Vaya por delante que nunca
tuve que memorizar la lista de los reyes godos. Lo confieso. Sí empollé las
tablas de multiplicar hasta la del nueve, las preposiciones, las conjunciones,
las conjugaciones verbales –irregulares incluidos-, los sistemas
cristalográficos, las declinaciones
latinas y un sinfín de fórmulas -matemáticas, físicas químicas-… pero los reyes
godos, no. Tal vez alguien podría aducir que haya olvidado que me obligaran a
memorizar tan regia lista -aquello de la memoria selectiva…- Pero no. Y refuerza
tal convicción que conozca a nadie que recuerde haber tenido que memorizarla, tampoco
de generaciones anteriores a la mía. De modo que será sin duda una anécdota
elevada a la categoría de ejemplo convertida luego en leyenda urbana.
O una posverdad, que
diríamos hoy (...)El artículo completo aquí
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