Puede que hoy tocara hablar
de fútbol o de coronaciones reales. Todo llegará. De momento voy a proseguir
con Pablo Iglesias y “PODEMOS”. Básicamente porque pienso que la
superficialidad analítica hoy rampante nos está impidiendo ver lo subyacente al
problema, lo esencial, lo fundante. Nos hemos acostumbrado, sobre todo desde el
poder, y desde el discurso que proyectan sus sicofantes, a fundar la realidad
por decreto. Y estamos tan imbuidos de posmodernismo en lo referente a la
verdad, a derecha y a izquierda, que nos hemos olvidado de la vieja teoría aristotélica
sobre la adecuación que ésta requiere respecto a los estados de cosas para
merecer tal condición.
Sólo se encuentra lo que se
busca, decía Heidegger, según creo recordar. Cierto que podemos a veces buscar
cosas inencontrables, pero ese es otro tema. Lo que no buscamos no lo podemos
encontrar ni aun que «esté» delante de nuestras narices, sencillamente porque
no «existe» para nosotros. Una perversión de esto sería cuando no queremos dar
con algo y, por lo tanto, no lo buscamos; entonces ni nos damos por enterados aunque se
tope con nosotros de bruces. Porque no lo queremos ver.
Un inciso. Voy a utilizar
los términos fenómeno y noúmeno en un sentido que no comparto, sino que será el
de los manuales más ad usum, pero
creo que puede servir. Desde mi lectura de Kant, toda la bibliografía que se ha
generado sobre la «cosa en sí» es superflua. Para Kant, y así lo dice, de lo
que estamos tratando es de fenómenos, no de cosas en sí. Su utilización de este
término es lo que se conoce como un contraconcepto expositivo o un concepto
límite, que refiere a aquello de lo que no estamos hablando, sencillamente porque
no podemos hablar de ello. El sentido que aquí tomaré para «noúmeno» o «cosa en
sí» es el de la «cosa» en su existencia pura independiente de cualquier
representación, que a nosotros se nos representa como «fenómeno». Dicho en
otras palabras, lo que subyace a nuestra representación de aquello, lo que sea.
Aquí, con el advenimiento
del pensamiento único, se decretó en su momento el final de la historia, de la
lucha de clases y de las ideologías. El supuesto pragmatismo del pensamiento
único no se fundamentaba sino en su carácter de «único», en tanto
que vencedor en la contienda ideológica, y pasando por tanto, de ser una
ideología más a ser «La Ideología», desde la cual se prescriben las reglas del
juego a todos los niveles del discurso, a la vez que se proscriben otras por
«ideológicas». Obsérvese el matiz, nada baladí: las ideologías han
desaparecido, pero pueden persistir contumazmente ciertos modus operandi –o discursos vicarios- propios de esta anacrónica
manera de pensar de acuerdo con una concepción general equivocada de la
realidad. Porque la realidad es la que es y punto: la que hemos determinado.
La cosa en sí que sería la
sociedad humana se manifiesta fenoménicamente, nos es dada como representación
en distintas facetas o proyecciones que no son sino la forma en que dicha
realidad se nos ofrece. Ello presupone, ciertamente, que, además de al final de
la historia, de las ideologías y de la consiguiente polémica sobre la sociedad,
de su estructura y sus modelos de organización, hemos llegado al conocimiento
nouménico de la sociedad. Y aquí sí que serviría también la noción de noúmeno
como conocimiento intelectivo en estado puro. Curiosa convergencia, por cierto.
De ahí, cualquier discurso aplicado o análisis cuyo modus operandi desentone,
se refuta remitiéndolo al falso noúmeno
del que se le considera una simple aplicación.
En términos kunhianos
diríamos que se estaría despachando una determinada afirmación o explicación
sobre un enigma, simplemente tildándola de «galileana», desde los
aristotélicos, si este fuera el pensamiento único o, aquí, paradigma. Y si lo
que aparece es una «anomalía» que apunta contra la línea de flotación del
paradigma, lo mismo. El problema es que aquí no estamos con una anomalía
respecto a un determinado paradigma científico, sino en otro ámbito, que sin
ser ni más complejo ni más difícil, todo lo contrario, sí es, ello no obstante,
mucho más pantanoso y escabroso. Por eso he preferido no poner como analogía al
modelo kunhiano.
Pero el hecho de que hayamos
dictado por decreto la realidad, no quita que ésta siga allí, indiferente a
nuestras especulaciones «pragmáticas». En este sentido, PODEMOS no es sino un
fenómeno que nos indica que algo está fallando en el conocimiento final del
noúmeno que se había decretado; de que algo está fallando…
Claro que también hay una
segunda posibilidad; que no queramos ver o buscar lo que realmente subyace a
los relativos desajustes que el diseño del pensamiento único no había previsto y,
ni aun evidentes, sigamos obviándolos. Ya sea porque no encajan en el modelo, o
porque estén metadiscursivamente proscritos –se esté en nómina o no-.
