Ahora que han pasado ya unos
días desde la coronación del nuevo rey, tal vez sea el momento de plantear las
serias dudas que a uno le sugieren ciertos hechos y ciertas actitudes
relacionadas con los inicios de este reinado. ¿Inicios o indicios? Es como para planteárselo.
Más allá del lamentable y
bochornoso espectáculo que se nos ha ofrecido, todos hemos podido ver vídeos
con actitudes por parte de la policía, no ya chulescas, sino simplemente
propias de una dictadura y que causarían rubor en cualquier país civilizado.
Hemos visto como, ante la
provocación de un transeúnte a una mujer que llevaba una insignia republicana,
la policía se llevó por delante a la mujer.
Hemos sabido que la policía
entró en los pisos cuyos balcones mostraban banderas republicanas, que fueron
requisadas.
Hemos sabido que en ninguno
de estos casos se trató de acciones por cuenta propia motivadas por un supuesto
exceso de celo policial, sino que para el día de marras, estaban oficialmente
prohibidas la exhibición pública de motivos republicanos o cualesquiera otros símbolos
o acciones que desentonaran en el general ambiente de adhesión incondicional y
absoluta a la monarquía borbónica.
Que se haya tratado de
incidentes puntuales o no, es lo de menos. Lo que no es lo de menos, en cambio,
es que en democracia se prohíba la manifestación pública de cualquier símbolo
republicano hasta el punto de que llevarlo en la solapa sea motivo de escarnio
en forma de detención o multa. Porque así funcionan las dictaduras, no las
democracias. La responsable del dispositivo fue la vicepresidenta del gobierno.
También hemos tenido
conocimiento de que el día antes de la coronación, el futuro monarca inauguró en
Madrid un monumento a los policías nacionales víctimas del terrorismo en el cual, en la más pura
tradición, figuraban todos los nombres de las víctimas. Una tradición que acaso
hubiera sido aconsejable eludir, por decencia democrática, puesto que el
primero de la lista era ni más ni menos que Melitón Manzanas. Ni siquiera el
mínimo decoro, ni sentido de la oportunidad política, de haber empezado, por
ejemplo, dicha lista con las víctimas a partir de la fecha de las primeras
elecciones democráticas o de la proclamación de la constitución, que es cuando
en rigor, podemos hablar de terrorismo, en la medida que se ejercía la
violencia contra un estado de derecho. No antes. O simplemente, haberse
ahorrado la lista nominal. Que Melitón Manzanas figure como una víctima más del
terrorismo es un insulto a muchas otras víctimas, relacionadas o no en la
lista, que cayeron por defender la democracia y la libertad de expresión.
Incluidas las propias víctimas del interfecto.
También hemos tenido la oportunidad
de ver como el presidente Mariano, en prácticamente todas sus intervenciones
desde el primer día, se ha esforzado en resaltar la "normalidad" del
proceso y que la constitución "funciona", que todo está controlado y
que aquí no pasa nada. A uno esto le sugiere ciertas suspicacias, porque cuando
se resalta con tanto fervor lo que se supone evidente, acaso sea porque tal evidencia
no resulte tan palmaria. ¿Qué diríamos de alguien que estuviera constantemente
diciendo "...no, si es que yo a mis
padres les quiero mucho"? ¿O de un asiduo a las corridas de toros que
afirmara que no soporta ver sufrir a los animales?
Y finalmente, la mayor no de
las dudas, sino de las perplejidades ¿No estábamos en una monarquía
constitucional? ¿No es en una monarquía constitucional la jefatura del estado
un cargo desprovisto de responsabilidades políticas ejecutivas, legislativas y
judiciales? A qué viene entonces tanto sarao sobre si Felipe VI va a impulsar
una reforma de la constitución o tanto escudriñar en sus ideas y talante
contrastándolo con su padre? ¿No reinaba el rey pero no gobernaba?
Me temo que vamos a tener
una nueva corte de los milagros con sus camarillas. Y eso por no hablar de los cambios
que se rumorean, precisamente, en TVE y en un sentido muy concreto ¿Me siguen?
Mal empezamos, muy mal.
Muy buen artículo, Xavier. Es especialmente sonrojante el artículo publicado ayer en El País: "Leonor, niña y princesa". Yo no quiero ni esta monarquía ni la república que algunos defienden. ¿De país, no se puede cambiar?
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