El concejal de seguridad del
Ayuntamiento de Madrid y el director de la policía municipal, han tenido que refugiarse hoy en un bar huyendo de la turba de agraviados guripas que los acosaban
poniendo en peligro evidente su integridad física. La caterva de escrachers estaba formada por policías municipales concentrados –ignoro si
legalmente o no-, que protestaban contra la decisión de suprimir unas unidades
antidisturbios de dicho cuerpo de policía municipal.
En el transcurso de estos
incidentes, uno de los guardianes del orden –imagino que fuera de servicio-
zarandeó a una periodista que estaba filmando con el móvil la escena de la
persecución –en el mejor estilo de los linchamientos del Far West-, le arrebató
el terminal y lo rompió. Mientras tanto, los colegas de los manifestantes que
estaban de servicio y uniformados, aplaudían a estos vándalos enseñoreados de
la calle que les corresponde proteger.
Ignoro si la disolución
de estas unidades centrales de seguridad es procedente o no. Ahora bien, si los
energúmenos que aparecían hoy en la concentración y amago de linchamiento, son
los miembros de dicho cuerpo, entonces su disolución está plenamente
justificada. Y la apertura de los correspondientes expedientes disciplinarios, también. Entre otras razones, porque todo apunta a que los métodos de que
deben servirse cuando están de servicio, serán sin duda los mismos que hoy
estaban poniendo en práctica.
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