dimarts, 25 de gener del 2022

¿UCRANIA O UCRONIA?

 


Hace como una semana escuché –o leí, no lo recuerdo- a un afamado experto en geopolítica afirmar que, entre las hipótesis de trabajo del Pentágono sobre la crisis de Ucrania, se contempla la posibilidad que Rusia organice alguna operación con bandera falsa para precipitar el estallido de la guerra. No me pareció nada extraño. Después de todo, es lógico que los estadounidenses alberguen esta sospecha; ellos mismos son reputados maestros en este tipo de ardides.

Así se hicieron con Florida (1821), invadida por el general Jackson –estaba haciendo méritos para llegar a presidente unos años después- en una guerra no declarada en represalia por supuestas incursiones en Georgia de partidas de indios seminolas con armas españolas. Y con medio México (1846-1848), con un destacamento militar sin uniformes, disfrazados de comancheros, que se lio a tiros con una patrulla fronteriza mexicana. Se quedaron con la friolera de dos millones de kilómetros cuadrados. Y lo volvieron a hacer con la voladura del Maine en el puerto de La Habana (1898) y la correspondiente guerra con España, esta vez sí declarada –todo un detalle-, por cierto que con otro futuro presidente haciendo méritos, Teddy Roosevelt en este caso. Tampoco está nada claro lo de Pearl Harbor (1941); o sí. Curiosamente, los portaviones se habían ido unos días antes del ataque nipón y lo que quedaba en el puerto era chatarra. Todo indica que los servicios de inteligencia estaban al corriente, y la propia embajada americana en Tokio había advertido del ataque. Los únicos que no lo sabían, al parecer, eran los infelices a los que les cayeron encima las bombas.

Tampoco hay ningún indicio de que tales proclividades hayan remitido, de modo que, como mínimo, los argumentos yankees son tan poco de fiar como los de los rusos. Blanquear las propias vilezas con grandes principios será muy efectivo, pero no demasiado honesto; a menos, claro, que seas el elegido, lo cual es precisamente el caso; entonces sí está todo permitido. Este calvinismo puritano al que Bob Dylan describió with guns on their hands, and God on their side…

Pero bueno, son cosas del pasado y a lo hecho, pecho. Hay que saber olvidar y perdonar. Y frente a la crisis que se avecina con los pérfidos rusos, no es cosa de sacar ahora trapillos sucios. De acuerdo ¿Pero qué está ocurriendo exactamente en Ucrania? Ya, el expansionismo ruso, como el de los zares o el de Stalin. Suerte que tenemos a los americanos. La verdad es que deberíamos estarles agradecidos por sus desvelos. Y es que, desde luego, lo de Putin no tiene perdón; mira que pillar este berrinche porque Ucrania vaya a entrar en la OTAN y el bueno del Tío Sam les instale allí unos cuantos misiles nucleares… nada, a setecientos kilómetros de Moscú. No es para tanto ¿verdad que no?

Esto es precisamente lo que dice el Tío Sam, que no es para tanto. Además, Ucrania es un país soberano, democrático donde los haya, respetuoso con los derechos humanos –sobre todo con sus ciudadanos de origen ruso-, con una clase política modélica; un auténtico ejemplo moral para el mundo civilizado. Y los norteamericanos siempre han sido muy respetuosos con estas cosas, muy comprensivos. Lo que quiere Ucrania es estar en el bando de los buenos, y al malvado Putin esto le saca de quicio. Ahí radica el porqué de todo este entuerto. Y allá va, gallarda, la fragata Blas de Lezo. Cuando llegue a su destino seguro que entonces sí, el abuelo cebolleta Biden llamará a su Sanchidad para consultarle la estrategia a seguir. Cómo no, seguro que sí, como al otro caricato, como a Ansar in the Azores.

Pero hay cosas que no cuadran. A ver. Si tanto respeto sienten los EEUU por las libertades de los pueblos y este es uno de sus principios fundacionales ¿cómo puede ser que cuando once de sus estados decidieron separarse, liaron una guerra de cuatro años y más de medio millón de muertos para impedírselo? Sí, lo de la esclavitud. Ya. Pero es que el tema no salió a colación hasta finales de 1863, cuando la gente empezaba a estar harta ya de la guerra, y empezaban a estallar disturbios en ciudades como Nueva York, que se reprimieron a sangre y fuego. Y pensar a estas alturas que la guerra civil americana fue por la esclavitud, es de una ingenuidad realmente enternecedora. Y desde luego que lo de Cuba y Filipinas no fue para darles la libertad a estos pueblos, sino para anexionárselos como colonias. En Filipinas, concretamente, masacraron a más de un millón y medio de la población –un diez por ciento- en la guerra de exterminio que siguió a la de España. Era por su bien, no lo dudo, pero da que pensar...

Además, aun coincidiendo con los americanos que el berrinche de Putin no es para tanto, lo que no se entiende entonces es que sí lo sea, y para más, cuando los papeles se invierten. Cuando en Cuba iban a instalarse misiles soviéticos, los americanos pusieron al mundo al borde de una tercera guerra mundial. ¿En qué habíamos quedado?…  O puede que la soberanía de Ucrania no sea la misma que la de Cuba. Está claro que en lo de Cuba, que al parecer sí era para tanto, los americanos tenían sus razones. A nadie le gusta que el enemigo te tenga a tiro y estaban en su derecho a oponerse; admitámoslo ¿Pero no asiste este mismo derecho a Rusia? ¿Y si México decidiera reclamar la devolución de Texas, Arizona, Nuevo México y California, amenazando de lo contrario con instalar misiles rusos o chinos en su territorio apuntando a los EEUU? ¿Cómo reaccionarían las autoridades norteamericanas? ¿Sería para tanto?

No sé… creo detectar una cierta asimetría axiológica en todo esto, según de quién estemos hablando. Sí, vale, estamos en Occidente y los rusos son los malos, pero esto no significa que los americanos sean los buenos. Y a juzgar por lo que estoy detectando, parece que muchos tienen la imperiosa necesidad de que los «nuestros» sean también los «buenos». Con una curiosa particularidad, todo lo que se haga queda disculpado por su condición de «nuestro-bueno». Deberíamos aprender de ellos, pero no para tragarnos todas las milongas que nos cuenten, sino para pillarlas. Como cuando Franklin Delano Roosevelt dijo a propósito del dictador nicaragüense Somoza, cuando le advirtieron que estaba escabechinando a su pueblo: “Sí, es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”. Y se quedó tan tranquilo.

Pues eso, estamos en la OTAN y toca ir para allá, bien. Y si no fuéramos, a ver cuánto se tardaba en que hubiera incidentes en Ceuta o Melilla, está claro. Pero como mínimo no nos hagamos falsas y pacatas composiciones de lugar, no sea que nos las acabemos creyendo. Todo indica que la cosa va de posverdad, y que el relato que nos están encasquetando no va de Ucrania, sino de Ucronia. Solo que al revés de cómo imaginó el pajarraco de Baudrillard, cuando afirmó -y hasta escribió un libro sobre el tema- que la guerra del Golfo no existió. Porque mucho me temo que lo que no existe es la Ucrania que nos están describiendo; pero la Ucronia que nos están vendiendo, menos aún.

Antes de los tiempos posverdaderos, a esto se le decía dar gato por liebre. Ucrania por Ucronia.


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