... Y EL TIEMPO PASA
Esta mañana he participado en
un interesante debate educativo en CATALUNYA-RÀDIO, por cierto, dirigido con
impecable profesionalidad por la presentadora, Silvia Cóppulo, a quien felicito
desde aquí. El tema, aprovechando el inicio del curso escolar en Cataluña, era
ciertamente trenddy: «¿Ha de ser más
atractiva la escuela?». Tenía como contertulios a un director de instituto y a
una psicóloga educativa. Para quién no tenga problemas en entender el catalán,
dejo aquí el enlace.
Lo que me interesa ahora mismo
resaltar del debate, es una aserción con la que se ha pretendido refutar todo
lo que buenamente estaba intentando exponer en un espacio inevitablemente limitado
en el tiempo como lo era el del programa. Un mantra que ya se me ha espetado en
otras ocasiones, especialmente en debates públicos, y que, por reiterativo,
acaso también por resultón, parece ser el mantra de la pedagogía innovadora,
buenista, oficialista, progresista, new
age o llámesele como se quiera.
La frase en cuestión es bien
conocida: «El conocimiento no se
transmite, se construye». Y siempre, cuando uno intenta objetar que eso en
todo caso es una afirmación ligada a una determinada teoría, el
constructivismo, tan discutible en principio como cualquier otra, siempre,
inevitablemente, se le ha replicado que no, que esto es así. Alguno hasta ha
añadido a veces que es así porque está demostrado científicamente. Punto. Así
que quien no lo sepa es un ignorante en materia de tan docta ciencia como es el
conocimiento superior de la Pedagogía constructivista.
Bajo tal axioma, el concepto
que se «construirá» sobre la institución escolar o académica, resulta obvio que
será ciertamente innovador, progresista y que nos hará a todos muy felices.
Ciertamente, tengo para mí que algo de verdad hay en aquello que dijo el bueno
de Fichte, que según el tipo de persona que se sea, dependerá el tipo de
filosofía que se haga. Y uno se pregunta entonces si no será porque no tienen
nada que transmitir que niegan la posibilidad de transmisión. Excepto, claro, los valores, por lo visto lo único transmisible; ¿La información? Ya está en
internet. De ahí al primado de la inteligencia emocional, las múltiples, o de
la felicidad como objetivo de la escuela, ça
va de soi.
Por supuesto que no voy a
adentrarme aquí en los procelosos mares del constructivismo, ni en las
dificultades que ciertos y notorios personajes tienen para discriminar
conceptualmente entre «información» y «formación» -básica para poder hablar de
«conocimiento- y razón por la cual luego dicen barbaridades que proclaman con
tanto aplomo y solemnidad que, a uno, lo siento, pero no puede sino recordarle
aquel chiste de teólogos que no me resisto a contar. Le dice un teólogo a otro
teólogo: ¿Sabes por qué Hans Küng no
quiere ser Papa? No ¿por qué? Responde el otro. Pues porque dejaría de ser
infalible.
No, nada de esto, simplemente
negaré la mayor con las verdades del barquero. Es decir, que no es verdad que
el conocimiento no se transmita, claro que se transmite; lo cual por cierto, no
implica en absoluto que no se construya ¡Apañados estaríamos! Igual, si me lo
permiten, que aquello de Kant: que nuestro conocimiento comience con la
experiencia, no significa que todo él proceda de la experiencia. Porque Kant,
para tan insignes sabios, debe ser poco más que un barquero. O un antiguo; como Pitágoras.
Pero verán, tengo un problema
con eso de que el conocimiento no se transmite, sino que (sólo) se construye.
Porque entonces, como he de suponer que esto es universalmente así, me incluye
a mí también. Vamos, que no creo que sea yo el único que no construya su
conocimiento, en cuyo caso sería un ser privado de creatividad, aunque tal vez
bien informado. En fin, asumiré que todo «mi conocimiento» lo he «construido»
yo. Cierto, eso sí, que no tengo demasiados motivos como para sentirme
orgulloso en demasía de tal constructo, pero como lo que cuenta es la
motivación, y más vale poco que nada, bien por mí. Prosigamos. Y al grano,
Massó, al grano.
