¿Podríamos entonces
preguntarnos legítimamente si hay, parmenidianamente hablando, una izquierda a
cuyo ser se llega por el camino de la verdad, y otra que es la de la mera
opinión? Entiéndase, no es que nos pongamos trascendentes, pero sí que, tengan
o no las palabras dueño, o sea la verdad ella misma dicha por Agamenón o por su
porquero, no deberíamos perder la sana costumbre de llamar a las cosas por su
nombre.
En el post anterior nos
preguntábamos si Espartaco o Diego Corrientes podrían ser considerados de
izquierdas ¿Y Pancho Villa o Emiliano Zapata? En el caso del primero, y en el
supuesto de que alguien se atreva a afirmar que sí, entonces habrá que añadir
una nueva subvariante en la taxonomía de las izquierdas: la izquierda cuatrera.
En cuanto a Zapata, y admitiendo que no estaría tan claro ¿Es de izquierdas
plantear el reparto de tierras pasando del latifundismo al minifundismo? Pues
qué quieren que les diga…
Bertrand Russell denunciaba en
uno de sus Unpopular Essays, la
contumaz tendencia de nuestras sociedades occidentales a pensar, desde un
planteamiento dicotómico entre buenos y malos, que el bueno es el débil, frente
al fuerte que es malo, o el pobre frente al rico. Un legado cristiano que
consiste en el salto del análisis social a la valoración moral, transponiendo y
primando lo segundo sobre lo primero. Y esto, como bien indicaba Russell, no es sólo que sea una solemne majadería, sino
que, simplemente, es confundir los planos del discurso. Una cosa es una
realidad objetivamente injusta, otra que los que caigan de un lado sean buenos
y los del otro, malos.
Uno de los ejemplos con que
nos ilustraba era la conquista española de América. Sí, nos decía, Cortés y sus
palmeros hicieron auténticas salvajadas con los indios mexicas ¿Pero hay alguna
razón para creer que si hubiera sido al revés, si hubieran sido los aztecas los
que hubieran estado en disposición de hacerle una visita a Europa, hubiera sido
no sólo igual, sino con toda probabilidad mucho peor? La verdad es que no, a
poco que conozcamos algo sobre el imperio azteca. Más bien al contrario, hay
razones para pensar que hubiera sido mucho peor. Y si alguien piensa que con
esto estoy justificando la conquista y la colonización, con todas sus
barbaridades, entonces es que está incurriendo en el salto del análisis a la
valoración moral que precisamente estaba evidenciando con este ejemplo.
Y esto es precisamente lo que
en mi opinión ha ocurrido con lo que una vez fue la izquierda. Al abandonar sus
presupuestos ilustrados y su crítica objetiva, al perder la categoría central
en que se sustentaban todas las demás –un cambio, no tanto en el modo de
producción como en las relaciones sociales de producción-, y, por supuesto, sin
olvidar su fracaso «real», ha dejado de ser izquierda y se ha convertido en lo
que antes de su aparición habían sido los sectores de descontentos y desfavorecidos
que siempre hubo en una sociedad caracterizada por unas relaciones de
producción a las cuales es inherente la lucha de clases. Pero en el sentido
reactivo que Nietzsche atribuía a la moral de los esclavos. Es lo que ocurre
cuando lo que se pretende no es acabar con el señor del castillo en tanto que
institución, o con la injusticia objetiva que propicia un determinado estado de
cosas, sino desplazarlo para ocupar su lugar.
Será el factor humano, no diré
que no, pero en este sentido más bien parece que hayamos regresado a la
concepción griega originaria que precisamente desde Grecia hasta la Ilustración
se fue cuestionando y superando –al menos teóricamente-. Una concepción desde
la cual, y para la cual, la «putada» no es la esclavitud, sino que te toque ser
esclavo.
Y uno sigue pensando que
la izquierda fue otra cosa. Y que si ya no lo es, se la apostille como
reaccionaria, neocristiana, antiilustrada o como se quiera, es porque no es
izquierda. En fin, que después de todo, Einstein tenía razón; hay cosas que no
se pueden dar a la vez, porque entonces o no se es lo uno, o no se es lo otro. Y la izquierda, al menos lo que históricamente ha sido la izquierda, es incompatible con el nacionalismo. Aquí y en Tegucigalpa.
Otra cosa es que ricos y pobres puedan por igual ser nacionalistas. Pero esto ya nos explicaba también Marx por qué era así.
Suscribo todo lo que ha dicho usted en su artículo. Al final resulta que ante la desbandada intelectual de la izquierda la izquierda ya solo se remite a si misma. ¿Qué es ser de izquierdas? ser de izquierdas es reclamarse de izquierdas, y basta, parece.
ResponEliminaRespecto al nacionalismo y la izquierda también estoy de acuerdo. Salvo que pasa por alto una cosa : se puede ser de izquierdas, antinacionalista y desear la independencia de un país, por diversas y variadas razones.