dissabte, 19 de març del 2016

Podemos, los «polls revisculats» y el perro del hortelano



Recuerdo una vieja entrevista a la inefable Vanessa Redgrave –excelente actriz y activista de izquierdas-, con motivo de la enésima escisión que protagonizó en las ya de por sí muy mermadas filas del trotskismo británico en que militaba. Se quejaba de que su anterior partido estaba lleno de contrarrevolucionarios. Algo así como en «El hombre que fue Jueves», de Gilbert K. Chesterton, con las catacumbas anarquistas de Londres repletas de policías infiltrados. Afirmaba que en el nuevo partido esto no ocurriría, porque en una organización verdaderamente revolucionaria, a esta gente se la detecta a las primeras de cambio. Toda una ironía de la historia que los promotores del entrismo se quejen de estar «entrados», pero admitámoslo, ¡bien por Vanessa!

Mucho más sutilmente, Graham Greene nos relataba el periplo de un periodista desplazado a una remota región africana para cubrir un conflicto étnico. Se equivoca de avión y va a parar a otra zona donde no hay guerra; todo lo contrario, paz y armonía en las relaciones entre las dos tribus. Para enmendar su error, el reportero empieza a enviar crónicas que justifican su llegada a la zona equivocada. Sí, todavía no hay conflicto, pero lo habrá, porque se está sembrando el odio interétnico, y además, se trata de una región geopolíticamente más relevante que la otra a la cual le habían enviado inicialmente. Con todo lujo de detalles, entre reales e inducidos, empieza a describir el conflicto larvado entre las dos comunidades. Sus crónicas se publican en Londres, y de allí llegan hasta la por entonces apacible y pacífica región, cuyos pobladores empiezan a enterarse de que están en guerra civil. Al final, claro, estalla el conflicto. Huelga decir que lo único que había fomentado el odio interétnico eran los artículos del periodista.

Delirios trotskistas aparte, lo de Podemos incorpora en mi opinión componentes de ambos casos, así como de un tercero nada desdeñable: ellos mismos y sus errores; siempre distinguiendo, de acuerdo con el símil tenístico, entre los errores forzados y los no forzados. Para entendernos, el error forzado sobreviene cuando llegas a la bola y le das mal porque en tu posición no puedes hacerlo de otra manera; el no forzado, cuando teniéndolo todo a favor para una esmashada a placer en el borde mismo de la red, con el contrario a tu merced, envías la pelota a las gradas o a la red. De todo ha habido también en Podemos. Aquí me referiré a los errores no forzados.

En España no había nada relevante a la izquierda del PSOE desde 1982. Y lo de considerar al PSOE izquierda, pues qué quieren que les diga: me parece, digámoslo prudentemente, muy aventurado. Más allá de sus connotaciones antisistema, Podemos surge hace ahora un par de años como resultado de la posterior vehiculación política de los movimientos del 15-M. Y generó expectativas por lo que podía ser y representar. La articulación bajo una sola formación, de una izquierda secularmente heteróclita y sincrética, con mucha supuesta base, pero sin otra voz institucional que la de una desacreditada, herrumbrosa y ventrílocua Izquierda Unida, formada por apparatchiki restos de serie sin más capacidad e intenciones que mantenerse en el cargo a cualquier precio. Náufragos que vieron con perplejidad y espanto cómo se estaba fletando un nuevo barco para el cual no tenían billete.

La puesta de largo de Podemos fueron las elecciones europeas de mayo del 2014. Aunque Izquierda Unida obtuvo un eurodiputado más -6 contra 5-, la tendencia estaba muy clara: Podemos irrumpía con fuerza y marcaba tendencia. Algo similar ocurrió en estas mismas elecciones entre UPyD y C’s. Por cierto, no deja de ser paradójico que, al menos hasta la fecha, C’s haya demostrado ser, orgánicamente, mucho más leninista que Podemos.

Es cierto que Podemos había gozado de una cobertura mediática sin precedentes en una formación sin representación parlamentaria alguna. Y que en atención a algunos de los medios que prestaron tal cobertura, es más que probable que subyaciera la intención de erosionar al PSOE por la izquierda ¿cómo no? Pero también lo es que supieron aprovecharlo a partir de la proyección que adquirió su líder más visible, Pablo Iglesias.