No estaríamos entonces ante
un supuesto de incompetencia, sino de incoherencia lógica e inmoralidad ideológica,
por prescripción evitativa de la subsiguiente proscripción que cae sobre el
transgresor.
Cierto, más fácil dejarlo en
que PI cobró de Venezuela; mucho más fácil y resultón. Buenos y malos… Claro. Y
los niños vienen de París traídos por una solícita cigüeña…
Por eso hablaremos de
fútbol y de coronaciones otro día, hoy no tocaba. ¡Ah! que me perdone Kant...
En una de sus innumerables matizaciones a su famoso anuncio del fin de la Historia decía Fukuyama que ese fin no se caracterizaba necesariamente por que todos los países pasasen inmediatamente a ser democracias liberales, bastaba con que no aspirasen a construir, siquiera teóricamente, alternativas.
ResponEliminaAl principio de la crisis actual se habló de fallos de base en nuestro sistema y de refundación de capitalismo. He notado con asombro cómo se ha dejado de hablar de esa refundación, y he llegado a pensar que cuando se vio la magnitud de la crisis fueron los propios políticos, banqueros, etc., es decir, quienes podrían aparecer ante la opinión pública como causantes del desastre, quienes se apresuraron a anunciar una modificación del sistema para hacerlo más ético.
Me atrevo a pensar que casi nadie ha visto cambios, que casi nadie cree que nuestro actual sistema es más ético que al principio de la crisis. Creo que la mayoría de la población cree que no hay mucho remedio, que esto pasó y se ha hecho más o menos lo único que se podía hacer, una opinión que se fortalece al comprobar cómo la crisis ha golpeado países con sistemas políticos bastante diferentes. Entonces ¿qué se puede hacer?. Cuando el banco o la compañía de teléfonos nos trata mal, quizás abusivamente, no podemos ir a la guerra contra ellas, ni aunque los afectados seamos muchos miles. Lo único que podemos hacer es cambiar de banco o de compañía. Lo hacemos sabiendo que los nuevos no serán mucho mejores, pero lo hacemos porque queremos algún grado de justicia, que se consigue castigándolos, lo que hacemos de la única manera que podemos: yéndonos. La magnitud de la crisis y sus efectos sobre millones de personas son tan enormes que me asombra que no haya habido consecuencias peores. En España, la extrema derecha xenófoba y euroescéptica o no existe o ha sido desactivada, fenómeno del que se habla poco, no vaya a ser. La izquierda que se declara anticapitalista siempre ha estado ahí. Aunque sea minoritaria en el parlamento, siempre se ha hecho oir. No es algo de gente antisistema, ni de un sólo tipo de personas. No es algo contra lo que el sistema haya combatido, o al menos no es algo que el sistema haya intentado destruir. Por ello, creo que no se puede decir que, al menos aquí, en España, exista pensamiento único. Otra cosa es que la gente cada vez está más harta de que el fin de los recortes y la crisis real, la que cada uno vive cada día, se postpone cada año para el siguiente, y está muy harta del espectáculo de corrupción. Es inevitable que partidos antisistema asciendan en esta coyuntura. Si en esta situación un partido de extrema derecha hubiese conseguido un buen resultado en las elecciones, algo que ha sucedido en casi toda Europa y, por tanto, no es una utopía impensable, se hablaría de demagogia y populismo, como se hace en toda Europa. Y en nuestro caso, de salvapatrias y de nostalgia de la dictadura.
(Continúa)
ResponElimina¿Somos demócratas o no? Si lo somos, nuestro juicio sobre Podemos no puede ser muy diferente. Es necesario volver a hablar de Venezuela, porque es la realidad a que los políticos de Podemos se han referido, antes de existir el partido Podemos, en los días en las televisiones llevaron a Monedero a hablar sobre Chávez, cuando el rey Juan Carlos dejó de ser campechano por un día y le hizo famoso. Es el régimen que ellos encuentran preferible al nuestro, el que han contribuido a crear como asesores de Chávez. En Venezuela no hay fin de la historia. Hay democracia formal, pero la oposición está bajo constante amenaza, son los malos por decreto, y el régimen se autodefine como la revolución. Riquísimos en petróleo, que venden a EEUU, la riqueza no llega la población, sus ciudades son las más inseguras del mundo, y quien disiente sufre persecución de todo tipo. Lo sustantivo no es que los de Podemos cobren de Venezuela, sino que preferirían su régimen al nuestro. Si somos demócratas no podemos pensar como ellos.
Me alegro del revulsivo que sus resultados suponen para nuestro sistema anquilosado y nuestra casta política, pero me alegro exactamente lo mismo si los resultados los hubiese obtenido un partido de extrema derecha. Desconfío de los de Podemos exactamente lo mismo que desconfiaría de un partido como el de Le Pen o Farage.
