dijous, 27 de febrer del 2014

ASIMETRÍAS AXIOLÓGICAS O EL SÍNDROME DE TARTUFO

Si alguien proclama que los profesores no saben enseñar su materia, que aburren a los "niños", no los motivan y que hay que ir a la escuela a divertirse, se trata de un innovador que denuncia el atavismo de un gremio que sigue procediendo igual que en los tiempos de Chindasvinto. No de una falta de respeto a todo un colectivo.

Por el contrario, quien le replique inquiriendo qué sabe dicha persona de tal materia, porque de lo contrario su afirmación es una bobada; que no se va a la escuela a divertirse, sino a trabajar; que lo de aprender divirtiéndose sólo lo puede sostener quien no ha entendido nada y es, por tanto, un botarate o un embaucador. Entonces se trata de una falta flagrante de respeto a un reputado estudioso de la educación, y de resentimiento contumaz cuya virulenta reacción prueba la verdad de la acusación.

Y si alguien afirma que lo que se les enseña a los alumnos son anacronismos propios de anticuados y que por esto carecen de interés y de utilidad para ellos -tema sobre el cual se supone que deben saber discernir muy bien-; que los exámenes son un instrumento represivo sólo concebido para tal fin; que lo que hay que hacer es favorecer la espontaneidad y la creatividad porque sólo así llegarán a realizarse como personas, se trata de alguien que es un profundo conocedor de la infancia y la adolescencia, y sabe de lo que habla porque es un experto en ello, no de una falta de respeto a todo el colectivo docente ni de un insulto al conocimiento humano.

Por el contrario, si alguien prosigue replicando que más antiguo es todavía el principio de Arquímedes y sigue funcionando; que una característica esencial del género humano es su capacidad para que unas generaciones transfieran el conocimiento acumulado por ellas a las siguientes, y esto permita seguir avanzando, lo cual, por cierto, me ahorra tener que descubrir por mi cuenta el principio de Arquímedes, lo cual es bastante dudoso que consiguiera; o que tal vez no todo el mundo pueda "sacarse" un bachillerato digno de tal nombre, entonces estamos ante un academicista -con todas las contemporáneas connotaciones peyorativas de tal término- y de un elitista -hasta puede que ambas cosas- que vive en su privilegiada torre de marfil. Aunque quizás le cueste llegar a fin de mes.

Así están las cosas. Pero recordemos. Cuando se le quejaban a Orgón, siempre replicaba "(...)pero Tartufo es una buena persona". Claro, le halagaba los oídos y en este sentido -hasta que lo recobró-, al menos en este sentido, le resultaba útil para ciertos fines.

¿Quién ha encumbrado a nuestros Tartufos actuales? ¿Y con qué fin? ¿Quién es nuestro Orgón? ¿Y nuestra Madame Pernelle?

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