Los cuentos infantiles
tradicionales, reflejaban un mundo de adultos moldeado por éstos de manera que les
resultara comprensible a los destinatarios de la narración, tanto en su
condición de niños como en la de adultos que tenían que llegar a ser. Por
supuesto que en la narración se transmitían los valores propios de un determinado
modelo social, pero también una serie de advertencias o admoniciones que, con
su correspondiente moraleja, podríamos considerar independientes de la
ideología en que se inscribía el relato, y que serían en cierto modo
atemporales, clásicos.
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