El desgaste para la
Administración sólo pude ser político y de imagen. Y en otros tiempos fue muy
probablemente así. Un poder político agobiado por las huelgas de sus propios
trabajadores, acaba desgastado y corre el serio riesgo de ser desalojado en las
próximas elecciones. Pero tal teorema es excesivamente simple. Puede servir
para administraciones débiles, pero nada más. Contra una Administración fuerte,
se agota en sus propias limitaciones.
En realidad, el modelo de
huelga clásica en el sector público funcionó durante la Transición, y por
inercia, algo más allá, pero se agotó hace ya mucho tiempo. Hoy las
administraciones públicas no son débiles ni están acomplejadas, sino todo lo
contrario. Y en lo referente al modelo de Administración pública, los poderes políticos
están más por la labor de pergeñar su disolución y reconversión en un modelo
franquicial, de concesionario, en el cual una élite política construye su
propia red clientelar a partir de su propia desregulación, bajo un modelo
neoliberal de subcontratación que afecta por igual a derecha e izquierda. Y
bajo este modelo ¿A quién debilita más una huelga del sector público? ¿A los
trabajadores o a la Administración?
Una huelga de metro y autobús
como la actual en Barcelona –lo mismo una de maestros y profesores-, nunca le
resulta simpática a la ciudadanía contituida en usuaria de estos servicios. Porque
inevitablemente, es a la ciudadanía a quien crea transtornos y quebrantos. La
Administración, consciente de ello, se lava las manos. Los culpables son los
trabajadores y los sindicatos que convocan las huelgas, con tan escaso espíritu
cívico. Incluso Ada Colau, tan progre ella, ha incurrido en tales juicios,
calificando la actual huelga de «excesiva».
Yo no sé si es excesiva o no.
Lo que sí sé es que, al ser la suya una alcaldía de coalición, los cargos
políticos con sueldo han proliferado en las empresas públicas de transportes
urbanos como setas en época de lluvia. Y si tenemos en cuenta que por lo
general, esta gente más entorpece que ayuda a la buena gestión, esto puede
generar agravios y mosqueos. Pero ni Ada Colau ni su equipo de gobierno
municipal van a perder dinero con esa huelga. No ingresarán estos días, cierto,
pero si tenemos en cuenta que se trata de un transporte subvencionado, el
quebranto que les puede suponer lo cubren con descuento en nóminas. Y si no,
pues suben los impuestos. Quiero decir con todo esto que quién se desgasta son
los huelguistas, objeto de las progresivas iras de la ciudadanía, contra más se
alargue la huelga. Para que se desgastara políticamente una Administración, tan
apegados al sillón como están, haría falta una hecatombe para la cual, hoy por
hoy, no concurren las circunstancias. Y las eventuales pérdidas económicas no
les importan. De modo que hay que pensar en otro tipo de acciones, si de verdad
se le quiere meter presión a la Administración.
Y ahora les toca a los
sindicatos. ¿Por qué, conscientes como han de ser de todo esto, perseveran
contumazmente con un modelo obsoleto que a quienes desgasta es precisamente a
ellos? A lo mejor porque ya les va bien así. El sindicalismo de clase en este
país hace años que es una merienda de negros, y los grandes sindicatos han
renunciado a su función de negociar las reivindicaciones de sus representados,
limitándose a negociar su propio papel de negociadores. Eso y, por supuesto,
los negocietes que obtienen de la propia Administración a cambio de su tibieza
y displicencia. Lo demás, puro postureo… teatrillo.
A los primeros que no les
interesa pensar en otro tipo de acciones, es a los grandes sindicatos, cuyos
nombres no merece la pena ni mencionar porque están en boca de todo el mundo. Y
es que además, puede que perdieran sus porciones del pastel en cuyo reparto
siempre están, como el perejil está en todas las salsas.
Pero hay otras opciones, más
rentables y efectivas; sólo que a las berroqueñas mentes de los dirigentes
sindicales de clase, no es que no se les ocurran, sino que les tienen auténtico
pavor –por lo del pastel, claro-. Vamos a ver, se me ocurren, a bote pronto, un
par, una para los trabajadores del metro y otra para mi gremio, el docente.
(To be conntinued...)
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