Algunos parecen ignorarlo casi
todo sobre el material con que se forja la historia. Y firmes en la convicción mesiánica
de su correcto proceder, creen que es su voluntad la fuerza que la mueve. Y que
su autoproclamado destino manifiesto es alcanzable simplemente a partir de tal
idea sobre la fuerza de su voluntad. Si supieran más historia, sabrían que las
cosas no funcionan así y que nunca lo hicieron. Dios quiera que no acabemos
todos como Macbeth y su exclamación sobre la historia contada por un idiota,
pero lo cierto es que nuestros políticos no ponen mucho de su parte para
evitarlo.
Todo hecho histórico se
produce en un contexto determinado, y en el cual, dada una correlación de
fuerzas, ésta apunta a favor de que una idea se despliegue como posibilidad, o
no. Y cuando digo «posibilidad» no me estoy refiriendo a la construcción
conceptual, donde la noción de posible remite a la mera representabilidad
cognoscitiva, sino a que, en tanto que «posible», su grado de conposibilidad –como
decía Leibniz cuando afirmaba que todo posible exige existir- presente
probabilidades razonables de producirse, de materializarse.
Viene esto a cuenta de dos noticias recientes. La primera:
que en la guerra que se está librando en estos momentos en Siria e Irak –es en
realidad la misma guerra-, los países occidentales hayan decidido suministrar
directamente armamento a los kurdos, al margen del teórico gobierno legítimo de
Irak; la segunda: las declaraciones ayer del máximo dirigente de ERC, Oriol
Junqueras, instando a la Generalitat de Cataluña a desobedecer el más que probable
veto del Tribunal Constitucional a la consulta del 9 de noviembre. Toda una exhortación
a la insurrección institucional.
(Publicado en Catalunya Vanguardista. El artículo completo AQUÍ)
Bravo, Xavier, un gran artículo.
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