No sigo el fútbol ni me
interesa -solo como fenómeno social-, pero tampoco sigo ni me interesa Miguel Bosé -ni siquiera como fenómeno social- y no por ello consigo
evitar enterarme de sus opiniones sobre la pandemia. Es todo un síntoma que las
evacuaciones de un orate merezcan más pábulo mediático que las de cualquier científico
que esté investigando sobre els SARS-CoV2. Pero, claro ¿hubiera tenido la misma
audiencia la entrevista a un eminente científico que la que tuvo el histrión en
la del último fin de semana? Audiencia, le llaman, y esto es negocio, dinero.
Al científico que le den.
Así que por una vez hablaré de fútbol y de este proyecto de Super-liga europea que promete ser el culebrón que ocupará
los titulares de todos los medios durante las próximas semanas. Ya no hay
pandemia, ya no hay crisis económica ni pésima gestión sanitaria; ahora lo que
cuenta es si van a echar al Madrid y al Barça de la UEFA y de la FEF, o si el
proyecto seguirá adelante. Panem et circenses
de toda la vida. Por eso nos quieren quitar la memoria, para que no nos
demos cuenta que se repiten más que el ajo.
En apenas algo más de
veinticuatro horas la noticia ha corrido como reguero de pólvora. Doce clubes
de fútbol europeos, que serán quince que al final se han de convertir en
veinte, han decidido constituir su propia competición al margen de instituciones
tan nobles como esa Cosa Nostra que son la FIFA, la UEFA o la FEF y cualquiera
de sus antenas federadas. Estas, a su vez, plenamente conscientes de que les va
en ello el condumio, han reaccionado como impulsadas por un resorte, amenazando
con suspender a estos equipos y a los jugadores que participen en esta nueva
competición. La polémica está servida, y la bronca también. No es que se estén
jugando el pan, no nos engañemos, se están jugando el caviar. Y con las cosas de comer no se juega… Hasta el premier británico, el «helenista» Boris
Johnson, se ha permitido manifestar su consternación por el proyecto, que no
parece casar muy bien con su Brexit. Y
es de suponer que si la reina de Albión no ha dicho nada, es porque está guardando luto oficial.
La mayoría de programas de
debate político empezaron ayer con la Super-liga como plato fuerte, algo
que, por otra parte, atendiendo a que una buena porción de estos tertulianos
profesionales -ahora se les llama analistas- provienen de las filas del periodismo deportivo, les brindó la
oportunidad de volver por sus fueros… A nosotros nos permitió constatar que son
unos indocumentados que se mueven entre el tópico y la demagogia, tanto en un
ámbito como en el otro…
Vayamos al grano. Resulta que
estos doce clubes de fútbol -seis ingleses, tres italianos y tres españoles-
han decidido constituir una NBA europea. Que sea el fútbol en lugar del
baloncesto no es relevante; o sí lo es, pero no por su actividad, sino por su
repercusión y los dividendos que comporta. Y como no podía ser de otra manera,
se trata de los equipos más potentes en todos los sentidos. El «alma» del
proyecto parece ser, según cuentan, el ínclito Florentino Pérez, a la sazón
presidente del Real Madrid y consumado "hombre de negocios". Los otros dos equipos españoles implicados son el
Barça y el Atlético de Madrid. Si el proyecto sigue adelante, constituirán su
propia liga. Resulta obvio que lo que hay tras la oferta de espectáculo global
tiene un nombre muy concreto: dinero.
Lo más gracioso de todo son
los infantiles argumentos «morales» aducidos, tanto por presuntas «personalidades»
como por los sicofantes que se han posicionado en contra, probablemente con la
habitual y desacomplejada simultaneidad con que estarán ya negociando la
exclusiva en las futuribles retransmisiones. Se apela a la
afición de los equipos modestos, que se verán humillados y descendidos fácticamente de
categoría sin haberse movido, a sus sentimientos; a la mercantilización del
fútbol base que esto comportará, a la meritocracia que ha permitido a equipos
modestos ganarles ligas a los grandes, a la devaluación de las competiciones
nacionales y, por último, la más estridentemente hilarante, a la adulteración
del fútbol como deporte y su peyorativa conversión en espectáculo y en negocio...
¡Como si no lo hubiera sido hasta ahora!
Argumentos lacrimógenos y
almibarados todos ellos. Hace muchos años que el fútbol profesional de
competición es un espectáculo y un negocio plenamente incardinado en la lógica
del mercado. No cuela, pues, que nadie se haya enterado ahora. Y lo único que
están haciendo estos clubes poderosos es llevar esta lógica de mercado hasta
sus últimas consecuencias. Institucionalmente hablando, el fútbol profesional
ha estado regido mayoritariamente por advenedizos, por rufianes y por mafiosos –de
medio pelo o de larga cabellera, según el caso-. Seguirlo llamando deporte es sencillamente
grotesco, por más pasiones –más bien bajas con frecuencia- que mueva. No sé de
qué se escandalizan estas almas de cántaro, es la siguiente fase del proceso, inherente
a su propia dinámica, que ellos mismos han propiciado.
Si se está en el mercado se
está a todas, no porque uno así lo quiera, sino porque va con estar en él. Y si se está en contra, también es a todas, no solo cuando no me va bien. Curiosa doble moral esta. No, aquí no valen argumentos pasionales ni apelaciones al honor
deportivo; aquí lo que vale es el dinero. Y dada la catadura de los actores, para
entender lo que está ocurriendo en el mundo del fútbol hay que recurrir al
Padrino de Puzo-Coppola: no es nada personal, solo son negocios. Lo que se ha
producido es una ruptura en la Famiglia,
y todos sabemos lo que pasa cuando esto ocurre. Lo dicho, solo son negocios, nada personal...
A mí, personalmente, me la trae al pairo. Pero que no nos engañen tan burlescamente. Y si lo que preocupa es que con la europeización del fútbol decline su papel como factor de cohesión identitario, si es esto y es verdad que fuere a menguar, entonces, decididamente, adelante con la Super-liga europea. Como dijo Baroja, el carlismo se cura viajando.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada