Llevamos unos días en
Barcelona con huelgas en los transportes públicos: el metro y el autobús,
debidamente alternados. Hace ya unos años, preparé un informe, que por supuesto
no obtuvo el menor eco, en el cual planteaba la inutilidad del modelo de huelga
tradicional en la enseñanza pública, y apostaba por la búsqueda de acciones de
protesta y presión, sí, no se sorprendan, más «imaginativas». El planteamiento
era extensivo a todo el sector público, con sus debidas variaciones. Es decir,
a todos aquellos trabajadores o funcionarios cuyo empresario es la
Administración.
La idea central consistía en
que la huelga, bajo su formato tradicional, pudo ser en su momento una
herramienta útil, y acaso lo siga siendo todavía en ciertos sectores, pero no
en el de la Administraciones públicas, donde se habría convertido en un
anacronismo. El argumento
central era que una huelga es una medida de presión cuyo objetivo es inyectarle
esta presión al empresario, para que acabe accediendo a las peticiones de los
huelguistas, o a parte de ellas. Y ello implica que dicha presión comporte que
también el empresario tenga algo que perder. Porque si no tiene nada que
perder, no hay presión, sino mero postureo. Y esto era lo que, en mi opinión,
ocurría en el sector público, muy particularmente en el de la enseñanza.
El modelo de huelga clásica
surge en el siglo XIX, básicamente en los sectores fabril e industrial. Los
trabajadores no perciben salario, ésa es la presión que ellos soportan; pero el
empresario tampoco obtiene ingresos. Se trata de ver quién resiste más tiempo.
En su momento, los trabajadores inventaron las cajas de resistencia y,
ocasionalmente, recurrían a acciones intimidatorias; los empresarios el cierre
patronal –lock out-, y a la
contratación de esquiroles, así como, también, a accione intimidatorias contratando
pistoleros o acudiendo a la policía. Se trataba, para los trabajadores, de
resistir hasta que el patrono, agobiado por la falta de ingresos, se aviniera a
razones, y poder volver a trabajar para percibir sus salarios. Para el patrono,
el objetivo era el mismo: retomar la producción. La diferencia consistía en
bajo qué condiciones.
Intimidaciones y esquiroles
aparte, el modelo puede ciertamente seguir siendo útil. Una huelga en la Seat o
en el Corte Inglés, siguen manteniendo en esencia el formato clásico. Los
trabajadores no cobran sus salarios, pero mientras tanto, la Seat no produce
coches y el Corte Inglés no vende nada. Todos están bajo presión, todos están
perdiendo algo, y a ambos lados les interesa objetivamente el final de la
huelga. Uno parámetros bajo los cuales, al menos formalmente, hay posibilidades
de negociación y expectativas de acuerdo. Ya digo, al menos objetivamente, dejando
al margen subjetivismos y temperamentalidades, que por otra parte, suelen hacer
acto de presencia en este tipo de conflictos.
Ahora bien, ¿Es este el
escenario que concurre en una huelga, pongamos de transportes municipales
públicos, o de maestros y profesores igualmente públicos? Mucho me temo que no.
Algunos dirán que bajo este formato clásico se obtuvieron grandes victorias. Y
es posible, pero siempre en pretérito. Hoy es un modelo agotado.
Una huelga en cualquier
sector público es siempre, inevitablemente, no sólo una huelga contra el
patrono, sino también contra una Administración, que es una forma de poder
político. La presión de que es objeto una Administración ante una huelga de sus
funcionarios o trabajadores públicos, es de naturaleza muy distinta a la de la
Seat, El Corte Inglés o Mercadona. Para empezar, la Administración no pierde
dinero con una huelga, sino que, todo lo contrario, lo ahorra. Porque la
Administración –municipal, autonómica, estatal…- funciona con unos presupuestos
cuyos ingresos no provienen de su facturación, sino de fondos públicos
obtenidos por distintos conceptos, básicamente recaudatorios. Una huelga de
quince días en un ayuntamiento, supone ahorrarse la partida salarial
previamente presupuestada. Por lo tanto, la naturaleza de la presión ejercida
no es económica. Pero si no es económica, entonces ¿de qué tipo es?
(To be continued...)
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