Hola Bacon:
ResponEliminaFudamentalmente, dos cosas. La primera, que la pregunta del millón es la que tú mismo planteas, si somos o no demócratas. Que todo el mundo dice serlo parece fuera de discusión, que se lo sea de verdad es otra cosa. Porque para ser demócrata no basta con decirlo, ni aun con creerse demócrata, sino tener cultura democrática, desde la cual uno puede entonces tener una opinión sobre algo, discrepando del otro, pero no por ello negándolo como demócrata -eso último depende ciertamente del otro.
La segunda, que otro de los grandes problemas que tenemos, después del de una alarmante falta de cultura democrática, es el de los conceptos débiles que surgen a partir del desgaste de la noción originaria. Demócrata o tolerante, democracia o tolerancia, son unos de ellos. No en sí, sino como se interpretan hoy en día. Recuerdo una vez una encuesta televisiva en la que a un ciudadano se le preguntaba, micrófono en mano, sobre su opinión respecto a cierto tema, no recuerdo cual. Pues bien, contestó que él era una persona tolerante y que por esto pensaba que cada cual podía opinar lo que quisiera. Ésta, parece ser, era su opinión. Me pregunto si más allá del evidente desgaste que ha debilitado ciertos conceptos por un mal uso, no se encuentra una mala conciencia democrática que se sublima en hipocresía social como la del señor de la encuesta.
Y coincido, PODEMOS no es precisamente un ejemplo de cultura democrática, como no lo es Venezuela -donde por cierto, nunca ha habido democracia real, sino más bien cleptocracia compulsiva-. A lo que yo me refería era a que no por eso deja de ser el exponente de un serio problema que tenemos en nuestra sociedad y que, por lo tanto, despachar el tema simplemente demonizándolos es eludir el auténtico problema, que es el que les ha dado carta de existencia.
Así es, Xavier, nuestra actual democracia (aunque menos mala que la de Venezuela) es muy deficiente, y sería necesario cambiar muchas cosas. Ahora bien, yo estoy con Julio Anguita cuando dice que parte de la culpa es de la ciudadanía. Parte de esa ciudadanía se ha cansado y ha votado a Podemos, en parte porque son gente nueva en la política, gente joven y con empuje, en parte, ay, porque salen mucho en la tele.
ResponElimina¿Habrá algún día políticos que nos hablen como a adultos? ¿será culpa nuestra que no lo hagan, porque saben que si lo hacen no les votarán?. Pienso en Vargas Llosa, vencido por Fujimori, o en Berlusconi, favorito de una sociedad nada tercermundista ni falta de cultura o información, por no pensar en cosas más cercanas.
Respecto a qué hacer, es difícil decirlo mejor que el Guachimán:
ResponEliminahttp://papabloblog.blogspot.com.es/2013/04/contra-la-corrupcion-y-la-crisis.html
Democracia es el nombre que el régimen más avanzado y perfeccionado de opresión se ha dado, y los demás, hale, a tragaire. Pues yo, amigos, ni sé muy bien quién soy, ni adónde, ni cómo conducir la que supuestamente es mi vida. Demócrata no puedo ser. El mito de que es no sólo posible sino natural saber todo esto, es el que funda el régimen que nos ha tocado a nosotros. Por otro lado, hablar contra la tiranía, aquí y ahora, es hacerle un flaco favor a la verdad. Pues es lo cierto que todo régimen de los sitios que no se cuentan entre los países avanzados se encuentra en camino hacia lo que nosotros padecemos. No hay más, por tanto, que tecnodemocracia o demotecnocracia, o cómo sea. Dedicarse a hablar, aquí y ahora, en contra de los tiranos de hoy o de otros tiempos (igual da) y de sus anticuadas brutalidades es hacerle un flaco favor a la verdadera lucha, que no puede partir de otro lugar que de enfocar la mirada en las mentiras y miserias que el régimen que nos ha tocado padecer reparte entre sus poblaciones. Cómo se lleva a cabo, en estos regímenes modernos, la administración (que no necesariamente dación) de muerte que constituye la principal labor de todo poder. No nos pongamos a hacer chanzas sobre el viejo y tonante Dios barbudo de los desiertos, creyéndonos libres de fe porque el barbudo ya no nos la cuela, en vez de tratar de ver de qué formas ha cambiado la fe para seguir siendo sostenedora del poder mediante sus mentiras.
ResponEliminaEs por ello que, de modo muy superficial, disfruto con el enroque, injurioso y difamatorio. de partidos e intelectuales orgánicos ante el fenómeno de Podemos, que por otro lado insiste en que, en contra de toda evidencia, pueda haber más pueblo que aquél sobre el que el poder se ejerce.