Seguimos a la cabeza del abandono escolar prematuro, pese a nuestros denodados esfuerzos para maquillar las estadísticas. Un
23.5% de jóvenes dejaron sus estudios tras completar la ESO. Y eso preocupa
mucho a las autoridades educativas, máxime, si tenemos en cuenta que a este
porcentaje habría que sumarle el 30% de fracaso escolar, es decir, los alumnos
que no superan la ESO. Sumados ambos, el porcentaje es escalofriante. Sobre
todo si, conociendo el paño, tomamos en consideración la prosaica realidad:
este porcentaje del 23.5% es, con toda probabilidad, inferior al del conjunto de
alumnos a los cuales, en la práctica, se les ha regalado la ESO a base de promociones
automáticas de curso, votaciones de notas a mano alzada bajo la inquisidora
mirada del comisario político de turno o autocensura sin más del propio profesor
que, como es bien sabido y científicamente comprobado, es el único culpable del
fracaso escolar de un alumno.
Y como no es menos bien
sabido, el profesor que aprueba no se ve sometido a presiones y no tiene
problemas, ni con los psicopedagogos, ni con la dirección, ni con la inspección,
ni con los alumnos, ni con los señores padres y señoras madres de tan adorables
y abnegadas criaturas. Luego, claro, la realidad es tozuda, tanto que hasta hace bueno
aquel dicho, otrora propio del profesor displicente que aprobaba diciendo
"...ya os suspenderá la vida".
No deja de ser curioso como el enmascaramiento de la realidad ha acabado por
poner una frase tan manida y poco profesional, ni más ni menos que a la altura
del "eppur si muove" de
Galileo.
En la práctica, tenemos un
fracaso escolar superior al 50%. Para mejorar en las estadísticas, el sistema
aumentó la presión sobre los docentes para que suspendieran aún menos, y donde lo de
menos, claro, era si los alumnos aprendían más o no. Lo importante era el
resultado para la estadística. Se probó todo y de todo, incluso a niveles
esperpénticos, excepto lo más elemental y que no requería de amplios y sesudos
estudios pedagógicos: inducir a una cultura del esfuerzo y de generación de
rutinas de trabajo entre los alumnos. En Cataluña, con el proyecto «aprovat x diners» se ofrecieron partidas
económicas extraordinarias a los centros que aprobaran a un 90% la ESO y un 70%
el Bachillerato. En Andalucía, con la «orden del soborno» el sobresueldo se lo
llevaba el profesor «aprobador».
Todo por la estadística.
Aquí lo único que importa es el escaparate. Un escaparate en cuya trastienda se
esconde un fracaso escolar real superior al 50%.
Como el barón Muchhausen,
nos sacamos a nosotros mismos de la ciénaga tirando de nuestra propia coleta. Pero
a diferencia de las aventuras de tan distinguido farsante, a nadie le importó
que fuera un cuento, porque nos decía lo que queríamos oír; lo que los que han
perpetrado este despropósito que es hoy nuestro sistema educativo querían oír. Luego la vida suspende...
El informe completo de eurostat, aquí.
El informe completo de eurostat, aquí.
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