Ignoro si «conceptos» tales
como la noción de «triángulo» -o línea, punto…- han de ser considerados
conocimiento o información. En fin, lo cierto es que a mí me «informarían» -eso
con toda seguridad- de algo así como que tres líneas rectas que constituyen
tres ángulos y una superficie interior
–más información-, se llama triángulo. Pero sí diría que el Teorema de
Pitágoras debe ser ya considerado conocimiento, como mínimo de la variedad
inferior conocida como Geometría, por supuesto extremadamente fácil y asequible
a través de internet en todas sus modalidades. Por cierto, uno se pregunta, en
su increatividad, por qué lo único que no podemos aprender por internet es
Pedagogía y siguen haciendo falta tantas Facultades y facultativos. Pero es una
pregunta ociosa y, sin duda alguna, capciosa y producto del resentimiento, así
que dejémoslo. Y volvamos, Massó ¡coño!, al grano.
Pues eso; que algún buen día
ya lejano, alguien me «informaría» de cierta propiedad de los triángulos
rectángulos, conocida como el Teorema de Pitágoras, porque fue un griego
reaccionario, atrabiliario y sectario, el primero que lo «construyó» como
conocimiento suyo. Cómo nadie había llegado antes a tal información es algo que
ignoro. Claro, pero habíamos quedado en que mi conocimiento me lo construyo yo,
porque no se trasmite, según habíamos «científicamente» acordado; sólo se
transmite información. Ergo, o el teorema de Pitágoras es simplemente
«información», y con él todo el resto de «información» matemática que ande por ahí
en la red, y allí no hay nada que entender, o, si es conocimiento, lo
«construí» yo también con tanto o mayor mérito que el propio Pitágoras. Porque
yo malditas las ganas que tenía de que me transmitieran la información que
llevaría a concebir tal constructo; no estaba motivado, sino obligado.
Por lo tanto, y a menos
que el único conocimiento (superior) que merezca tal nombre sea el
constructivismo, y el resto mera información, yo soy (también) Pitágoras. Y
hasta puedo agarrarme a su teoría sobre la transmigración de las almas, por
entonces, y aún hoy, sin la menor base científica, pero al tiempo. Cosas
veredes, que non crederes. Es lo que hay.
Eso de que el conocimiento tenga alguna extraña propiedad que le impida ser transmitido es de lo más intrigante, especialmente cuando comprobamos que los defensores de esta tesis nos la intentan transmitir con vehemencia... y además, en este caso, en una emisora de radio.
ResponEliminaSí, y reconozco que me resulta imposible construir este conocimiento con la información que me transmiten. A lo mejor es que se guardan para ellos la parte de información que me permitiría construir lo mismo que ellos. ¿Lo mismo? ¿Pero qué estoy diciendo? Eso va contra el principio según el cual el conocimiento se lo construye cada uno.
EliminaClaro que, a lo mejor, igual es que la no transmisibilidad del conocimiento es mera información... sobre el conocimiento. Un saludo.
Elimina¡Que tengamos que andar enredados con estos bizantinismos! Esto es una prueba palmaria de que, en el fondo, gran parte de los innovadores (me niego a hacer una generalización rotunda) pertenecen a uno de estos tres grupos: gente que ni penrtenece a al mundo de la enseñanza ni lo conoce y mete el cucharón porque no tiene nada mejor que hacer; gente que sí está en la enseñanza, pero desconoce lo que es de verdad enseñar o no lo quiere conocer y se dedica sus delirios; enseñantes que han tropezado con la verdadera dificultad de enseñar y, en lugar de hacerle frente, se han apuntado a esto de la innovación, que es un camino llano y muy de moda, aunque no lleve a ninguna parte.
ResponEliminaNo sé si llevará a alguna parte, Guachimán, pero la suya sí que la trincan ávidamente. No sé si tengo el conocimiento de ello, pero sí la información.
EliminaEnhorabuena, Xavier. No todos los días descubre uno que "también" es Pitágoras. ¡Qué equivocado estaba Euclides cuando le decía a Ptolomeo aquello de "no hay caminos reales para la geometría"! Si se aprende en dos raticos... Si Ptolomeo hubiera tenido acceso a "la internete"...no habría habido "caminos reales" sino autopistas para todo quisque.
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