Fue tomada y destruida por los
romanos en el año 273 d.C. tras la rebelión de la reina Zenobia. Su esposo,
Odenato, se había mantenido fiel a Roma. Según parece, Zenobia habría conspirado
en secreto, junto al rey persa Sapor I, y no fue ajena a la derrota y captura
de Valeriano, el primer emperador romano capturado por un enemigo. Zenobia, de
belleza legendaria y vista por la tradición como una émula de Cleopatra, hizo asesinar a su esposo, se erigió en soberana de Palmira y se
rebeló contra Roma. Fue la última gran rebelión que el Imperio Romano consiguió
sofocar completamente.
De Palmira quedó la leyenda
de su antiguo esplendor, y la del efímero imperio que Zenobia construyó entre
los colosos romano y sasánida. En el cuadro de Schmalz, Zenobia contempla por última
vez Palmira. Hoy, nosotros también la estamos contemplado por última vez. Los
bárbaros que nunca se fueron, han vuelto.
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