Este podría ser perfectamente el
encabezamiento de la polémica carta que Mariano le ha escrito a Jean-Claude Juncker.
No he podido acceder a la misiva en cuestión –el supuesto enlace no funciona-, pero es lo
que se desprende del tono y los contenidos que se han divulgado. Se trata de
una carta entre colegas, entre gente ducha en su oficio y que no se andan con
eufemismos, sino que prevalece el trato familiar y de mutua confianza. Sin
necesidad de leer entre líneas.
Al parecer, Mariano le explica
a su colega europeo por qué no deben inquietarle las rebajas de impuestos, ni
el resto de rumbosas promesas que en materia económica está profiriendo y
seguirá profiriendo hasta la misma noche electoral. Porque una vez pasadas las
elecciones empezará a aplicar las preceptivas medidas de austeridad en forma de
recortes a los de siempre. Algo así como “tú
ya sabes, Jean-Claude, lo que es una campaña electoral, hay que hacer promesas,
así la gente se anima y te vota, que es de lo que se trata. Si no, imagínate
que van y ganan los comunistas de Podemos y empiezan con la cantinela de que hemos
de renegociar la deuda y todo eso. Y no es esto lo que queréis en Europa
¿verdad?”
A uno lo que más le sorprende
de todo esto no es lo que pueda pensar Mariano, o cualquier otro político,
sobre la vigencia de sus promesas electorales, sino la evidente torpeza que supone expresarse en
coloquial francachela con el colega Juncker en una carta supuestamente oficial.
Y también, claro, las tragaderas de la ciudadanía. Porque lo que le está
diciendo es «no te preocupes, estoy
mintiendo para luego poder seguir mandando como tú me digas». Y eso, que se
escriba, es muy grave en un político.
¿Qué dirá ahora?
Cualquier cosa, y lo bueno es que hasta a lo peor sale airoso del lance.
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