Sin que sea la única razón del prolongado silencio autoimpuesto en este blog, no deja tampoco de ser una de sus causas. La verdad es que produce una extraña sensación, mezcla de expectación e incertidumbre, que 'El fin de la educación' vaya a estar en las librerías el próximo 15 de marzo, antes de que transcurran dos semanas, o que se pueda encargar y adquirir ya a través de internet, directamente en la distribuidora de Editorial Akal. Expectación, decía, por la acogida que pueda tener, con la correspondiente satisfacción por la llegada del proyecto a buen puerto, aunque más bien debería decir por su botadura, listo para emprender una sin duda incierta y a la vez emocionante singladura. E incertidumbre por cuáles serán estos derroteros.
Por mi parte, he intentado exponer lo más expresivamente que me ha sido posible la visión que tengo sobre lo que es y ha de ser la educación, lo que no es y no debería ser, y el rumbo hacia el cual nos estamos encaminando si no corregimos la derrota, para evitar que esta misma, en su otra acepción, sea definitiva e irreversible; inexorable, al menos en el sentido humano del término, es decir, dos o tres generaciones, tal como en su momento nos recordaba con su lúcido fatalismo el príncipe de Salinas en el inmortal Gatopardo.
Espero, o acaso más bien debería decir deseo, que este libro aporte su granito de arena en la recuperación de una de las mayores conquistas de la humanidad, acaso la más maravillosa de todas: la idea universal de educación que hoy en día estamos perdiendo de vista, a medida que se confunde, intencionadamente o no, pero culpablemente en cualquier caso, con la simple escolarización, como si esta tuviera por sí misma el efecto taumatúrgico de educar, de instruir, viéndola como un fin en lugar del medio del cual nos valemos para llevarla a cabo. Como si por ingresar en un hospital el enfermo se curara sin necesidad de aplicarle ningún tratamiento. Algo, esto último, que todo el mundo puede entender perfectamente si hablamos de sanidad -más aun en estos tiempos de pandemia-, pero que suele no verse así si hablamos de educación.
A pesar de todo, sigo pensando que la máxima ilustrada y kantiana "sapere aude" mantiene toda su validez, hoy y en cualquier otro tiempo, pretérito o futuro, atemporal como es, y que por ello su vindicación es más necesaria que nunca en estos tiempos tan críticos, no solo educativamente, que nos está tocando vivir. De esta firme convicción ha surgido 'El fin de la educación'. A partir de ahora, será a sus lectores que corresponderá juzgarlo. Un granito de arena que se añade a otros que me han precedido, en cuya tradición me inscribo y sin los cuales, para bien o para mal, este libro no sería lo que es.
No me queda ya sino concluir este post de presentación agradeciendo a Carlos Fdez. Liria, Olga García y Enrique Galindo -autores, por lo demás, de 'Escuela o barbarie'-, el espléndido prólogo que me han dedicado, en unos términos tan elogiosos que, espero, no frustren las expectativas que su lectura pueda generar. Y agradecer también a Eva, a quien este libro está dedicado, y a Jorge, por las molestias que se tomaron leyendo el primer manuscrito, por las interesantes y valiosas observaciones que me hicieron, que tuve muy en cuenta y que, por ello, este libro es también en parte suyo.
La suerte está echada...
Por lo que a uno hace fue un placer leer este ensayo claro, irónico y brillante. Es un libro estupendo.
ResponEliminaLo leeré.
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