Sea como fuere, lo cierto es que si alguien jugó a Dr. Frankenstein, el experimento no le salió mejor que al personaje de Mary Shelley. Podemos cuajó y empezó a ser el terror de las encuestas. Era, parafraseando a Marx, el nuevo fantasma que recorría España. A partir de ahí, las cañas se tornaron lanzas y Podemos se convirtió en el enemigo a batir. Que si Venezuela, que si Irán, que si marxismo-leninismo trasnochado y totalitario… Recuerdo una Sabatina de Gregorio Morán en la cual avisaba a los podemitas que se fueran preparando, porque les iban a sacar hasta el tatuaje que llevaban en el culo… Y así fue. ¿Cómo se pueden equiparar el medio millón de euros incorrectamente declarados de Monedero, con los millones robados y evadidos por Rato o Pujol, o los casos Gürtel, Púnica y tantos más? A ver, que quede claro: no me cae especialmente simpático Monedero, pero equipararlo, como se ha hecho, con los anteriores, es una obscenidad capciosa.

Ya en el 2015, elecciones municipales y autonómicas, autonómicas catalanas, y generales. Con resultados diversos, según el caso, pero que, en definitiva, han consolidado a Podemos como tercera fuerza política en España, y en situación de superar al PSOE. Y ahora, en el 2016, crisis interna, dimisiones, purgas, luchas internas por el poder entre sus dirigentes y una propensión hacia el cantonalismo que amenaza con hacer saltar por los aires a la formación. Y todo esto precisamente en unos momentos en que ha de dilucidar su posición frente a un posible gobierno presidido por el PSOE. ¿Casualidad, fatalidad, errores forzados o inducidos, errores no forzados propios?

No hace mucho se decía en un importante medio, pro-PSOE de toda la vida –y también ahora pro-C’s-, que la pugna entre Iglesias y Errejón obedecía a dos proyectos orgánicos distintos. Mientras que Errejón estaría por el mantenimiento del actual statu quo de Podemos, con sus pactos y alianzas/amalgama con mareas, compromisos y «comunes» singulares varios, Iglesias, por el contrario, estaría por la construcción de un partido rígido, por un PCE 2.0. También, si el primero, más contemporizador, se inclinaría hacia un modelo de colaboración con el PSOE, por aquello de la unidad de la izquierda, el segundo, en cambio, apostaría directamente por el sorpasso a los socialistas y las elecciones anticipadas.

Bueno, no sé si esto será así en verdad. Pero sí me atrevería a asegurar que es el gran problema que tiene Podemos ahora mismo, y que es un problema estructural, sistémico, resultado de un error político de fondo atribuible sólo al mismo Podemos.

Me estoy refiriendo a la política de pactos –en muchos casos de dejación- que, lejos de reforzar a Podemos, a lo único que han contribuido es a dar pábulo a toda una nómina de personajillos mediocres y políticamente desahuciados, cuyo destino político era el estercolero de la historia, ahora redivivos, que han acabado por intoxicar al propio Podemos hasta vampirizarlo –esto lo saben hacer muy bien-, y que lejos de haber representado una suma en la unión de la izquierda y la pluralidad nacional española, han acabado por convertirlo en una amalgama de cantones donde una mano no sabe lo que está haciendo la otra. En catalán, a este perfil de sociotipo humano lo define a la perfección un viejo refrán: “Poll revisculat, pica més que cap”. Traducido al castellano sería algo así como: Redivivo el pollo moribundo, muerde más que ninguno.

Julio Anguita, en «Atraco a la memoria», se lamentaba de la fingida pluralidad en aras a la cual Izquierda Unida se veía obligada a incluir  en sus listas electorales, en lugares destacados y en perjuicio del PCE, a líderes de partidos cuya militancia al completo cabía en un taxi. Anguita no consiguió invertir esta tendencia y se fue. Podemos ha cometido, en mi opinión, el mismo error y con creces. Para estos pollos moribundos ha sido su tabla de salvación. Y era precisamente Podemos quien los iba merecidamente a barrer. Ahora ya no caben en un taxi, sino que precisan de un autobús; pagando Podemos la factura, claro.

Los polls revisculats vuelven a estar ahí viviendo, como siempre, del momio. Y me temo que ya es demasiado tarde para corregir esta deriva, ni aun en el supuesto que esta fuera la intención. Ignorar que también había casta a la izquierda del PSOE, por más cutre que fuera, ha sido su gran error. Acaso acuciados por la avidez de lo inmediato, no lo sé, pero ahora los tienen dentro, o ni eso, al lado, y haciendo de perro del hortelano.


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