Hace muchos años -en segundo
de carrera- nos llevaron a la conferencia de un factotum de la Facultad de Filosofía,
por entonces recién jubilado y maestro de mis profesores de entonces. Lo
relevante no es que nadie entendiera nada, sino los comentarios posteriores de
nuestro profesor, uno de los mejores que he tenido, sobre su ex maestro.
Habiéndose percatado de que
nuestra comprensión de la magna conferencia se habia quedado, en el mejor de
los casos, en aspectos extrínsecos a ella, como por ejemplo la acentuada vesania del ponente,
nos hizo la siguiente reflexión.
"Tened en cuenta que «K» es un
católico de los de antes de la guerra... no, mejor, de los de durante la
guerra, que vive convencido de que un día de estos los rojos vendrán a su casa
para «pasearlo»"...
Y prosiguió "cierto que se trata de un pobre jubilado y
eso lo hace inocuo, pero imaginad por un instante que, por cualquier azar, se
viera convertido en ministro del interior ¿Sería igualmente inofensivo?"
Cuando oigo ciertos
discursos de víctimas del terrorismo transmutados en proyecto político, no
puedo dejar de pensar en la reflexión de este antiguo profesor sobre su propio
maestro.
Enhorabuena, Xavier, porque no es corriente hablar de forma tan clara sobre asuntos tan "sensibles".
ResponEliminaVoy a "hacer un poco de Xavier":
Recordarás que en Madrid J.S. comentó algo sobre el nuevo partido (VOX) de Ortega Lara, una opinión que, por cierto, suscribí. Decía, más o menos, que una persona que ha pasado por lo que ha pasado él merece todo el respeto y puede fundar cuantos partidos le parezca. Ahora bien, esto lo añado yo, una cosa es el respeto, el apoyo y el respaldo que la sociedad tiene la obligación de darle y otra la valoración política que se pueda hacer de sus propuestas. Y haber sido víctima no solo no capacita para hacer política sino que puede condicionar mucho y en un sentido poco favorable esa intención. Un tema, sin duda, muy complejo.
Sí, recuerdo la conversación en Madrid, en la cual también el comentario de V.D. sugirió los dos post sobre las paradojas del referéndum. Desde luego que es un tema muy complejo, entre otras cosas porque incorpora valoraciones que, de alguna manera, son "Ad Hominem". El problema es que si uno se ampara precisamente en su subjetividad, su objetividad queda solapada por aquélla y lo que acostumbra a ser una falacia argumenativa -la "Ad Hominem"- resulta ser la reivindicada por el propio aludido. Al revés que aquello otro de "excusatio no petita acusatio manifesta".
ResponEliminaRealmente, veo quela conversación de Madrid dio mucho de sí. Saludos.