E =
m2 c
E =
m2 c
No es una variante de la
relatividad ni nada por el estilo, sino la fórmula del engaño, igualmente
científica. Efectivamente, Engaño es igual a Mas por Mas por Colell, es decir,
Mas al cuadrado por Colell.
Lo anunciaba ayer el ecónomo
de esta banda del empastre en que se ha convertido el gobierno de la Generalitat
de Cataluña: no habrá devolución de la paga extra que nos han choriceado un año
más a los funcionarios que tenemos la desgracia de depender de estos
desaprensivos. ¿La razón? No le salen las cuentas. Sin más.
Su superior jerárquico había
anunciado hace un tiempo que si la taimada España les traspasaba el impuesto
sobre las transacciones bancarias, destinaría los ingresos obtenidos a cumplir sus obligaciones con los
funcionarios públicos de Cataluña y abonarles dicha paga extra. Dicha
transferencia competencial se llevó a cabo y es hoy competencia de la Generalitat
de Cataluña. Pero Mas Colell ha dicho que no, que la cosa no da para tanto y
que de pagarles a los funcionarios, nada de nada.
La proclamación de Mas se
difundió en su momento a los cuatro vientos, el desmentido de Mas Colell ha
pasado prácticamente desapercibido; tanto, que es imposible encontrar un link.
Sólo unos breves segundos, ayer, en el noticiario de TV3. Hasta puede que sea
lógico, se les ha pillado en una mentira, y como al que miente se le llama
mentiroso y a nadie le gusta pasar por embustero, lo de siempre, a correr un
tupido velo. Y aquí paz y allá gloria. Todo por la patria...
Valga decir que los
funcionarios que cobran de la Generalitat
de Cataluña son los únicos que este año van a quedarse sin su paga extra. Los
del resto de España la percibirán íntegra en su mayoría, con ciertos matices en
algunos casos –sin computar los sexenios, por ejemplo-. Incluso en la misma
Cataluña, los ayuntamientos han sorteado dicho latrocinio amparándose en su
autonomía municipal y, de una u otra forma, los funcionarios municipales
percibirán, como es de ley, sus catorce pagas anuales. Aquí, la única que no
paga, es la Generalitat.
Lo más alarmante de todo
esto no es, que también, la pertinaz mendacidad que les aqueja, sino el argumento que el ecónomo ha dado. Porque en su momento,
hacerse con la transferencia de este impuesto era ni más ni menos que una
cuestión de vida o muerte para Cataluña. Todo iban a ser albricias, y
precisamente por esta razón, la retorcida España nos lo negaba. Ahora resulta que
no había para tanto y que no llega ni para un café. Ni siquiera la buena
voluntad de, como mínimo, paliar el latrocinio cubriéndolo parcialmente; no sé…
si no daba para la paga entera, al menos digo yo que sí hubiera podido dar para
media, con lo cual el importe de robo se hubiera reducido a un 25% y, además,
hubieran demostrado que estaban por la labor.
Porque si la transferencia
de ese impuesto resulta ahora que no da ni para una bolsa de pipas, uno no
puede sino pensar que erraron en el cálculo. Y si se equivocaron al calcular el
impacto de un impuesto ¿Quién puede entonces asegurarnos que no yerran también
en sus cálculos sobre el déficit fiscal catalán respecto a España, un tema, por
cierto, mucho más complejo? ¿Le vamos a suponer a alguien que no sabe sumar,
capacidad para resolver cálculos mucho más complejos? A ver si al día siguiente
de la independencia resultará que lo del déficit fiscal era también un error de
cálculo y nos vamos a quedar en cuadro.
Pero a lo que íbamos; que el
ecónomo dice que Cataluña está muy mal y los funcionarios no pueden permitirse
la frivolidad de cobrar lo que les corresponde. Hay que joderse por la patria. Que no hay
dinero, pero la verdad es que uno empieza a dudarlo al mismo tiempo que toma
cuerpo la sospecha de que tal vez no haya dinero para según qué, pero sí para
según qué otras cosas.
Porque sí hay dinero para
sufragar un referéndum que no se va a realizar, pero cuyos gastos reconvertidos
en beneficios se embolsarán los gañanes de siempre.
Porque sí hay dinero para
subvencionar la creación de nuevos canales de televisión afines a la causa.
Porque sí hay dinero para
pagar a lobbies que faciliten las entrevistas del tarugo en medios de
comunicación internacionales haciendo el ridículo cada vez que aparece.
Porque sí hay dinero para
seguir manteniendo costosas embajadas en el extranjero, para que los amiguetes se
solacen en la más absoluta y bien pagada molicie.
Porque sí hay dinero para
seguir pagando cargos, carguetes y correveidiles de pacotilla para que difundan
la buena nueva.
Porque sí hay dinero para
que los políticos perciban sus dietas, sus catorce pagas y sus fastuosos viajes
con parafernalia de estado bananero.
Porque sí hay dinero para
subvencionar a los medios de comunicación domeñados y crear una situación de
manipulación informativa inédita en cualquier país civilizado, que produce rubor
sólo con pensarlo.
Porque sí hay dinero para
financiar –sí, tal cual- la privatización de la sanidad catalana o aumentar los
conciertos con la escuela privada, mientras las plantillas de la sanidad y la enseñanza públicas siguen recortándose.
Porque sí hay dinero para lo
que, en definitiva, les interesa. Pero no lo hay para cumplir con las
obligaciones y compromisos que, como Administración, les corresponden. Porque
no quieren ser Administración, sino sólo como plataforma para sus designios;
sus más que escrutables designios…
En la película “Espartaco” (Stanley Kubric, 1960), el
gran Charles Laughton, interpretando al senador Graco, aleccionaba a un joven
Julio César (John Gavin) sobre los distintos amores que se pueden sentir por la patria,
advirtiéndole sobre las intenciones del rico Craso (Lawrence Olivier). A Roma,
le decía, se la puede querer como a una madre o como a una mujer. A una madre
se la protege; a una mujer se la posee. Craso quiere a Roma para poseerla, como
su alcahueta.
Está claro qué tipo de amor
patrio es el que sienten estos tipos por Cataluña. Más claro, agua. La
verdad, uno piensa que estas situaciones sólo pueden mantenerse con unos
niveles de narcosis social azorantes. Como una fimosis cerebral. Después de
todo, quizás sea en éste el mal que aqueja a nuestra sociedad: nos han implantado un frenillo en
el cerebro.
Dan ganas de emigrar a Pernambuco.
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