dimarts, 20 d’abril del 2021

PANEM ET CIRCENSES, O EL PODER DEL DINERO

 


No sigo el fútbol ni me interesa -solo como fenómeno social-, pero tampoco sigo ni me interesa Miguel Bosé -ni siquiera como fenómeno social- y no por ello consigo evitar enterarme de sus opiniones sobre la pandemia. Es todo un síntoma que las evacuaciones de un orate merezcan más pábulo mediático que las de cualquier científico que esté investigando sobre els SARS-CoV2. Pero, claro ¿hubiera tenido la misma audiencia la entrevista a un eminente científico que la que tuvo el histrión en la del último fin de semana? Audiencia, le llaman, y esto es negocio, dinero. Al científico que le den.

Así que por una vez hablaré de fútbol y de este proyecto de Super-liga europea que promete ser el culebrón que ocupará los titulares de todos los medios durante las próximas semanas. Ya no hay pandemia, ya no hay crisis económica ni pésima gestión sanitaria; ahora lo que cuenta es si van a echar al Madrid y al Barça de la UEFA y de la FEF, o si el proyecto seguirá adelante. Panem et circenses de toda la vida. Por eso nos quieren quitar la memoria, para que no nos demos cuenta que se repiten más que el ajo.

En apenas algo más de veinticuatro horas la noticia ha corrido como reguero de pólvora. Doce clubes de fútbol europeos, que serán quince que al final se han de convertir en veinte, han decidido constituir su propia competición al margen de instituciones tan nobles como esa Cosa Nostra que son la FIFA, la UEFA o la FEF y cualquiera de sus antenas federadas. Estas, a su vez, plenamente conscientes de que les va en ello el condumio, han reaccionado como impulsadas por un resorte, amenazando con suspender a estos equipos y a los jugadores que participen en esta nueva competición. La polémica está servida, y la bronca también. No es que se estén jugando el pan, no nos engañemos, se están jugando el caviar. Y con las cosas de comer no se juega… Hasta el premier británico, el «helenista» Boris Johnson, se ha permitido manifestar su consternación por el proyecto, que no parece casar muy bien con su Brexit. Y es de suponer que si la reina de Albión no ha dicho nada, es porque está guardando luto oficial.

La mayoría de programas de debate político empezaron ayer con la Super-liga como plato fuerte, algo que, por otra parte, atendiendo a que una buena porción de estos tertulianos profesionales -ahora se les llama analistas- provienen de las filas del periodismo deportivo, les brindó la oportunidad de volver por sus fueros… A nosotros nos permitió constatar que son unos indocumentados que se mueven entre el tópico y la demagogia, tanto en un ámbito como en el otro…

Vayamos al grano. Resulta que estos doce clubes de fútbol -seis ingleses, tres italianos y tres españoles- han decidido constituir una NBA europea. Que sea el fútbol en lugar del baloncesto no es relevante; o sí lo es, pero no por su actividad, sino por su repercusión y los dividendos que comporta. Y como no podía ser de otra manera, se trata de los equipos más potentes en todos los sentidos. El «alma» del proyecto parece ser, según cuentan, el ínclito Florentino Pérez, a la sazón presidente del Real Madrid y consumado "hombre de negocios". Los otros dos equipos españoles implicados son el Barça y el Atlético de Madrid. Si el proyecto sigue adelante, constituirán su propia liga. Resulta obvio que lo que hay tras la oferta de espectáculo global tiene un nombre muy concreto: dinero.

Lo más gracioso de todo son los infantiles argumentos «morales» aducidos, tanto por presuntas «personalidades» como por los sicofantes que se han posicionado en contra, probablemente con la habitual y desacomplejada simultaneidad con que estarán ya negociando la exclusiva en las futuribles retransmisiones. Se apela a la afición de los equipos modestos, que se verán humillados y descendidos fácticamente de categoría sin haberse movido, a sus sentimientos; a la mercantilización del fútbol base que esto comportará, a la meritocracia que ha permitido a equipos modestos ganarles ligas a los grandes, a la devaluación de las competiciones nacionales y, por último, la más estridentemente hilarante, a la adulteración del fútbol como deporte y su peyorativa conversión en espectáculo y en negocio... ¡Como si no lo hubiera sido hasta ahora!

Argumentos lacrimógenos y almibarados todos ellos. Hace muchos años que el fútbol profesional de competición es un espectáculo y un negocio plenamente incardinado en la lógica del mercado. No cuela, pues, que nadie se haya enterado ahora. Y lo único que están haciendo estos clubes poderosos es llevar esta lógica de mercado hasta sus últimas consecuencias. Institucionalmente hablando, el fútbol profesional ha estado regido mayoritariamente por advenedizos, por rufianes y por mafiosos –de medio pelo o de larga cabellera, según el caso-. Seguirlo llamando deporte es sencillamente grotesco, por más pasiones –más bien bajas con frecuencia- que mueva. No sé de qué se escandalizan estas almas de cántaro, es la siguiente fase del proceso, inherente a su propia dinámica, que ellos mismos han propiciado.

Si se está en el mercado se está a todas, no porque uno así lo quiera, sino porque va con estar en él. Y si se está en contra, también es a todas, no solo cuando no me va bien. Curiosa doble moral esta. No, aquí no valen argumentos pasionales ni apelaciones al honor deportivo; aquí lo que vale es el dinero. Y dada la catadura de los actores, para entender lo que está ocurriendo en el mundo del fútbol hay que recurrir al Padrino de Puzo-Coppola: no es nada personal, solo son negocios. Lo que se ha producido es una ruptura en la Famiglia, y todos sabemos lo que pasa cuando esto ocurre. Lo dicho, solo son negocios, nada personal...

A mí, personalmente, me la trae al pairo. Pero que no nos engañen tan burlescamente. Y si lo que preocupa es que con la europeización del fútbol decline su papel como factor de cohesión identitario, si es esto y es verdad que fuere a menguar, entonces, decididamente, adelante con la Super-liga europea. Como dijo Baroja, el carlismo se cura viajando.

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