Se trata de una figura
ampliamente arraigada en la tradición literaria occidental, y aun en la
oriental, cuyas máximas expresiones corrieron a cargo de Boccaccio y de
Cervantes. Este último le dedicó los capítulos XXXIII a XXXV de la primera
parte del Quijote, a lo largo de las cuales se produce el más que conocido
incidente con los cueros de vino.
Como es sabido –transijamos
en que sea así- la trama del curioso impertinente consiste en una forma
especial de triángulo amoroso, aquella en que el adulterio es el resultado de
un forzamiento artificioso del contexto que constituye la realidad.
Efectivamente, en el triángulo formado por Anselmo, Camila y Lotario, jamás los
dos últimos hubieran incurrido en adulterio de no haber mediado la impertinente
curiosidad del primero, obsesionado por unos celos formales que, al final, la
falsificación de la realidad acaba convirtiendo en materialmente fundamentados
cuando, precisamente, éste abandona toda sospecha de cuernos a la vista de la
ficción urdida por los amantes de la cual ha sido testigo.
Del curioso impertinente
se pueden, ciertamente, decir muchas cosas.El artículo completo, publicado en Catalunyavanguardista, AQUÍ
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