APRENDA
LÓGICA EN UN FIN DE SEMANA
Una cosa es el colectivo y
otra los individuos que lo componen, que pueden ser, cómo no, del pelaje más
variado. Y lo cierto es que muchos de nuestros colegas docentes han contribuido
decisivamente, ya sea por activa o por pasiva, a lo que Alberto aludía el otro día en su
excelente post sobre “el profesor devaluado”, es decir, y en el caso que contaré, a la desacreditación por
méritos propios de la profesión docente, por si no bastara con la inquina que
las burocracias y pedagocracias educativas nos profesan. Y fue su post el que
me trajo a la memoria el caso que ahora les citaré.
Estábamos por entonces en
las postrimerías de los tiempos del BUP-COU. Aquel curso, a mí me correspondió
impartir la Historia de la Filosofía de COU y a mi colega –éramos dos de la
especialidad en el instituto- la Filosofía de 3º de BUP. Siendo el caso que la
compañera tenía que someterse a una operación quirúrgica que la iba a mantener
de baja durante todo el segundo trimestre, ya lo había arreglado para
concluir el programa del primer trimestre, de modo que el substituto iniciara
el segundo trimestre partiendo de cero. El segundo trimestre se impartía Lógica
formal o matemática.
Antes de las Navidades, me puso
al corriente de los contenidos y material de lógica que debía impartirse durante
el segundo trimestre, para que se los trasladara al nuevo profesor que iba a
substituirla. De vuelta al instituto en enero,
efectivamente, allí estaba el nuevo profesor. Procedía de una comunidad autónoma
situada justo al sur de la mía.
Nada más presentarse, y sin que nadie se lo preguntara, se manifestó partidario de que los alumnos debatieran libremente y con espíritu
crítico. Con esta finalidad, había preparado algunos textos para someterlos a
debate y que cada cual se expresara (supongo) conforme Nuestro Señor le diera a
entender y de acuerdo con las luces que, en su divina munificencia, hubiera tenido a
bien concederle. Los textos, dicho sea de paso, eran de lo más variopinto y
abigarrado. Desde el presupuesto federal para las reservas indias norteamericanas,
hasta las doctrinas «no escritas» de Platón.
Por mi parte, y como jefe del
Departamento de Ciencias Sociales –en el cual estaba integrada la materia de
Filosofía-, le dije que en el instituto aplicábamos el programa hasta donde
esto era posible, que lo que «tocaba» en el segundo trimestre era Lógica formal
y que a esto iba a tener que ceñirse; que si quería dedicar una hora cada dos
semanas a «debates», pues muy bien, pero que la Lógica Formal no hay más
que una –es un decir- y ti te encontré en la calle. No pareció muy entusiasmado
con tal perspectiva, pero tampoco se opuso abiertamente.
Muy pronto algunos
compañeros me comentaron las afirmaciones que el nuevo profesor de Filosofía
había realizado con todo desparpajo en algunas conversaciones en la sala de
profesores; que si él no estaba por la aplicación de «rígidos» programas, que
si él era un firme partidario de la LOGSE, ley que iba a abrir nuevos horizontes
pedagógicos que los profesores anticuados no entendían… Anticuados y viejos, claro, aunque curiosamente él frisaba la cincuentena, mientras que yo tenía por entonces 34 o 35 años. Malos augurios, vamos.
Apenas transcurridos unos
pocos días, me llegaron las primeras quejas de los alumnos de 3º de BUP.
Sabían, porque así se lo había dicho su profesora antes de Navidades, que durante
el segundo trimestre iban a cursar Lógica formal, y no estaban haciendo nada de
esto, sin que tampoco supieran muy bien especificar qué era exactamente lo que
estaban haciendo en clase. Algún repetidor me comentó incluso que aquel tío, de
Lógica, no tenía ni idea, textualmente: “pero Xavi, de
verdad te lo digo, es que ni “p” idea… no
sabe”. Así que opté por hablar de nuevo con él.
Las revelaciones que obtuve
a raíz de nuestra nueva conversación me dejaron perplejo. Resulta que, eso sí,
era licenciado en Filosofía, pero no había estudiado nunca Lógica. No
contribuyó a mitigar mi estupor un comentario suyo sobre la inutilidad de
explicar algo que seguía igual que, lo cito textualmente porque lo tengo
grabado en la memoria con tinta indeleble “con
Platón o con Aristóteles, total, para demostrar la inmortalidad del alma”.
Inaudito…
Resultó que el profesor en
cuestión era maestro, diplomatura a lo largo de la cual no había cursado
absolutamente nada de Filosofía ni, menos aún, de Lógica, estudios a la conclusión
de los cuales se había matriculado directamente en 4º de Filosofía. Esas cosas que pasan... Y ni en
cuarto ni en quinto vio nada de esto, porque todo eran materias optativas que,
supuse, supo elegir adecuadamente para despacharlas con algún «trabajito». “¿Entonces de Historia de la Filosofía tampoco,
no?”. “Sí, hombre”, me respondió, “Eso
sí… en COU”.
Por cierto, mientras esta
alucinante conversación tenía lugar, un compañero de Física y Química que
estaba corrigiendo exámenes en la sala de profesores, me miraba de vez en
cuando de soslayo, con una expresión de sorpresa que, conforme la conversación
avanzaba, fue tornándose carcajada silenciosa.
Y lo peor viene ahora.
Que de todas maneras, dijo supongo que para tranquilizarme, no me preocupara,
que sí, que iba a explicar Lógica. Pero eso sí, si a mí no me importaba y tenía a bien prestarme durante un par de recreos a instruirle en los rudimentos de la Lógica,
él se lo repasaba y, en un fin de semana, todo arreglado, ya tenemos Lógica para
el segundo trimestre.
Nunca más supe del interfecto. Supongo que aprobaría oposiciones -con un 2.7 le bastaba, dada su antigüedad como interino- y no me extrañaría que hubiera ascendido meteóricamente hasta algún despacho pedagocrático desde el cual pontificar sobre educación y sobre lo anticuados que son los profesores. Debe haberse jubilado ya. Yo sólo he contado lo que vi.
O sea, más o menos como el inefable ZP con la economía. No tengo duda de el personaje habría aprobado las oposiciones (si le bastaba un 2,7, ten por seguro que no llegó al 2,8) y ocupado durante toda su carrera profesional algún relevante cargo pedabóbico. Siempre es lo mismo: la dictadura de la mediocracia a todos los niveles. El artículo, como siempre, magnífico.
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