Diábolo es un juego
constituido por la figura que forman dos conos unidos en sus vértices que se
hacen deslizar a través una cuerda sostenida por sendos palos que la suben y
bajan. En estadística estremece ver los gráficos «diabólicos» de países que
pasaron por la I Guerra Mundial. No puede ser, o no debería ser, que haya entre
la población viva más individuos de 55 años que de 35. No en una distribución
estadística normal. El gráfico tiende a parecerse entonces a un diábolo: dos
conos, o dos triángulos, unidos por sus vértices, que dejan un delator hueco en
medio. Una figura «diabólica».
Se dice que la distribución de
la población española según su formación se parece demasiado a la figura del
diábolo. En la abscisa, un ancho segmento de población muy poco o nada formada;
en la cúspide de la ordenada, otro segmento, menos ancho que el de la base:
universitarios. Entremedio, nada o muy poco. Al menos comparado con países
homologables al nuestro, en los cuales este sector es el que constituye la
barriga del tonel gráfico, que aquí es oquedad. Desde que alguien creyó caer en
esta cuenta, no levantamos cabeza, educativamente hablando. Porque nada más
falso que sea por exceso de universitarios esta deficiencia, sino por exceso de
base poco cualificada que enflaquece la barriga estadística. La reciente
polémica sobre la reválida rebautizada en (ex novo) selectividad, no es más que
una secuela de todo el despropósito educativo en que estamos imbricados desde
hace ya casi cuarenta años. Pretender que universitarios se conviertan en
técnicos profesionales es no haber entendido nada. Son los excesos de fracaso
escolar y abandono prematuro los que deberían, sociológicamente hablando,
cubrir este déficit para que nos
homologáramos con nuestros cofrades europeos. Pero como esto está prohibido
decirlo, hemos de decir que nos sobran universitarios[1]… Pues qué bien, como si a
alguien que le sobrara sebo le dijeran que lo supla creciendo en estatura.
El artículo completo, aquí.
[1]
Tema a parte, que si cabe abordaremos en otra ocasión, es la pésima
distribución de estos títulos universitarios. Tenemos sólo en las provincias de
Madrid o Barcelona, más abogados que en toda Francia, por no hablar de
pedagogos o psicólogos, cuyo efecto es si cabe más nocivo, a los que hay que
colocar como sea y al precio que sea, para mantener las facultades. Pero esto
sería, en todo caso, un problema de planificación socialmente perverso, no que
sobren universitarios. Los porcentajes españoles de universitarios son
homologables a los de los países de la UE. Pocos más, o pocos menos.
Más claro, el agua, Xavier. Enhorabuena.
ResponEliminaY enhorabuena a ti, Alberto, por la impagable labor que estás llevando a cabo a favor de una educación que merezca tal nombre.
ResponEliminaEn el artículo se asegura que la reválida se exige para acceder a los Ciclos Formativos Superiores de la Formación Profesional. No es así . En el artículo 41, apartado 3, párrafo a , de la LOMCE se dice que el acceso a los ciclos formativos de grado superior requiere unicamente el certificado acreditativo de haber superado todas las materias de Bachillerato.
ResponEliminaEl carácter de examen de graduación en vez de ser un examen de ingreso, que sea diseñado y aplicado por las administraciones públicas, que en su regulación, preparación y desarrollo estén involucrados el consejo de ministros, los gobiernos autonómicos y las conserjerías de educación, todos los profesores de la enseñanza secundaria , la transcendencia política y mediática que tendrán los resultados etc hacen que me cueste mucho creer que será la selectividad con otro nombre.
Las pruebas de evaluación externa que, con dos años de separación, afectarán a todos los estudiantes y por tanto a todos los profesores, se convertirán, si "las fuerzas del cambio" no lo impiden, en un aspecto determinante del sistema.
Que además de determinantes sean positivas dependerá, entre otras cosas, del debate público que seamos capaces de generar.
En cuyo caso, entonces, más aun se trataría de una selectividad rebautizada. Hasta ahora, aprobar todas las materias de Bachillerato equivalía a la obtención del título. Muchas gracias, en cualquier caso, por la observación.
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