Tengo para mí como algo
insólito que tanto emboscado como hay siempre acechando y dispuesto a criticar
el ejercicio y la incentivación de la memoria en el sistema educativo
-empezando, por cierto, por el propio sistema educativo que padecemos-, nunca
se les "olvide" de arremeter contra dicha facultad psíquica a la menor oportunidad.
De ello debo inferir que, o bien estamos entendiendo cosas distintas bajo el
mismo término, en cuyo caso estaríamos ante un malentendido, o alguna de las
partes no es consciente del uso que hace de la memoria que tanto critica. Sí,
ya sabemos que la memoria nos engaña, hasta que la estamos editando en cada momento, y que olvidamos. Pero supongo que tampoco nadie renunciará a andar
porque «descubra» que sólo dispone de dos piernas y preferiría tener cuatro.
Literatura filosófica,
psicológica y neurológica la hay en abundancia para, si se trata de un
malentendido, enmendar este error mediante el estudio y la lectura. Si se
trata, en cambio, de una actitud auto legitimadora, porque esté de moda o
porque se vendan libros denostándola, digamos entonces que puede tratarse de
actitudes comprensibles, pero no demasiado honestas. ¿No será que estamos proscribiendo aquello en lo que no destacamos? Ya se sabe, de noche todos los gatos son pardos o, como decía Hegel, todas las vacas, grises.
Viene tal vez a cuento de
todo esto la perplejidad de Descartes cuando se sorprendía al constatar que
había conocido a mucha gente que proclamaba sin el menor empacho aquello de "No, si inteligente yo ya lo soy, lo
que ocurre es que tengo una memoria fatal" y, en cambio, no haber topado nunca con
nadie que le dijera "yo tengo una
memoria excepcional, pero soy muy poco inteligente".
Sí, el mismo Descartes que
luego, en aquel arsenal de ideas brillantes que son las Regulae, nos recordaba -cito de memoria- que no por haber
memorizado la República de Platón o un tratado de geometría, seremos filósofos
o matemáticos. ¿Significa esto que Descartes compartía los despectivos
criterios sobre la memoria que sus detractores actuales? No, claro que no.
Simplemente que la memoria es una condición necesaria, pero no suficiente.
Añado de propia cosecha, si hay entendimiento sin memoria, es decir, sin datos
que procesar, no puede haber inteligencia. Exactamente igual que un procesador
de última generación no nos servirá de nada sin un disco duro de memoria. Se
puede externalizar, dicen los detractores de la memoria, y entonces entra en
escena la majadería papanatas de los fascinados por las nuevas tecnologías y el
acceso a la información. ¡Como se reiría Descartes!
¿Y la memoria sin
inteligencia? Bueno, de eso vamos a hablar en la próxima entrega, a propósito
de Funes y el loro.
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