que, en el tratado de Tordesillas (1498), que reparte las esferas de
influencia castellana y portuguesa en Sudamérica, estos últimos demuestran un
más que notable conocimiento cartográfico del continente americano, sólo seis
años después de que Colon realizara su primer viaje.
Qué sugiere todo esto. Pues
no lo sé, claro, pero tal vez que los portugueses supieran que había un
continente algo más allá al oeste del Atlántico, pero que no les interesara
porque no les servía para nada en sus proyectos de llegar a la India bordeando
el Cabo de Buena Esperanza. Y que acaso Colón tuviera acceso a esta información
privilegiada.
Si esto fuera así, la
adscripción a las mediciones de Posidonio pudiera haber sido un pretexto para
hacer creer que allí estaba Katay. Una cosa está clara, si los portugueses
tenían noticia de un continente y no les interesó, tenía que ser por fuerza
porque sabían que no era Asia, ya que de lo contrario no se hubieran molestado
en seguir bordeando África. Y si los portugueses lo sabían ¿Lo sabía también
Colón?
Ya en su primer viaje, Colón
demuestra que sabía muy bien cómo ir y cómo volver. Otra cosa es que supiera a
dónde iba. Parece ser que él siguió pensando hasta su muerta que Asia tenía que
estar por allí, y que el que estableció que aquello era un nuevo continente fue
Américo Vespucio, del cual tomó su nombre en un acto de cierta injusticia
histórica. Pero entonces ¿Qué era lo que sabían exactamente los portugueses?
Lo más probable es que nunca
lo sepamos.
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