dijous, 21 de setembre del 2017

Los viejos nacionalismos nunca mueren




Hay en el nacionalismo catalán dos características constitutivas que se están haciendo especialmente patentes en los confusos tiempos por los que estamos pasando actualmente. La primera consiste en sus dificultades conceptuales para entender la idea de estado (moderno) –tanto ajeno como propio-; dificultades deudoras sin duda de una concepción prepolítica ligada a su condición de correlato del neonacionalismo español excluyente, que surge como consecuencia del desastre de 1898 y que se apropia en régimen de monopolio de las ideas de nación y de España que había estado combatiendo durante todo el siglo XIX. Me refiero al modelo nacionalista español que, en lugar de superar la diferencia, propugna su simple supresión.

La segunda es su idea de España a modo de foto fija, monolítica e inalterable en el transcurrir del tiempo, que podríamos ilustrar como una foto en blanco y negro de la España de 1900 o, si lo preferimos, de algún NODO de los años cuarenta o cincuenta. Esta segunda característica parece ser la clave de bóveda de todo su discurso, ya que de lo contrario estaría negando su propio relato.

No debería por tanto sorprendernos el arbitrario procedimiento impuesto al Parlament hace unos días para aprobar las leyes de desconexión y del referéndum del 1-O, saltándose y vulnerando su propia normativa y procedimientos legalmente establecidos. Porque si está en juego la «Nación», todo lo anterior no son sino trabas burocráticas destinadas precisamente a bloquear su realización como tal; igual que el tedioso escrúpulo de las mayorías o minorías. No, esto no va de eso. Y es que la Nación es lo primero. Exactamente lo mismo que, desde el españolismo más rancio, sostenía el general retirado Chicharro con respecto a España y la Constitución: que España es anterior a la Constitución. Substancia y accidente; el ser y el devenir. Uno puede ir mutando, o adaptándose, pero es lo que es y eso es lo primero.

Obviamente, la idea ilustrada de la república de los ciudadanos es completamente ajena a los esquemas mentales por los que se mueve esta concepción, que no son sino la adaptación política de planteamientos prepolíticos de la idea de nación, la que cuajará en el nacionalismo identitario de reacción romántica contra la revolución francesa, con Herder y Fichte como impulsores intelectuales, y que se materializará en la Alemania del II Reich en 1870, bajo el modelo de Nación-estado, contrapuesto al de Estado-nación. Mientras éste pivota en torno al concepto de ciudadanía, aquél hace lo propio con el de Volksgeist.

A lo largo de los tres primeros cuartos del siglo XIX, el fracaso de España como nación política estructurada en torno a la idea de Estado-nación se resolvió con la Nación-estado de inspiración alemana, más o menos chapuceramente durante la restauración canovista –que no fue sino un apaño-, activándose en su forma más excluyente tras la humillación de 1898 y la consiguiente liquidación de un imperio moribundo, hasta eclosionar en la guerra civil 1936-39, y extendiéndose durante la posterior dictadura franquista hasta 1975.

Todo esto dejó unos posos de cutrerío irredento que seguimos arrastrando hasta hoy en día. Tal vez la Constitución de 1978 fuera también un apaño, pero lo cierto es que tampoco la foto fija de la España de charanga y pandereta que nos presenta el nacionalismo catalán es sostenible hoy. Y si bien hay ciertamente sectores nada desdeñables en el PP que sin duda alguna responden a este arquetipo, tampoco parece serio identificar a todo el PP con ella y, menos aún, a todo el resto de España. Como me comentaba hace unos días un amigo a propósito de una entrevista en un casposo programa de televisión, Bertín Osborne será sin duda España, pero Antonio Banderas también; y no son lo mismo. Pero el reconocimiento de esta realidad es inasumible para el nacionalismo catalán, porque entra directamente en conflicto con su propio discurso narrativo.

Y con ello llegamos al cabo de la calle: hay que conseguir como sea que «España» se comporte de acuerdo con la imagen que de ella hemos proyectado, y si para ello hay que forzar la realidad incumpliendo la ley, pues se hace. Y lo bueno del caso es que tal relato puede funcionar, sobre todo a partir de la intervención de las fuerzas de la policía nacional y la guardia civil ayer en Barcelona, y la reacción que suscitó entre el independentismo y la izquierda rousseauniana y antiilustrada, hablando ya de fuerzas de ocupación militar y de presos políticos.

Y sí, podrá tal vez funcionar y el relato se hará corresponder con la realidad, sin grandes esfuerzos hermenéuticos. Pero también es cierto que, desde la perspectiva que da la distancia intelectual y la no adscripción ni al nacionalismo catalán ni al español, me parece indudable que el punto al que se ha llegado con el desafío independentista habría provocado similares reacciones en cualquier estado estado de derecho del mundo. Se diga lo que se diga y se mire como se mire. Lo demás,  hiperactuaciones destinadas a atizar fuego del «emocionario» colectivo y a cargarse de razones, o de sinrazones.

