A lo mejor sí que habrá que
largarse de España cuanto antes, aunque no para quedarse en la Cataluña de Mas,
sino a Pernambuco o a los mares del sur. Contra más lejos, mejor. Aquí, en esta
pell de brau que es Sefarad, como decía Espriu, la cosa no
da más de sí, hay que asumirlo, y ya no cabe ni un tonto más. A ver si, aun
desde la asunción de mi condición de «tonto», consigo explicarme.
Que los resultados del domingo
fueron decepcionantes para Mas y ERC es evidente, y no menciono a CDC porque
ignoro si sigue existiendo. Si el conjunto de tu candidatura tenía el sábado 72
diputados que la noche del domingo se habían convertido en 62, es que has
perdido diez. Lo demás, excusas de mal pagador. Una prueba de ello son las
salmodias que, desde la misma noche del domingo, se han difundido desde los
mentideros independentistas a través de las redes sociales, concebidas como
bálsamos de Fierabrás para mantener la moral de la tropa.
Las elecciones del domingo
pusieron a Mas y al «procés» contra
las cuerdas. Muy especialmente a Mas; no tanto al «procés». Cierto que Mas ha demostrado a lo largo de su trayectoria
ser un superviviente con una suerte digna de ser tenida en cuenta. Se le ha
dado por periclitado muchas veces, pero siempre ha conseguido reponerse y saltar de
nuevo a la palestra. Dejándose unas cuantas plumas por el camino, sí, pero
indiscutiblemente, un tipo con suerte. Ahora
planteó un plebiscito en forma de elecciones y le salió mal. De entre los
seguidores de este blog, hasta el bueno de Guachimán estaba convencido de que
esto «se acabó». Estuve tentado de intervenir en su recomendable garita para
advertirle que acaso fuera este un juicio prematuro, pero no me dio tiempo. Hoy
volvemos a tener a Mas redivivo y acaudillando el «procés», por mor del oportuno procesamiento abierto contra él por
el TSJC.
Resulta que un año después de
los autos del referéndum/barbacoa, el TSJC decide imputarle por tres o cuatro
presuntos delitos, casualmente dos días después de las elecciones que lo habían
noqueado, y lo citan a declarar para el 15 de noviembre, efeméride del
fusilamiento de Lluís Companys por la dictadura franquista. Hay que ser zote; o
eso, o si no, entonces es que interesa en Madrid que Mas siga jugando al Ave Fénix. Y llegados
aquí, se requieren ciertas precisiones.
La primera. No entro ni salgo
en valoraciones sobre la conveniencia o no de procesar a Mas por haber organizado
una mojiganga de referéndum. Me parece simplemente una estupidez. Y lo de
rasgarse las vestiduras porque haya transgredido la ley, una farsa para consumo
de retrasados mentales. Si esto es algo, es un proceso político. Y de serlo,
poniéndonos desde la propia lógica del Estado –si es que ha habido algo digno
de tal nombre en este país alguna vez- se tenía que haber actuado antes. Y en cualquier
caso, nunca dos días después de unas elecciones y para una fecha que sólo
contribuye a dar pábulo al martirologio que se añadirá a la hagiografía del interfecto.
Y si alguien me dice que la Justicia es un poder independiente cuyos
señalamientos son ajenos a las efemérides y a la política, le diré que se tome otra copa. Y
luego le preguntaría qué ocurrió con el Fiscal General de Cataluña que se
permitió observar que si el referéndum pudiera hacerse de acuerdo con la Ley
¿Por qué no? Así que no nos vengan ahora con la milonga de la independencia del
poder judicial.
La segunda. La efeméride del
fusilamiento de Companys como fecha de señalamiento. Miren, a mí la figura de
Companys no me cae nada simpática. Fue un político mediocre y más bien taimado,
redimido por el encono y el resentimiento enfermizo de una dictadura
sanguinaria que lo asesinó y convirtió en mito. En mi modesta opinión, quien
hubiera tenido que juzgarle por lesa traición era la República. Y no diré
nada más del tema, que el infierno está lleno de buenas intenciones. Pero
llevar a declarar a un Presidente de la Generalitat en el aniversario del
fusilamiento de otro, es de una aviesa torpeza que saca de quicio. ¿O es que
hay toda una quinta columna de la Generalitat infiltrada en los centros de
poder y decisión del Estado español?
Tayllerand comentó en cierta
ocasión sobre el asesinato de un líder de la oposición por los servicios
secretos de la policía francesa: «Es
mucho peor que un crimen, es un error». Semanas después, el último borbón
francés, Carlos X, tomaba el camino del exilio. Supongo que a la altanera
ramplonería que preside la política española, tales matices le son
completamente ajenos. O puede que no…
Sí, puede que no. Porque todo
depende de cuáles sean realmente sus designios. Y las acciones subordinadas a
ellos son aciertos o errores sólo en función de cuáles sean dichos designios. Si el
objetivo es mantener a Mas, entonces puede que hayan acertado. ¿De qué se trata
en realidad?
Tal vez la respuesta se
encuentre en el soberbio artículo que Eduardo Mendoza publica hoy en «El País», transcripción del discurso que pronunció en Segovia el mismo
27-S, con motivo de un congreso literario en el que fue preguntado, como
catalán, por el tema. Sugiere Mendoza una hipótesis muy interesante, cuyo
desarrollo les recomiendo que lean con atención en el artículo referenciado al
pie: ¿Hay realmente interés en solucionar el tema? O no lo hay, o no se ha entendido nada.
NOTA: El fotomontaje que encabeza esta entrega procede de un mensaje enviado a través de las redes sociales por unos amigos independentistas, eso sí, con un ciertamente socarrón sentido del humor. Nadie pensaba, entiendo, en la verosimilitud de dicha escena cuando fue enviado, hace ya bastante tiempo. Y tenía como único objeto un cierto afán de sana chanza y de distancia irónica frente a las acritudes de la clase política. Lo problemático es que, precisamente ahora, pueda adquirir tintes de verosimilitud. ¡Vaya chapuza!