«El voto de tu vida»,
proclaman ufanos desde la candidatura independentista «Junts pel Sí» para
incentivar aún más la participación de sus enfervorizados fieles. Y puede que
tengan razón, no sé, como mínimo por lo de inédito que tiene tan surrealista
expresión, y porque será la primera vez, hasta donde a uno le consta, que los
que con toda seguridad van a ganar –otra cosa es si lo harán con la mayoría a
que aspiran- se presentan sin programa electoral. Porque así es. Bajo el mantra
de la independencia no se ha hablado de sanidad, ni de educación, ni del paro,
ni de economía ni de pensiones… ni de corrupciones. Diríase que estamos, y así
se ha planteado, ante el inminente advenimiento del reino de los cielos. ¿Y
quién va a ser tan frívolo como para preguntarse si en el reino de los cielos
hay seguridad social?
Hoy estamos en jornada de
reflexión. Pues bien, reflexionemos. Para empezar, esto de la jornada de
reflexión se le antoja a uno un anacronismo. No sólo porque se incumpla
flagrantemente –los mensajes a través de las redes siguen funcionando a tutiplén-, sino por lo de intempestivo
de mantener tales atavismos en unos tiempos en los que, como se encargan de
decirnos hasta la náusea, estamos en una sociedad conectada y las razones que
podían haber aconsejado tal medida en otros tiempos son hoy absolutamente
espurias. Pero bien, reflexionemos.
Piensa uno que el milenarismo
cristiano, latente en tantos otros aspectos, se torna manifiesto con esto de
«el voto de tu vida». La independencia está a las puertas, y con ella la
trascendencia se hace inmanente. Como cuando a los primeros apóstoles que
partían a predicar se les decía, “date prisa, no sea que el reino de Dios
llegue antes que tú a anunciarlo”. Pero como el reino de los cielos distaba
mucho de llegar, se pospuso su advenimiento para dentro de mil años; luego para
dos mil, diez mil y, en fin, mientras tanto algo hay que hacer…
Pero aquí todavía no se ha
llegado al relativo desengaño que resulta de descubrir que el más allá, por
definición, nunca puede ser el más acá. Porque indicios de lo que piensan hacer
en la tierra de promisión, haberlos haylos: lo mismo que en el más acá, si cabe
con más ahínco.
Pero tales matices no tienen
cabida antes del desengaño. De ahí lo del «voto de tu vida», que para muchos lo
será sin duda el que emitan mañana. Luego, pasado mañana, pues ya veremos. Pero
eso sí, siempre recordarán el voto que emitieron en el mañana que abrió la
puerta a los nuevos tiempos. ¡Ay! Joaquín de Fiore y su teología de la
historia, con las tres edades, la del Padre, la del Hijo y la del Espíritu
Santo. ¿Hemos dejado atrás la del Espíritu Santo, la de la Razón, en la que se
suponía que estábamos? ¿O nunca entramos en ella por estos pagos?
El voto de tu vida. Pues qué
quieren que les diga. A mí, algo descreído y desengañado sin duda, lo que me
evoca esta expresión es la del título de aquella serie de TVE de 1990, «La mujer de tu vida», cuando Madrid empezaba a culminar su entrada en la modernidad,
y aquí nos preparábamos para salir de ella. ¡Feliz arribada a Ítaca!
Madrid se preparaba para entrar en la modernidad....Uno más bien cree que Madrid no entró definitivamente en la modernidad hasta que apareció Ana Botella y Esperanza Aguirre con el tamayazo. Entonces enfilaron la senda de la modernidad con El Bigotes, Luis El Cabrón, El Correas, El Granados, El del Ático, Rajoy, Aznar, El Agac, etc, etc y etcetera Eso sin olvidar la moderna clase empresarial madrileña que Boe y puertas giratorias mediante se ha dedicado a crear empleo y riqueza a un rtitmo pudiéramos decir que desconocido en Europa.
ResponEliminaHablamos de distintos madriles. Los que tú, camarada Molotov, citas, son los equivalentes a Macià Alavedra -muy moderno él-, Prenafeta, Millet y PUJOL's. Esto va con el ser humano y con la estupidez de las masas adscritas a advenedizos, a las cuales espero que tú no pertenezcas,, ni a los advenedizos, por supuesto. Puertas giratorias las hay, lamentablemente, en todas partes. El problema viene cuando el pringado de turno le da la razón al que reivindica poder afanar más porque por culpa de Madrid no puede robar lo suficiente como para satisfacer su avidez. O al revés, que tanto monta como monta tanto. Así que, tovarich Molotov, somete a crítica previa tus apresurados juicios, que te veo nervioso.
EliminaQuerido Xavier: solo puedo decirte que me quito el cráneo.
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