CGL fue sin duda la
consejera de educación catalana con más vocación de starlet y ansias de glamour. También la más furibunda logsera,
quizás para hacerse perdonar su adscripción a una de las especialidades docentes
que la reforma educativa arrojó al Tártaro. Con toda probabilidad, también su
condición de conversa influyó en su
entrega total a los ideales convergentes. No debió resultarle muy difícil.
En su primera etapa como
directora general, cumplió a la perfección el arquetipo reflejado en aquel
viejo refrán que rezaba “nunca sirvas a
quien sirvió”. Tras el cesamiento de su equipo, fue enviada un tiempo al
Parlamento español para, al cabo de algunos años, regresar como flamante
consejera, sin por ello dejar de compatibilizar sus nuevas responsabilidades
con el cargo de diputada.
Tras su nombramiento,
realizó una “gira” por toda Cataluña. Por aquel entonces, yo había sido recién elegido
delegado sindical y asistí a la reunión a la cual, en condición de tal, había
sido convocado junto a toda la junta de personal.
Entre otras lindezas, en su
charla hizo un especial hincapié en la necesidad de que todos los alumnos
hubieran adquirido las «competencias básicas» al finalizar la ESO; es decir, a
los 16 años. Lo bueno vino cuando definió dichas competencias. Cito literalmente,
traducido al castellano. Nunca se ha borrado de mi memoria:
Que
todos los alumnos, al finalizar la ESO,
sepan
leer y escribir, sumar, restar y hacer
una
multiplicación sacándose la calculadora
del
bolsillo. Lo demás, no me importa.
Ignoro si lo de la
calculadora iba sólo por lo de la multiplicación, una operación de cálculo sin
duda mucho más complicada que la suma y la resta, o si la incluía también para
estas últimas operaciones. Ignoro también si la división quedaba fuera de las
competencias básicas o si, simplemente, se le olvidó, tan anti memorística como
era ella.
El caso es que después de su
speech, abrió un turno de preguntas
al final del cual, dijo, iba a responder una por una.
Yo le pregunté si no le
parecía que la definición «práctica» de competencias básicas que había
realizado se asemejaba peligrosamente a la definición que la UNESCO daba por
entonces de “analfabetismo funcional”. Por supuesto, no se molestó en
responderme.
Una vez que la Generalidad tuvo las competencias de educación, si lo que quería era diferenciar Cataluña del resto de España para mejor, que es lo que, si eran tan patriotas catalanes como dicen, era obvio que tendrían que haber hecho, la cosa estaba clara: tendrían que haber aumentado mucho el nivel de exigencia, para que Cataluña, en unos años, pasase a estar muy por encima de la media española, y próxima a Corea del Sur, en todos los rankings que miden la excelencia educativa.
ResponEliminaPero resulta que querían la competencia de educación para degradarla aun más.
Un conspiranoico que fuese, además, catalanista, podría pensar que, en realidad, trabajan para Madrit.
A lo mejor es que trabajaban para ellos, para asegurar mediante el control social la perpetuación de su dominio, que es lo que en realidad le interesa a todo nacionalismo. Y eso pasaba por la ineludible reducción de los niveles intelectuales de la población, que aún sin ser nada del otro mundo, eran superiores a los de ahora.
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