LA "OBJETIVIDAD" DE CIERTOS MEDIOS
En cierta ocasión, comenté
en un programa de radio que la llamada «Comunidad
Educativa» y la tan proclamada necesidad de que sus agentes -familia,
municipio y sindicato ¿les suena a algo?- participen activamente en la gestión
de los centros de enseñanza era algo así como si el diagnóstico de un médico
tuviera que negociarse con el paciente, con los familiares del paciente y con
el municipio donde residen. Y que esto, tan manifiestamente delirante en el
ámbito de la sanidad, era ni más ni menos que lo que estaba pasando en los
institutos cuando la nota de un alumno ha de ser consensuada con todos estos
agentes o hasta votada en juntas de evaluación. Entre el resto de tertulianos
se hizo un silencio gélido, como si alguien acabara de conjurar al diablo en
plena misa.
No volvieron a llamarme
hasta mucho tiempo después. Estábamos en el sindicato en plena campaña para
conseguir la jornada intensiva en Secundaria y éste fue el motivo de mi
asistencia a una tertulia sobre el tema, en la cual el único docente era yo, el
resto, los tertulianos habituales. Recuerdo perfectamente como uno de los presentes,
hacia el final del «aquelarre», arremetió contra la jornada intensiva -sólo de
mañana, como en el resto de España e inmensa mayoría de Europa- espetándome con
el impagable argumento según el cual estábamos proponiendo tal medida sólo por
corporativismo.
Le repliqué que el hecho de
que una determinada medida pueda favorecer a un colectivo, tal vez no sea un
argumento a favor, pero tampoco nunca puede ser un argumento en contra. Y
exactamente por la misma razón, tampoco que perjudique a algún sector -como
presumiblemente a ciertas familias- ha de ser un argumento en contra o a favor.
Ello con independencia de que ni todos los docentes estaban a favor de la
jornada intensiva, ni mucho menos todas las familias en contra.
Intenté argumentar que lo
que había que debatir primordialmente para determinar la conveniencia de tal
medida era, en todo caso, la repercusión académica que se pudiera inferir,
atendiendo al hecho de que se trata de institutos, es decir unos extraños
lugares donde se supone que los jóvenes van a aprender y que se ha de intentar
que lo consigan lo mejor posible, facilitándoselo en la medida que ello fuera
posible. Que si se tratara de guarderías infantiles tal vez el debate central
sería otro, pero que aquí no era el caso. Que aquí el horario (académico) tenía
que establecerse en función de la actividad que se realizaba y que desde el principio
del debate había intentado aportar argumentos y hechos sin que en ningún
momento hubieran sido tenidos en consideración por ninguno de los tertulianos
en nómina del programa. Sólo el argumento de que favorecía a los profesores y
esto ya hacía la propuesta indeseable per
se.
Por supuesto, ya nunca más me han vuelto a llamar. In secula seculorum...
"Le repliqué que el hecho de que una determinada medida pueda favorecer a un colectivo, tal vez no sea un argumento a favor, pero tampoco nunca puede ser un argumento en contra"
ResponElimina¡Ah, la lógica!. Sólo una construcción social más, instrumento para perpetuar la opresión, en este caso de los pobres estudiantes. Pero asunto arreglado, ya nadie reconoce una falacia lógica ni aunque le golpee en la cara.