«Es la economía ¡estúpidos!». La
frase hizo historia. Se atribuye a James Carville, asesor de Bill Clinton en
sus campañas electorales. Igualmente, hemos de suponer que el epíteto
«estúpidos» se utilizó para calificar a los que no tenían tan claro que la
economía fuera el factor determinante en el comportamiento electoral de la
población. O sea, que eran unos estúpidos, y por partida doble: por ignorarlo y,
añadiría, por no saber que la población es tan estúpida. Lo segundo, la
estupidez de la población, entroncaría con aquella otra frase, atribuida en
este caso a Schumpeter, según la cual nadie habría perdido jamás ni medio dólar
por menospreciar la inteligencia media del ciudadano norteamericano. Y ya que
estamos en Schumpeter, tampoco estaría de más que los supuestos progres que
ahora se relamen de gozo con la introducción del espíritu emprendedor en los curricula educativos, le echaran un
vistazo a sus análisis sobre el Unternehmergeist.
Igual se llevaban una sorpresa.
La verdad, he de reconocer que
no tengo tan claro que «sea la economía», aunque con ello caiga de lleno bajo
la categoría de «estúpido». Y si no lo tengo tan claro es porque tampoco sé muy
bien en qué consiste eso de la Economía. En fin, que si no sé qué es la
economía, tampoco puedo asegurar que sea la economía. Hay que asumirlo, ciertas
cosas no las puedo entender.
Nos dicen, por ejemplo, que el
PIB español ha crecido este último año el 3.5% y que estamos saliendo de la
crisis. Pero persisten los recortes y las medidas de austeridad, en algunos
casos incluso incrementadas. Hay que crecer más, nos dicen, para poder salir de
la crisis y rebajar los índices de paro; como mínimo, siguen diciéndonos,
habría que crecer un 5% anual.
Uno siempre había pensado que
si no crece se queda como estaba. Una intuición sin duda falsa y estulta,
porque resulta que no es así. Cierto, está todo aquello de la competitividad y
la libre concurrencia. El propio Schumpeter afirmaba que el capitalismo es por
naturaleza una forma o método de cambio económico, y no sólo nunca es sino que
nunca puede ser estacionario. Así que si no creces, lo tienes mal. Algo así
decía también Marx, por cierto.
Bien, de acuerdo, pero en mi
estupidez, hay cosas que no me cuadran. Si revisamos la evolución del PIB en
España a lo largo de los últimos ocho años, o sea, desde el año 2007,
observaremos que, después de sucesivos altibajos, picos y valles, estamos actualmente
casi en el mismo punto que estábamos en el punto de partida de la crisis. En
cambio, puedo asegurarles que un servidor, en lo que refiere a sus emolumentos
salariales, se encuentra en el mismo punto que se le adjudicó con los sucesivos
recortes acaecidos en los «valles» del 2009 y del 2012. Y eso por no hablar de
los aumentos impositivos. Es decir, no sé quién habrá crecido, pero yo desde
luego que no.
A lo mejor un ejemplo
individual no es significativo. Y seguramente que tampoco se me aceptaría si
digo que tan precaria situación es la misma para el colectivo al que pertenezco,
de más de medio millón de individuos. Y tampoco sé si será significativo que el paro registrado en el 2007 fuera del 8,5%, y que en el de 2015 esté en el 21%.
Es decir, si estamos prácticamente como en el 2007 en cuanto a PIB ¿por qué no
estamos también en una situación similar ahora en otros indicadores mucho más
prosaicos como los niveles salariales o de desempleo? En otras palabras ¿Quién
se lo está llevando crudo?
Sí, es cierto que la deuda externa
era en el 2007 del 35,50% del PIB, y que en el 2015 llegó a 99,20%, hasta
superar hace unos días el 100%, según se anunció. Y esta deuda digo yo que hay que
pagarla. ¿Pero la está pagando quien la contrajo? Mucho me temo que no, y que
la estamos pagando, como se suele decir, los mismos de siempre, mientras los
hay que se van de rositas. Vamos, que alguien se está enriqueciendo con mi
(no)crecimiento.
Porque se mire como se
mire, si estamos creciendo y la mayoría seguimos bajando, aquí hay alguien que
se está llevando el gato encerrado al agua. Pero no me hagan caso, son
preguntas impertinentes resultado de reflexiones estúpidas. Porque como ya
sabemos, es la economía (estúpidos). Y vamos y nos lo creemos. Puede que sí, que seamos estúpidos.
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