En mi modesto entender, la
LOMCE se podría resumir como el despropósito resultado de la concurrencia entre
el sentido común y la más grosera de las torpezas. A lo que sí hay que ser,
desde luego, totalmente insensible, es a los berridos evacuados en su contra
por la izquierda realmente existente y su séquito de caricatos.
La LOMCE es una ley inspirada
en un par de ideas, no más, extraídas del más elemental de los acervos del sentido común en
materia educativa, a saber, la importancia del esfuerzo personal en relación a
los resultados y la contrastación de estos resultados a partir de pruebas
externas de graduación, como contrapunto -refuerzo negativo como
condicionamiento operante, que dirían los conductistas- al deterioro real e
inapelable de nuestro sistema educativo.
La verdad, no es que uno sea
partidario de las pruebas externas en sí mismas, ni que las considere, ni mucho
menos, la receta taumatúrgica que solucionará todos los problemas del sistema,
pero se me antojan ineludibles como condición necesaria, no suficiente, a
poco que seamos conscientes de los niveles reales de degradación del sistema
educativo y las tupidas tramas de complicidades relacionales que dicha degradación ha ido
generando a mayor abundamiento de sí misma. Y eso de "tupidas tramas de complicidades relacionales" entiéndase, lo digo muy en serio, en la línea de aquello otro de "las relaciones técnicas de producción y las relaciones sociales de producción que se corresponden a un modo de producción históricamente determinado". Donde dice "modo de producción", póngase "sistema educativo", y donde "relaciones técnicas y sociales de producción", léase "tupidas tramas de complicidades relaciones". De algo tenía que servir, después de tantos años, haber leído algo de estructuralismo althussero-harneckeriano.
Un par de ideas, decía, sacadas del
más elemental sentido común que, a su vez, han sido mal desarrolladas,
peor aplicadas -en su fase teórica, claro- y pésimamente vendidas, además de alevosamente politizadas con el más hediondo de los sesgos ideológicos. Diríase que
su mayor enemigo es a la vez su mayor propagandista y máximo responsable, el
propio ministro Wert. Insisto una vez más, eso sí, ni caso de las críticas del
PSOE y resto de la izquierda progre-pedagogista cuya única aspiración es
volver a los tiempos de la LOGSE y para la cual hasta su presente avatar, la LOE es
excesivamente exigente.
Así que no es en las
críticas de Rubalcaba a la LOMCE donde repararemos en los males de la ley Wert. Lamentablemente, en ellas sólo hallaremos basura, y de la
basura no hay exégesis. No, los males, o por decirlo más atemperadamente, las
insuficiencias y deficiencias estructurales de la LOMCE sólo las podemos
encontrar en sí misma y, sobre todo, prescindiendo de entrada tanto de sus
detractores como de sus aduladores.
En realidad, estoy seguro de
que si esta ley hubiera sido más coherente con el par de ideas elementales en
que se inspira, por supuesto que menos sesgada doctrinariamente y sus deficiencias de diseño, menores, los beocios aún
hubieran berreado más. Porque lo que en realidad están
postulando desde la LOGSE, hace ya más de treinta años, es la pura y
simple apología de la ignorancia desde un punto de vista utilitarista.
Concluyendo, la LOMCE quizás
no arregle gran cosa, ya lo veremos, pero no es peor que la LOE o la LOGSE.
Acaso no mucho, pero es mejor que ellas, así de simple. En el peor de los
casos, lo que podría ocurrir después de la primera reválida de la ESO, es que
el país sepa cuál es el verdadero nivel académico de sus alumnos. Cierto que sobran
indicios y hasta pruebas consumadas como para saberlo de antemano con certeza absoluta, pero una cosa es que se sepa, o que se quiera o no saber, y otra muy
distinta que un cuarenta o un cincuenta por ciento del alumnado se quede sin el
título de la ESO, que es lo que ocurriría si la prueba externa se hiciera de acuerdo a lo que dicho concepto comporta.
Porque eso es lo que ocurriría, por eso
precisamente, estoy convencido de que la desnaturalizarán hasta el punto de no
llevarla a efecto sino en forma de parodia. Al tiempo.
Totalmente de acuerdo, Xavier. Esta ley no funcionará de ninguna manera porque, como bien sugieres, presenta más carencias y errores que aciertos. Ahora bien, ya antes de nada está dando mucho, pero que mucho juego. Este país no tiene solución...
ResponEliminaEn cuanto a la LOCME, me quedo con la idea de que no es peor que la LOE y la LOGSE, acaso no mucho, pero es mejor que ellas.
ResponEliminaCreo que el éxito de la LOCME, y de todo el edificio de la educación superior, se juega en la FP, a saber en qué medida se conseguirá que en España los jóvenes que en otros países estarían cursando una Formación Profesional no pretendan a toda costa terminar el bachillerato y acceder a la Universidad.
¿Y por qué me parece que es la Formación Profesional el campo de batalla de toda esta historia o Historia ? Ahora enlazo con tus referencias marxistas: los que lo hemos sido cuando éramos (más) jóvenes recordamos aquello de que "no es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino por el contrario, su ser social el que determina la consciencia". El fetichismo de la ley y de la teoría, típicamente socialdemócrata , del que adolecen también casi todos los que rechazan la LOMCE por tibia o poco radical, no abandona la perspectiva, burdamente idealista, que ignora las condiciones materiales en las que se ha desarrollado la educación las últimas décadas.
Y las "relaciones de producción", que no olvidemos son necesarias e independientes de la voluntad, las contradicciones de la vida material, que determinan las ideas, creo que hay que buscarlas en esa realidad social, y no en el predominio de una u otra corriente pedagógica, en la redacción más o menos afortunada del artículos de una ley, mera superestructura, qué le vamos a hacer. Si se consigue desplazar un 30% de los jóvenes a la FP, la mejora llegará sola. Si no se consigue, todo intento bienintencionado de mejorar la enseñanza, fracasará.
http://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/criteconpol.htm