En realidad, estamos ante un escenario de ruptura entre dos poderes en conflicto que reclaman para sí sus respectivas legalidades. Pero el conflicto no es legal, sino político. Porque si fuera un problema de derecho, pues hombre, no parece que si para reformar el Estatut se requieren dos tercios de votos favorables en el Parlament, para una ley que se desengancha de la legalidad de la que emana y abre las puertas a la declaración de independencia, baste con la mitad más uno.  Pero tampoco parece un problema de derecho, sino también político, que el TC declarara ilegales artículos del Estatut que son perfectamente legales en Andalucía o Valencia –sin que el PP ni nadie se rasgara las vestiduras e iniciara campañas mediáticas y judiciales en contra-, o que se le niegue a Cataluña un concierto económico al que sí tienen derecho otros territorios como Euskadi o Navarra.

Mucho me temo que aquí no hay inocentes, sino que todos comparten un alto grado de culpabilidad. Y en ésas seguimos. Por supuesto, y como siempre ha sido, el bando que gane será la legítima fuente de derecho. No vienen buenos tiempos. Va de nacionalismos

3 comentaris:

  1. Amic Xavier,

    equidistants i “terceristes” gaudiu conreant una sèrie d'idees força que no són més que els tronats tòpics de sempre.

    1.- El nacionalisme català beu dels nacionalismes romàntics i reaccionaris del segle XIX i tot ell fa pudor de supremacisme:
    -Sense negar que alguna cosa d'això pot haver, no és significatiu, es agafar el rabe per les fulles. El Procés català és independentista i no nacionalista. La gent no apel.la a la història ni a essencialismes d'índole ètnica: la gent apel.la a la democràcia, al dret del vot i a la necessitat de construir una república moderna per viure millor. Això no és nacionalisme és lliberalisme polític portat a les seves darreres conseqüències.

    2.- "el arbitrario procedimiento impuesto en el Parlament hace unos dias para aprobar las lleyes de desconexión y del referèndum de l'1-O, saltandose y vulnerando su pròpia normativa", aquest argument repetit fins a la sacietat pel unionisme crida bastant l'atenció. Aquí es pretén ocultar, adduint pretesos afanys democràtics, el fet que el debat al Parlament porta anys obstaculitzat per aquests partits unionistes. Han torpedinat de mil maneres que es pogués debatre al Parlament tranquil·lament tots els temes relatius al referendum, arribant fins i tot a denunciar(davant del TC fa 2 anys) que Junts pel Si i la Cup volguessin debatre sobre aquest tema. La foto d'Iceta, Arrimades i Albiol davant el TC és antològica i passarà a la història de la infàmia política. I després de tota aquesta actitud brutalment antidemocràtica "se l'agafen amb paper de fumar" i criden histèrics que Junst pel Si i la Cup no els deixen debatre. “Qué escándalo, aqui se juega” deia el comissari a Casablanca. Vergonya i filibusterisme del més fastigos.

    En qualsevol cas, van ser ells i no Junts pel Si els que van impedir durant mesos que es pogués debatre. El que va passar aquell dia al Parlament, tan hipòcritament criticat, va ser la conseqüència lògica de la seva actitud feixistoide mesos abans. I "last but not least", siguem seriosos: aquell dia es va aprovar una llei que l'únic que permetia era que "la gent pogués votar", només això. Per aprovar una cosa tan elemental totes les garanties sobren. De fet el Govern aprovant un decret llei hagués esta més que suficient i s'haurien estalviat la impostura dels antidemòcrates clamant democràcia.

    3.- Respecte que en cap altre estat s'hagués permès fer un referèndum com demanen els catalans. Crec que això està per veure. M'agradaria presenciar que passaria a Alemanya, Holanda, Bèlgica, etc si durant 5 anys seguits sortissin al carrer milions de persones exigint votar. Manifestacions tan gegantines, que dit sigui de passada, mai s’han produït en cap altra lloc del mon. A més, anem a veure de què estem parlant, què va passar a Anglaterra? I a Canada? O aquests no són estats moderns?

    4.-Finalment això de la llei, la Constitució i Maria Santísma també clama al cel per la impostura que significa. Que no sabem que aquesta Constitució es va fer "sense les Mínimes GARANTIES democràtiques" a la sortida del franquisme? Hem oblidat que el Rei va ser imposat pel dictador Franco? No hem llegits les memòries d'Herrero de Miñón on diu que l'article 2 de la Constitució va ser portat per un missatger de Capitania Militar fins on estaven reunits els Ponents amb el redactat ja fet?

