Se enteró uno hace poco que
diez juristas están preparando la futura constitución de Cataluña. Para unos
será una muestra más del irredentismo independentista, dispuesto a ir a por
todas; para otros, algo necesario y lógico
para un país que va a ser independiente el 24 de abril de 2015. Por esta vez,
lo que le preocupa a uno no es ni una cosa ni otra, sino algo altamente
revelador y que debería inquietar mucho a los independentistas que se
consideren demócratas, es decir, a los que no están ahora mismo pidiendo la
cabeza de Raimon porque haya dicho que él no es independentista.
Y digo que es algo a mi
entender altamente revelador porque, al menos en opinión de uno, el encargo de tal
proyecto constitucional es un tic que refleja prístinamente el modelo «Volksgeist» subyacente a
tanta proclamación de pureza democrática, como la invocación al derecho a decidir. Un derecho que, por cierto, puedo compartir como ya he manifestado en otras ocasiones aquí mismo. Pero una cosa es el fondo y otra la forma. Y a la luz de noticias tales como que se está elaborando ya la futura constitución catalana, empieza a tomar cuerpo no la sospecha, sino la certeza que para lo único que se va a contar con uno después de haber "decidido", acaso será para jurar bandera, pero poca cosa más. Porque "algunos" ya han
decidido como habrá de ser todo después, si fuere...
En esta orgía pre ilustrada
que está teniendo lugar, cada vez parece más claro que, para esos "algunos", el
retorno a la supuesta independencia anterior a 1714 va de soi con el modelo social y político de esta misma época. Un
modelo que, desde luego, puede calificarse de muchas maneras y con los
subterfugios y eufemismos que se quiera, pero nunca de democrático. Y lo cierto
es que si atendemos a la actuación de nuestros gobernantes, pensemos por
ejemplo en educación, sanidad o subcontratas, todo parece cuadrar.
Porque resulta que una
constitución que se precie de democrática la han de elaborar unas cortes
constituyentes elegidas democráticamente, con participación de todos los grupos
que hayan obtenido representación -independentistas o no-, en mayor o menor medida según sus
resultados, y han de ser ratificadas posteriormente en referéndum por la
mayoría de la población. Y eso porque en la elaboración de una constitución hay
muchas cosas que discutir más allá de si iba a ser una república
presidencialista, si la bandera llevará la estrella o en qué liga jugará el Barça. Y son, en realidad, temas mucho más importantes que estas nimiedades. Pero claro, lo
importante ya está decidido de antemano por quienes se arrogan la legítima esencia
del «Volksgeist».
Cada día que pasa, más asoma
la pata de cabra por debajo de los trajes Armani. Por sus hechos les
conoceréis... Pero que no sea demasiado tarde. Lo dicho, si fuera independentista, estaría muy inquieto con mis líderes.
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