El director general de TVE ha
declarado recientemente, ni más ni menos que en el curso de un acto en la Casa
de América de Madrid, que España no fue colonizadora en el continente
americano, sino evangelizadora y civilizadora. Y en apoyo de su tesis, según la
cual los aztecas eran algo así como el III Reich, cita a Inga Clendinnen,
antropóloga australiana que parece haber descubierto recientemente que los indios
mexicas celebraban sacrificios humanos y practicaban el canibalismo... los muy
salvajes. Ignoramos si el descubrimiento se debe a alguna reciente lectura de
los viejos textos de Marvin Harris, o si llegó por su propia cuenta a tales
conclusiones… Pero lo cierto es que sí, que la insigne antropóloga es de la
opinión que «Lamentar
la desaparición del Imperio azteca es como mostrar pesar por la derrota de los
nazis en la II Guerra Mundial». Por cierto, todo un
alarde de falta de sentido histórico, especialmente grave en alguien que se está
metiendo en berenjenales de hace medio milenio.
Así que según José Antonio
Sánchez –tal es el nombre del actual director general de TVE- los mexicanos
deberían estar agradecidos por haber sido civilizados por los españoles. Es de
suponer, pues, que de natural bondadoso y movidos por las mejores intenciones, los mal llamados
«conquistadores» cruzaron el charco con la única intención de evangelizar a los
indios y transmitirles los avances de la civilización. Fantástico. Los aztecas, por su parte, eran una pandilla
de crueles y sanguinarios salvajes obsesionados por hincarle el diente al
prójimo para zampárselo como si de un steak tartar se tratara, a pelo y sin
aditamientos.
Igual de impresentables son
algunas de las reacciones que han suscitado dichas declaraciones, sobre todo por
parte de aquellos sectores que, allende
y aquende el Atlántico, ven en la América precolombina el
paraíso perdido de la humanidad. Resulta entonces que los aztecas se nos
presentan como unos apacibles bonachones, veganos y amantes de la siesta,
cuya brillante cultura sucumbió ante la invasión de unos bárbaros muy
atrasados, pero aliados con el trueno. Y bueno, tampoco es que sea esto. Con
franqueza, ver en Cuauhtémoc a un líder que lucha por la libertad de su
pueblo es, sin más, una parodia grotesca, una grosera deformación de la historia.
La verdad es que, puestos a
buscar citas, nuestro ínclito director general hubiera podido recurrir a
fuentes más solventes que la Sra. Clendinnen para citarlas en su apoyo. A
Bertrand Russell, por ejemplo, que venía a decir algo muy parecido en sus Unpopular Essays (1950), solo que con
una pequeña, pero decisiva, salvedad: se guardaba mucho de santificar a los
españoles –o a los occidentales en general-. Sin embargo, ello no era óbice como
para que se alegrara de que fueran los europeos los primeros en adquirir
tecnología para cruzar el Atlántico. De haber sido los aztecas los que hubieran
arribado a Europa, estaba convencido de que nos hubiera ido a todos mucho peor, a parte de que más de uno hubiera acabado en la cazuela.
Simplemente, porque los
aztecas eran más bestias que los españoles, además de social y tecnológicamente
más atrasados, y fue esto último lo que selló su destino. Pero de ahí a
imaginar a Pizarro ejerciendo de Madre Teresa de Calcuta o como embajador plenipotenciario
de los pitufos, hay un abismo: el que va de la figura real a la caricatura.
Pones en el último párrafo a Pizarro como artífice contra los aztecas; luchó contra los incas conquistando Perú. Fue Hernán Cortés quien conquistó Méjico venciendo a los aztecas.
ResponEliminaSí claro. Si me referí a Pizarro fue porque quizás sea el que tiene fama de ser más inescrupuloso, no porque pensara que fue el conquistador de México. Que me esté refiriendo a los aztecas acaso pueda darlo a entender, pero no era en modo alguno mi intención.
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