    5.- L'unionisme beu de 3 ficcions:
    -La Constitució és una llei democràtica: fals, no passa la prova del 9 pel que que garanties es refereix.
    -Espanya és una nació: fals, és un estat que porta segles intentant ser-ho.
    -El nacionalisme català s'ha fomentat a l'escola catalana i TV3: fals. La majoria dels independentistes tenim més de 50 anys: vam anar a les aules franquistes. D'altra banda TV3 té un share del 14% bastant per darrere de TV5 per exemple. Amb share del 14% s’adoctrina a milions de persones...vaja, vaja, quins cracks de la sociologia.

    En fi, rep una cordial abraçada

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    1. Doncs veuràs, Pep, jo el que pensó és que al marge de quina sigui la posició de cadascú respecte a la independència de Catalunya, hi ha coses que no es poden ignorar.
      1) Que el nacionalisme català beu del romanticisme no és un tema d'opinió, és un fet històric perfectament contrastable. Concretament, és tardo-romàntic i sorgeix com a correlat del neonacionalisme espanyol posterior a la guerra de Cuba, que va interioritzar la pèrdua de l'imperi reproduint-ne l'esquema mental a la metrópoli. Abans no hi ha pròpiament nacionalisme català. Al contrari, els catalans participen en aquesta lluita entre la nació i l'absolutisme segons el cas: són els Prim, Figerola, Figueres, Pi i Margall... d'un costat, i els Cabrera, Tristany i Antoni Mª Claret, de l'altre.

      Ara bé, si com tu dius, resulta que la gent no apel·la a l'essencialisme ètnic, potser t'hauries de preguntar d'on prové aleshores l'indubtable identitarisme inherent a tot nacionalisme, inclòs el català. I dir que simplement s’apel·la a la democràcia i al vot per crear una república nova, pot ser una subtilesa retòrica, però és una grolleria teórica. A les darreres eleccions catalanes, declarades explícitament plebiscitàries, els partidaris de la independència van obtener un 47,7%. És això una majoria qualificada?

      2.- Democracia no és només votar, sinó també procediment, i amb la llei de transitorietat i la del referéndum s'han vulnerat tots. No sé tampoc si a tu et semblarà lògic que per reformar l'Estatut calguin els 2/3 de la Cambra, mentre que per declarar la independència n'hi hagi prou amb la meitat més un. A mi no.

      I ja n'hi ha prou de titllar d'antidemòcrates, fatxes i del PP als qui no siguin independentistes. Això és propi dels sectarismes més reaccionaris i entotsolats. Són ara antidemòcrates Serrat, Coixet, Mendoza, Borrell o Gasol? És que potser resulta que ser o no ser partidari de la independència és el criteri de demarcació entre demòcrates i antidemòcrates?

      3.- És que ja ha passat, als Estats Units i la seva guerra civil, a la mateixa Alemanya amb Baviera -al final de la 2a guerra mundial-, o a França amb Córcega i Bretanya...Ara, si aquests no són estats de dret... I ho sento, però l'exemple dels països de l'est d'Europa no serveix: es van produir en un context de desmoronament de la URSS,

      4.- Potser la Constitució del 78 no sigui una meravella, d'acord, però és el marc que hi ha, i de fet, no es pot dir que freturi de les mínimes garanties democràtiques, simplement perquè no és així. Va restablir la Generalitat i ha aportat als ciutadans de Catalunya més llibertat i autonomía que mai abans en la seva historia. I per favor, no comencem ara amb allò de les democràcies medievals, perquè aquesta expressió és un oxímoron.

      5.- Cracks de la sociología n'hi ha a tot arreu i a Catalunya tampoc n'anem precisament faltats.

      I finalment, last but not least, jo sí que sóc partidari d'un referéndum, com ja he dit en altres en aquest mateix blog. Però no d'aquest frau que ens están encolomant. Cal una participació mínima i una majoria qualificada. I si la Constitució no serveix, doncs a lluitar per canviar-la, i això s'aconsegueix mitjançant l'acció política i creant complicitats, no amb escarafalls i sobreactuacions. Va dir Marx que els pobles que obliden a seva historia estan codemnats a repetir-la... en forma de paròdia. Potser algunes lectures, com ara la de John H Elliot -La rebelión de los catalanes (historia de la decadencia de España 1598-1640)- o el propi Vicens Vives i la seva "Notícia de Catalunya", ens servirien per entendre algunes de les coses que ara mateix estan passant i per comprendre que una cosa és el futbol i una altra la política. Democracia és també respectar l'opinió del contrari sense compartir-la.

      En fi, doncs, igualment i per descomptat, una abraçada!

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  2. Igualment Pep, una cordial abraçada. Respondre fóra massa llarg, però la prometo i per escrit aquí mateix, en una altre post. Tot arribarà. Salut i III República!

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