Observo con cierto azoramiento las
distintas tentativas de vindicación de los movimientos de renovación pedagógica
–en adelante mrp’s- que se están produciendo últimamente, como colados de
refilón pero en vagón de primera, emitidos desde antenas directa o indirectamente
vinculadas a estos mismos movimientos. ¿Camaleonismo? ¿Transfuguismo? ¿A la
caza de nuevos comederos? ¿Paulina caída del caballo camino del Damasco
educativo?...
De todo habrá, sin duda alguna, y allá
cada cual con su conciencia. Pero resulta muy zafio recurrir al funambulístico
argumento de la supuesta impostura perpetrada por instituciones educativas -o
paraeducativas- patrocinadas por las «multinacionales», así, con un par, que
aprovechándose arteramente del no menos supuesto prestigio social de los mrp’s,
habrían fagocitado su ideario para revestirse con los ropajes de sus infelices
presas, ocultando así, como el lobo de Caperucita, su auténtica naturaleza
predadora. Una audaz impostura que exoneraría a estos mrp's de cualquier
responsabilidad en los desmanes educativos de los últimos años, y de los que se
anuncian para los venideros. Queda con ello a salvo no solo su «prestigio»,
sino también su ideario. Y aquí paz y allá gloria…
Vaya por delante que por algo será que
se fijaran en ellos como víctimas propiciatorias, y que eso del prestigio
social de los mrp’s es algo que me resulta completamente ajeno y que no
comparto en modo alguno. Pero el recurso a la impostura sigue sin servir en
ningún caso como vindicación. Porque entonces, una vez eximidos de cualquier
responsabilidad, se los está categorizando como tontos útiles; como
involuntarios palmeros de sus propias propuestas, caídos en la cuenta de que
han resultado ser no solo suyas, sino incluso acaso de prestado y con el
derecho de corso periclitando.
Y la realidad es muy otra: han sido, y
son, cómplices entusiastas que han ejercido de tropa de choque, con una
abnegación digna de mejor causa, en la imposición de las reformas educativas
que ahora aparentemente denuestan. Unas «innovaciones» y un ideario pedagógico
que, por aquello de las «afinidades electivas» -o infeliz serendipia, qué más
da-, sintoniza por igual con las antenas educativas de las multinacionales que
con los repetidores de las emisiones de la Sra. Celaá o tantos consejeros de
educación, entre cuyos equipos asesores, por cierto, brillan con luz propia
conspicuos miembros de los mentados mrp’s y organizaciones afines. ¿En qué
quedamos entonces?
Seamos claros. En el organigrama del
proyecto de destrucción de la enseñanza pública, los mrp’s son a las reformas
educativas lo que los camisas pardas de las secciones de asalto fueron al
partido nazi. Y si no han conseguido afectar con tanto ímpetu a la privada, es
porque no se lo han permitido. Si ahora resulta que han tapiado las puertas
giratorias, pues será porque ya no se precisa de sus servicios. ¿Que algunos se
han quedado en el mismo borde del dintel? Roma traditoribus non praemiat, o
solo a algunos… ¡Haber aprendido latín!
Por esto también me hastía cada vez más
el arreciar de las despechadas peroratas contra las multinacionales y sus
antenas educativas, ya sea el FMI, PISA, Bolonia, la OCDE, la Caixa o el
sursuncorda. Simplemente porque no me parece honesto, ni juicioso, atribuirles
en exclusiva la culpa de la destrucción de la enseñanza pública, para
escamotear la propia. Si a estas alturas todavía no nos hemos enterado de la
película, mejor hacérnoslo mirar. Y es que además es lógico que propugnen lo
que propugnan, va con su naturaleza, han entendido perfectamente lo que hay, y
al menos son coherentes. Lo que ya no es tan lógico ni coherente es que el
desatino educativo que estamos viviendo se haya propiciado, impuesto, desde el
estado y sus administraciones públicas -centrales o autonómicas, que de grado o
a su pesar, ambas son «estado», no está de más recordarlo-.
Seguro que a las «multinacionales» les
va muy bien con todo esto y que muy probablemente se refocilen con ello. Pero
yo no elijo con mi voto a los miembros de sus consejos de administración, sino
a los representantes de los poderes públicos, que son quienes establecen las
políticas educativas. Y es a ellos que culpo del estropicio, por haber abdicado
de sus responsabilidades y por haber perpetrado una auténtica estafa social. Y
a sus sicofantes, entre los cuales incluyo a los mrp’s, cuyo papel en todo este
despropósito se me antoja tóxico sin más.
En definitiva, y parafraseando la vieja
canción, tan sucias están las manos que promueven la liquidación de la
instrucción pública, como las de quienes la aplauden o la han llevado
materialmente a cabo. Y no me parece de recibo cargar contra unos a la vez que
se redime a otros; máxime cuando son estos mismos «otros» quienes se
autoexoneran en su proteica mismidad, aduciendo una inverosímil impostura que
no es tal, sino complicidad culpable.
¿Lo del Bachillerato competencial? Una
vuelta de tuerca más en la siguiente fase de la campaña de cerco y
aniquilamiento de la instrucción pública. Queda una larga marcha por recorrer…
y no parece muy aconsejable cargar con el sobrepeso de equipaje aportado por un
caballo de Troya que no solo lastrará el camino, sino que pretende marcar la
ruta…
Bueno, pues esto es lo que pienso de los
movimientos de renovación pedagógica y me ha parecido oportuno decirlo.
Hola. He estado toda mi vida vinculado de diferentes maneras, con mayor o menor intensidad según los tiempos, a los MRP. No sé de qué mrp (uso las minúsculas con intención) hablas, y pienso que deberías decirlo claramente. Más que nada porque te puedo asegurar, y papeles para demostrarlo, públicos, los hay por centenares, que los MRPs que yo he conocido nunca, jamás (ni en el 82!), encajarían en el retrato que haces de ellos aquí.
ResponEliminaD'altra banda, felicitats pel teu blog i pel teu llibre. Una salutació des de Jaén.