El excelente artículo de
Francisco J. Laporta, hoy en "El País", es revelador de la actitud de la clase política ante "sus" administraciones públicas, que entiende como un lugar para
«regalías». Lo que denuncia Laporta es
la pugna entre funcionarios y burócratas, donde los primeros son
los funcionarios de carrera, de oposición, mientras que los segundos son los designados por
los políticos de turno en pago de favores o en compra de ellos, con cargos, carguitos y carguetes
de confianza, en expansión exponencial, para eso no hay crisis. Profesionalmente se le
llama intrusismo, socio políticamente, clientelismo.
En eso no parece haber diferencias «nacionales» entre las distintas
administraciones, tan enfrentadas en otras cuestiones. La tendencia es a disminuir la presencia y funciones de los
funcionarios públicos, y substituirlos por un sistema de libre designación a
cargo de los cargos de confianza designados a su vez por los políticos. El PP
ya está preparando el "despido libre" de los funcionarios, medida que
CIU aplaudirá. Aquí, al final, cualquier nombramiento remitirá, en última
instancia, al arzobispo de turno. Sin casulla ni cabeza tonsurada, pero con
potestades de arzobispo, que es lo que cuenta. Y quien no lo quiera ver, o está
ciego o es que cuenta que le irá bien en este modelo porque una prima suya es amiga
de un sobrino del arzobispo. También cabe una tercera opción, que sea un tonto
de baba.
El proceso es doble, los cargos de libre designación aumentan a la vez que invaden territorios "neutros" políticamente, hasta hacía poco reservados a funcionarios, que pierden como cuerpo a la vez que, individualmente, la seguridad laboral cada vez es más incierta. Pero hay algo más, y de carácter más teológico. No en vano su primera formulación se debe a un ilustre ex cura reciclado en filósofo analítico e ideólogo nacional-independentisa catalán. Sí, parece un mejunje algo raro, pero es que estamos hablando del inefable Josep Ma. Terricabras y su modelo de tránsito del clientelismo al masoverismo. La gran aportación del agroindependentismo catalán al desmantelamiento de las Administraciones públicas.
Que tanto el
PP como CIU tienden al clientelismo efectivo en sus respectivos feudos, así como a la interinización de sus respectivos funcionarios, es algo fuera de duda. Tampoco se libra de ello la izquierda "realmente existente". En definitiva, se trata de
volver a las cesantías del siglo XIX y a sus consiguientes regalías. Pero Terricabras no detiene su regresión en el XIX, su meta es el XVIII o el XVII, hasta puede que
el XVI. Creo que como cabeza de lista de ERC en las próximas elecciones europeas, Terricabras se merece unas líneas que dignifiquen su inestimable aportación intelectual al desmanelamiento de las administraciones púbilcas. Es bueno que se sepa a qué dedica cada cual su talento.
Terricabras fue el autor intelectual -algunos dicen que hasta material- del Pacte Nacional per a l'Educació, un engendro que inspiró a la LEC, Ley de Educación de Cataluña. Lo realmente importante del Pacte Nacional per a l'Educació, de innecesaria
traducción al castellano, no son los temas que fueron más objeto de polémica en su momento,
como las exigencias terricabrinas sobre la fiabilidad
moral del docente o la obligatoria adscripción de éste al constructivismo
como salvoconducto para lo anterior. No, lo importante aquí es el tránsito intelectual
que posibilitó Terricabras, del clientelismo al masoverismo, concretado en un modelo de dirección de los centros
públicos tan irresistible que ni la LOMCE se ha zafado de él.
Sí, ya sé que suena raro que
el ministro bronco que hablaba de la necesidad de españolizar a los alumnos
catalanes lo haga a la par que catalanizando los institutos españoles, pero ahí
radica la finezza del modelo
terricabro, en su encanto para ciertas ideologías al margen de las diferencias
identitarias.
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